Hace cinco años comenzaron a aparecer por las librerías novelas que aludían a la precarización, la crisis económica y la del sistema democrático. Eran tiempos de desesperanza y cierta tristeza, pero también la mejor época de Podemos, un partido que acababa de nacer. Las figuras de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón irrumpían en televisiones y redes sociales creando una estela de fans. El grito de ¡Democracia Real Ya! canalizaba el novedoso discurso político y la literatura no tardó en dejarse mecer por un mensaje que también impregnaba las calles.
Un lustro después, el país ha dado un vuelco. Ha visto pasar un procés, una moción de censura que le dio de la presidencia al PSOE y el movimiento de las mujeres. Hasta Franco ha aparecido en escena. Y, entre medias, se ha colado un nuevo grito desacomplejado desde la otra esquina que reacciona contra todo lo anterior. Esta vez se trasviste de un hombre a caballo que agita la bandera española y reivindica un pasado romántico que, como todas las versiones idealizadas de la historia, es un relato falso y fraudulento.
Pero se lo han creído y ahí está ahora Vox disfrutando de su luna de miel en Andalucía con sus 400.000 votantes. Con un discurso en el que resalta una épica que apenas había tenido ya calado en la España democrática. Y, sin embargo, no se había olvidado del todo. Existía un terreno en el que siempre se ha movido bien este nacionalismo (como todos los nacionalismos): la novela histórica y los ensayos más o menos fantasiosos de divulgación histórica.
En estos días es fácil escarbar entre los escritores de este tipo de género literario y encontrar a algunos paladines que no ven con malos ojos la irrupción de Vox. José Javier Esparza, quien fuera presentador de los informativos de Intereconomía y director de La Gaceta, tiene en su haber libros como La gran aventura del Reino de Asturias. Así empezó la Reconquista (La Esfera de los Libros, 2009) o Los Demonios del Mar. De cuando los vikingos atacaron las costas de España en el siglo IX (La Esfera de los Libros, 2016). Él mismo se apresuraba a dar la bienvenida a la formación de Santiago Abascal en una columna en El Debate el lunes, al día siguiente de las elecciones: “Volvemos a lo fundamental: el gran debate está hoy entre las soberanías nacionales y el mundialismo disgregador. En España los dados ya están sobre la mesa. Gran noticia.”
La letanía de esa España grande a la contra de la famosa leyenda negra ha estado presente en los últimos meses. Un discurso no desencaminado con el que ha estallado este diciembre en el terreno político. También ha alcanzado algunos éxitos, como el ensayo de la profesora Elvira Roca Imperiofobia y leyenda negra. Relatos que se han escuchado en seminarios recientes sobre novela histórica en centros como la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Allí, bajo el título “La novela al rescate de la historia de España” el periodista Antonio Pérez Henares, autor de libros como La tierra de Alvar Fáñez, manifestó que “el prejuicio ha sido asumido como parte de un supuesto pecado original y ha ido más allá de la propaganda de naciones e imperios enemigos para convertirse en dogma”. Otros periodistas como Isabel San Sebastián –La peregrina, Astur– o Federico Jiménez Losantos con su Historia de España junto a César Vidal también se han vadeado en estas aguas.
Con todas estas premisas, la pregunta es si ante el terremoto de los últimos días, que puede escorar a otros partidos también hacia esta derecha, estamos frente a un repunte de la épica nacionalista española. Un escritor como Juan Manuel de Prada, que se mueve bien en posiciones conservadoras, se apresura a constatar que no estamos ante nada nuevo. “Es una literatura histórica que yo creo que ya existe. Incluso por más que ahora se trate de presentar lo de Vox como algo nuevo, yo creo que ya estaba ahí. Es el principio de acción y reacción del mundo moderno. A visiones tergiversadas que tratan de ensombrecer sistemáticamente el pasado se le responde con intentos de edulcorar el pasado”, asegura el escritor, para quien la novela histórica “no suele dar buenas obras porque la suelen escribir escritores ínfimos”.
Para este autor, que también se ha manejado en lo histórico, “y siempre me he encontrado con hostilidad”, lo que está ocurriendo es que “tras el franquismo hubo una revisión que pecó de oscurantismo, y a eso hubo una reacción que fue la leyenda rosa. Pero en la literatura histórica es muy difícil hablar seriamente. Nos tendríamos que remontar casi un siglo”.
Para otros autores, sin embargo, este sí sería un buen momento para las novelas de corte histórico que versaran sobre la identidad nacional española. Así lo estima el filósofo y crítico de arte Ignacio Castro Rey: “Sí, tal vez debería. Que yo sepa, ya lleva algún tiempo ocurriendo, pero más en Latinoamérica que en España”, comenta. Y como ejemplo señala que “en México la revisión ensayística y narrativa de la figura de Hernán Cortés, entre otros, es mucho más audaz que entre nosotros. Hace ya casi veinte años El espejo enterrado de Carlos Fuentes desarrolló una visión de la Conquista que tenía poco que ver con el ‘Nada que celebrar’ que aún es típico de nuestro progresismo oficial”.
En la misma línea, el escritor Ignacio del Valle, autor de novelas como El tiempo de los emperadores extraños, sobre las andadas de la División Azul en 1943 en Leningrado, recalca que de lo que no se trata es de “ir en contra de nada. Aquí hay mucha manía de refocilarse con las derrotas. Militarmente en el mar los ingleses casi nunca nos han ganado, pero han hecho una propaganda magnífica. No se enseña bien la historia de España. Hay un montón de olvidos”. Para este autor asturiano, el cometido de la novela histórica es “retratar lo que más o menos crees que pasó”, y quizá “ahora sí podría suceder que aparecieran más novelas de este tipo”.
El filósofo Castro Rey redunda en la idea de que, precisamente, “la leyenda negra ha sido un cuento militarmente interesado, de otros imperios bastante más crueles que el nuestro, que nosotros nos hemos tragado. Así podíamos dimitir de nuestra modernidad y ser una nación vicaria. Es un fenómeno escandaloso”. Y resume que podrían darse posibilidades para el regreso de esta épica, puesto que “la ordinaria vida humana, incluso en planos insospechados, es siempre épica. Salvo para quien crea en el dios sociedad, tenemos solo una vida, inmensa y miserable ante el absoluto de la muerte”.
No obstante, ninguno de estos autores consultados cree que se pueda hacer un paralelismo inmediato entre lo ocurrido políticamente y la creación literaria. “Cualquier creador que se precie debe alejarse de los temas de actualidad, podridos por las habladurías de la información, que es un dispositivo no menos superficial, y hasta racista, que cualquier otro”, sostiene Castro Rey. De Prada, por su parte, pronostica: “Es difícil encontrar en la derecha cultural personas que reivindican la creación como factor que coopere en la visión de los pueblos de España. Las élites culturales de derechas han prestado atención al ensayo, pensamiento político, pero nunca a la creación. Aparecerán más libros doctrinales”. Y habrá que ver quién es el escritor de cabecera de Santiago Abascal.
es periodista freelance en El País, El Confidencial y Jotdown.