Por la ubicuidad y asiduidad de su intervención pública, Octavio Paz es el polemista hispanoamericano más significativo del siglo XX. Prácticamente no hay debate en México en que Paz no haya tomado postura, y sus polémicas abarcan desde las querellas entre nacionalismo y cosmopolitismo de los años treinta y cuarenta hasta las discusiones sobre la guerrilla zapatista en los noventa. En 1984, Paz cumplió setenta años y, al mismo tiempo que se consolidaba como el intelectual mexicano más célebre en el mundo y recibía numerosos reconocimientos, experimentó uno de los debates más acerbos con la intelectualidad local. Desde principios de los años ochenta, el motivo de diferencias más señalado entre Paz y sus adversarios ya no fue solo el diagnóstico interno sino discrepancias muy puntuales en materia de política exterior. En los ochenta, la revolución en Nicaragua y la lucha insurgente en El Salvador revivieron el encanto utópico latinoamericano y en el respaldo a estos movimientos coincidieron la izquierda y el gobierno que, en un extravagante gesto diplomático durante el régimen de José López Portillo, reconoció a la guerrilla en El Salvador. Posteriormente, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, México formó el Grupo Contadora que promovía la pacificación de la región.
Para Paz, el cambio social en América Latina se encontraba indisolublemente ligado al avance democrático. La revolución nicaragüense había sido indudablemente justa y había convocado una amplia participación popular; sin embargo, dicho movimiento estaba siendo confiscado por una fracción de la dirigencia sandinista, cuya orientación obstaculizaba la vida democrática al interior del país y generaba un peligro para las naciones vecinas. Para Paz, con Nicaragua y con la situación en El Salvador, la historia latinoamericana se repetía trágicamente y se manifestaba en tiranías, guerras civiles y escenarios para el enfrentamiento velado entre potencias. Ya esta posición, antes de 1984, había sido motivo de escaramuzas intelectuales.
Entre los reconocimientos que Paz recibió en 1984 destacaba el Premio de la Paz de la Asociación de Libreros de Frankfurt. En la ceremonia, realizada el 7 de octubre, el escritor centró su discurso en la afirmación de que la defensa de la paz es inseparable de la democracia y, al referirse a la revolución sandinista, dijo que una solución en ese país comenzaría por el respeto a las libertades y la realización de elecciones. Si bien Paz se desmarcaba de la visión más socorrida de la izquierda que concebía a Nicaragua como una víctima inerme, también marcaba cierto matiz con la posición del gobierno mexicano y cuestionaba duramente el papel histórico de Estados Unidos (“Su responsabilidad histórica es innegable y sus actuales dificultades en la región son consecuencia de su política”). No se trataba, entonces, de una posición de condena unívoca a una posición y Paz rompió lanzas con diversos actores políticos.
Este discurso provocó un gran malestar entre grupos de izquierda y del partido oficial, y suscitó un conjunto de condenas en declaraciones y artículos. A los pocos días se difundió un pliego condenatorio a las opinio- nes de Paz firmado por 228 profesores de varias universidades. La irritación con las afirmaciones fue tan grave que, el 11 de octubre, durante una manifestación de rechazo a la visita a México del secretario de Estado norteamericano George Shultz, la efigie del escritor, enmarcada en una televisión, fue quemada frente a la embajada de Estados Unidos, bajo un coro que rezaba: “Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz”.
En los periódicos, fuera de unas cuantas defensas, se generó una copiosa ola de opinión hostil al poeta, que fue objeto de numerosas declaraciones, artículos y caricaturas adversas. Otras secuelas menores fueron los rumores sobre la suspensión de un homenaje musical a Paz en el Festival Cervantino (con piezas de Manuel Enríquez, Mario Lavista y Daniel Catán), las especulaciones sobre la ausencia del poeta de México y ciertos gestos, como la renuncia del actor Claudio Obregón a leer los poemas de Paz en el espectáculo de Manuel Enríquez.
El debate periodístico abarcó desde discrepancias concretas sobre la perspectiva de la situación política en Centroamérica hasta condenas meramente ideológicas. Para la mayoría de los participantes, al pedir democracia en Nicaragua, Paz ratificaba su conversión derechista, brindando el respaldo de su prestigio intelectual al asedio imperialista. Para otros, el purismo democrático de Paz era profundamente inoportuno en una situación de emergencia. Para otros más, la aparición de Paz en la televisión –hoy casi todos los intelectuales pelean su porción de pantalla– lo volvía cómplice natural de los intereses enajenantes y trasnacionales de los medios. Para otros, más que de mala fe, se trataba de la ingenuidad de un poeta que, desde su oscura subjetividad, confundía poesía con historia. Las especulaciones adquirían vuelo. Para algunos, Paz había hecho declaraciones contra Nicaragua en su búsqueda de notoriedad internacional para obtener el Premio Nobel, aunque con esas mismas declaraciones había dinamitado sus aspiraciones. Por supuesto, entre el conjunto de condenas automáticas había discrepancias sensatas, aunque se perdieron en el ruido, y lo cierto es que, apenas en un par de casos, el tema central de la democracia fue tocado por sus interlocutores. A continuación, un puñado de frases de esta olvidada querella.
