Ocho de Amy Fusselman es un libro sobre nada, en parte. Quiero decir que no hay trama. Tiene dos partes. En la primera, se habla del padre muerto y de los intentos frustrados de la narradora por quedarse embarazada. Esos episodios se alternan con fragmentos de un diario que mantuvo su padre, de jovencísimo, cuando se alistó en un barco como médico de a bordo durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso esa primera parte en que la hija mira al padre joven, antes de los hijos, se llama “Diario de a bordo”. La segunda parte se llama “Ocho” –el título original del volumen es The pharmacist’s mate and 8–. Creo que el 8 se refiere a las figuras que se hacían en patinaje artístico cuando ella, de niña, lo practicaba. Las figuras, entonces parte fundamental del deporte, han desaparecido ya del patinaje, como le informan desde la Asociación de Patinaje Artístico de los Estados Unidos en Colorado Springs.
Algunas cosas más: de niña hacía patinaje artístico, tuvo un pedófilo, que intentó violarla y abusaba de ella, está su inmersión en la terapia craneosacral tras pasar por la imposición de manos o las clases de conducción para obtener el carnet de moto y usarla como medio de transporte en Nueva York. “Hagamos esto rápido. Tuve cerca un pedófilo y luego ya no, y luego patiné durante mucho tiempo hasta que lo dejé y empecé a beber y luego dejé de beber y empecé terapia y me casé y seguí con la terapia y luego tuve hijos y seguí con la terapia y finalmente decidí que estaba cansada de toda esa terapia, de hablar como una máquina; quería que alguien posara sus manos sobre mí”. Y está también Grave Digger, uno de los camiones de las Monster Jam. Grave Digger seduce a Fusselman y a su marido, Frank, porque “operaba con un sistema de valores del todo diferente”. Tiene algo de suicida.
Entre todos esos asuntos que van saliendo al paso, hay uno que es especialmente central en la segunda parte del libro, la educación de los niños. Empieza con una escena más o menos cómica: una madre tratando de leer mientras cuida a su hijo, el consejo: “Tienes que correr y esconderte de tu hijo como si este quisiera entregarte una orden de citación judicial”. Sigue: “No has podido evitar darles a tus hijos cada gota de tu energía, tu voluntad, tu tiempo. Entonces es probable que ya te hayas dado cuenta de que te ha sucedido algo más: te has convertido en un robot. El número de veces en que repites las mismas acciones: lavar ropa, recoger juguetes, limpiar culo, levantar bebé, decir basta, decir a comer, decir ven aquí, ponte los zapatos, etc., es incalculable. Son cientos de miles de veces por hijo. Tienes que ser un robot porque cuidas a un niño. ¡Los niños son salvajes! En especial si tienen menos de cinco años; ¡salvajes!” (Espera a tener que acompañar a tus hijos a una fiesta de cumpleaños en un parque de bolas, comprobarás que siguen siendo salvajes hasta los 10, al menos.) Fusselman cuenta un método que su marido y ella usaron para enseñar a su hijo mayor a dormirse solo, preparándose para la llegada del segundo, y de ahí extrae algunas observaciones. Amy mira a sus hijos y es como si se preguntara por qué y cómo dejamos de ser niños, cómo nos convertimos en adultos sin imaginación.
Leyendo Ocho me he acordado de “Las pequeñas virtudes”, el ensayo que da título al libro de Natalia Ginzburg en el que se ocupa de la educación de los hijos. También me he acordado de Despojos, de Rachel Cusk y las partes en que muestra que criar a tus hijos es duro sobre todo porque tienes que pasar mucho tiempo diciendo no. Y en general, ¡quieres que tus hijos te quieran y darles lo que piden es una manera de ganarte su afecto aunque no sea lo mejor para ellos (probablemente es malo), pero si no se lo das tú, algún pariente rápido y narcisista lo hará y se llevará la gloria y entonces habrás sido la mala para nada! (Todo esto es una imaginación, que aún me queda algo, no es que esté hablando de nadie de mi familia política, que a mi novio le sienta mal.) En realidad, Ocho es un libro sobre el tiempo, que es el único tema de la literatura. “Somos más hijos del tiempo que de nuestra propia madre”, escribe Fusselman.
(Zaragoza, 1983) es escritora, miembro de la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó 'Puro Glamour' (La Navaja Suiza).