Tras una estancia en el extranjero, decidió volver a su país natal, como sucede con miles de personas todos los años. Y, como millones en el planeta, lleva un blog en que anota sus vivencias cotidianas como madre desempleada. ¿Por qué, pues, nos interesa tanto Yoani Sánchez? ¿Por qué la revista Times la incluyó en 2009 en su lista de las cien personalidades más influyentes del mundo? ¿Por qué ganó el premio de periodismo Ortega y Gasset? Porque más allá del talento y la inteligencia de la autora, que son grandes, todo lo hace desde una isla del Caribe llamada Cuba y ahí, como en una pesadilla literaria del peor Alejo Carpentier, lo normal es siempre extraordinario.
En Cuba nadie puede decir lo que piensa. Los medios están en poder del Estado, que acepta una única verdad oficial. El desahogo privado en las calles, además de inútil, es peligroso: alguien puede denunciarte. En Cuba no existe la opinión pública. Tampoco existe un mercado libre de papel, las máquinas de escribir están controladas, lo mismo que las imprentas, todas estatales, y las escasísimas fotocopiadoras son sólo de uso oficial. Repartir octavillas de denuncia es, más que un suicidio político, un sueño guajiro. Toda escritura impresa requiere de un sello, una autorización, y forma parte de un discurso vigilado. Cuba, o el secuestro de las palabras. Parafraseando a Carlos Puebla: Y en eso llegó internet y mandó hablar. Las tecnologías asociadas a la red han abierto un inesperado resquicio de libertad.
Cuba libre / Vivir y escribir en La Habana es un compendio de las entradas del blog de Yoani Sánchez, Generación Y, desde su creación en abril de 2007 hasta enero de 2009. El nombre del blog alude a todos los cubanos con nombre “raros”, mucho de ellos con y griega, producto del uso de la libertad de sus padres para nombrar a sus hijos, una de las pocas que no han sido abolidas en Cuba.
Un sociólogo puede, a partir de estas páginas, estudiar lo que significa vivir en una sociedad donde se ha abolido por ley el mercado, lo que, por una parte, hace que lo poco que existe sea escaso y difícil de adquirir y que, por la otra, el Estado se dedique a perseguir denodadamente a quienes intentan, por su cuenta y riesgo, crear cualquier tipo de empresa privada. Así, los policías vigilan que los coches que entran y salen de La Habana no lleven frutas ni pescados comprados en el mercado negro del campo o de la costa. Una escena no tan rara del campo cubano, según cuenta Yoani, es ver vacas amarradas a los rieles del ferrocarril. Como el gobierno vigila que no se sacrifique ninguna vaca, reservadas a su función lechera, este tipo de “accidentes” permite a los guajiros consumir carne de res.
Un economista puede extraer conclusiones demoledoras sobre la planificación centralizada. Y sobre el sistema monetario. En Cuba funcionan dos monedas: el peso, con el que se pagan los salarios y cuyo poder de compra es prácticamente nulo, y el peso convertible, paritario con el dólar, cuyo poder de compra se limita a tiendas destinadas a captar divisas. La sociedad de la igualdad se divide en dos: la paupérrima mayoría, que sobrevive gracias a la cartilla de racionamiento y los escasísimos bienes que puede adquirir con la moneda oficial, y la minoría privilegiada que tiene acceso a la divisa fuerte, ya sea por pertenecer a los círculos de poder, ya sea por recibir remesas del extranjero. Como Yoani cuenta, salir en busca de limones para combatir un catarro es una aventura quijotesca en La Habana de hoy, lo mismo que hacerse con una piña en un país tropical o conseguir broches para el pelo.
Un periodista encontrará profundamente atractiva la forma en que Yoani interpreta las noticias de su país, y cómo ha sabido descifrar las cosas que pasan, no por lo que se dice sino por lo que se calla. En Cuba se informa del resultado de hechos de los que no se había dicho nada previamente y se anuncian conclusiones de circunstancias que se desconocían. Así, de la mano de Yoani, el lector se convierte en hermeneuta de los crípticos medios cubanos.
Para un politólogo, este libro es un instrumento indispensable para estudiar cómo vivió la población la salida de Fidel del poder, la sucesión hereditaria a su hermano Raúl y cómo los tímidos cambios decretados desde el poder son paralelos a un aumento de la ya de por sí asfixiante represión. Yoani, nacida en 1975, nunca conoció otro presidente que Fidel Castro, ¡lo mismo que sus padres!, nacidos en 1954 y 1957, pero como la transición no existe y la salud obligó a Fidel a dejar su finca al hermano menor, lo que se respira en este proceso, que desde el extranjero ocupó tantas columnas y titulares, es fastidio.
Para un demógrafo, este libro es una ventana íntima para entender cómo pueden las familias vivir hacinadas entre abuelos, padres, nuevos matrimonios e hijos; qué pasa en un país con índice de crecimiento poblacional negativo y por qué sufre las tasas de suicidios y abortos más altas del mundo. Y no desde abstracciones, sino desde las vidas rotas de personas concretas.
Para un turista de regreso de la isla, aún obnubilado por el daiquirí, los sones y las mulatas (o mulatos), este libro es una guía por la ciudad que no pudo ver, protegido por el apartheid del dólar y los recintos exclusivos. La Habana real: colas, apagones y derrumbes.
Para los defensores de la revolución, este libro es un objeto peligroso. Yoani no quiere ser una disidente ni repite consignas de un signo o de otro: es simplemente una ciudadana que dice lo que piensa y que cuenta lo que vive. Se dice fuera de Cuba que al menos la revolución garantizó comida, educación y salud para todos sus pobladores. Cartilla de racionamiento, insuficiencia calórica y no pocas veces hambre es lo que uno aprende en este libro-blog sobre el primer punto. En cuanto a la educación, Yoani tiene un hijo, y lo que cuenta de la escasez de maestros, del discurso ideológico en las aulas, de la disciplina a rajatabla e incluso de las prácticas de tiro para un niño de once años, es un desmentido brutal de las virtudes de la educación socialista. Y sobre la salud, basta seguir sus peripecias para curarse una caries en un país sin aspirinas para sacar conclusiones.
Cuba libre es la bitácora de una habanera que estudió filología, pero no puede ejercer su profesión. Cuba libre es la historia de una madre que decide regresar a la ciudad de la que todo mundo intenta huir y sacar adelante a su hijo. Cuba libre es la historia de una ciudadana que quiere vivir al margen del Estado. Cuba libre es el testimonio de una mujer que, pese al miedo y las amenazas crecientes, incluida una directa de Fidel Castro, se esfuerza día a día por el contar la verdad al mundo. Cuba libre es un milagro. ~
(ciudad de México, 1969) ensayista.