Opiniones contrarias
Carlos Illescas, en La Jornada el 8 de octubre
A la vista del discernimiento del Premio Nobel, esa declaración justifica por qué Octavio Paz está en contra de Octavio Paz. La lucidez en su caso se pone al servicio de la mayor oscuridad, lo cual significa que es necesaria una valoración ética latinoamericana sobre un gran poeta que debería permanecer con la boca callada.
José Joaquín Blanco, en La Jornada el 8 de octubre
El proceso de derechización de Octavio Paz es cada vez más acelerado y ya no existe la menor diferencia entre su inspiración poética y la inspiración de [Barbro Owens-]Kirkpatrick.
Eraclio Zepeda, en La Jornada el 8 de octubre
El mismo Napoleón el mínimo se habrá sorprendido con el apoyo que le brindó don Octavio Paz al calificar de honesta la farsa electoral que lo instaló en el poder. Desconfiado como es, Napo pensaría que hubo sorna detrás de esas declaraciones. Lo triste es que no; don Octavio lo cree; como también cree que los mercenarios que asesinan maestros y campesinos nicaragüenses tienen ideas políticas y que no son guardias somocistas, casi todos.
Vlady, en La Jornada el 8 de octubre
Yo le pregunto a Octavio Paz: ¿Qué otra solución tiene para un pueblo asediado por sus necesidades más urgentes dentro de su país, y a la vez agraviado por un enemigo irresponsable y prepotente?
Roger Bartra, en La Jornada el 8 de octubre
Octavio Paz ha realizado un discurso solo aparentemente neutral y pacifista; de hecho, al hablar de Centroamérica ha sido tremendamente parcial. Ha exaltado unilateralmente las elecciones en El Salvador “como un ejemplo admirable de vocación democrática, a pesar de los guerrilleros”. En cambio ha denostado el proceso electoral en Nicaragua, que todavía no se realiza, explicando que “con ser esenciales, las elecciones no son todo”.
Huberto Batis, en Unomásuno el 9 de octubre
…resulta decepcionante, inmensamente descorazonador, si no indignante, que Octavio Paz se lance en la RFA contra el sandinismo.
Horacio Labastida, en La Jornada el 9 de octubre
…ni la ignorancia, ni las sofisticaciones de la poesía o la inteligencia, ni los muchos premios a las calidades personales explican tan descuidadas y desafortunadas opiniones.
José Antonio Álvarez Lima, en La Jornada el 10 de octubre
…más que declaraciones supuestamente bien intencionadas, lo que los pueblos centroamericanos requieren es comprensión, ayuda y solidaridad.
Rolando Cordera, en Excélsior el 10 de octubre
En su discurso Paz no fue imparcial; tomó posición a favor de los exguardias somocistas y eso a cualquier mexicano que se haya sentido orgulloso de su nombre no puede menos que causarle decepción.
Encarnación Pérez Gaytán, en El Sol de México el 10 de octubre
…el notable poeta de nuestro país hizo una campaña contra el gobierno de Nicaragua y contra el pueblo de El Salvador que se bate con las armas en la mano en defensa de su derecho a la democracia y a la libertad.
Manuel Blanco, en El Nacional el 10 de octubre
La pantalla refulge. Ha captado para todos nosotros el gesto convencido del viejo poeta. Los sandinistas han secuestrado la revolución, dice, y entonces hay que creerle sin reme- dio al antiguo maestro. Creeré en los movimientos por la paz cuando se produzcan en la Unión Soviética y en Cuba, afirma con ademanes rotundos y su mirada voltea discretamente como esperando los aplausos que extrañamente no se producen.
Raúl Moreno Wonchee, en El Día el 12 de octubre
…lo dicho por Paz no fue un alegato a favor de la libertad que trascendió la política, sino un acto político perfectamente calculado, orquestado y difundido, tendiente a apoyar la actitud de la administración Reagan…
Óscar González López, en Excélsior el 12 de octubre
La arremetida del laureado poeta contra Nicaragua le nubla la inteligencia y le impide ver, junto al pequeño grupo de miskitos desorientados y al puñado de renegados seguidores de Pastora, a más de doce mil contras somocistas que la CIA entrenó y pagó en Honduras y los infiltró al sur del río Coco.
Claudio Obregón, en Unomásuno el 12 de octubre
Había yo iniciado los ensayos con la Sinfónica, cuando Paz hace sus declaraciones y, obviamente, por la situación que vivimos, por las próximas elecciones en EU y en Nicaragua y por los esfuerzos de Contadora para pacificar las cosas, las declaraciones de Octavio Paz no pudieron ser más inoportunas, maniqueas, esquemáticas y reaccionarias. Por eso renuncié. ¡Es que no es posible!
René Avilés Fabila, en Excélsior el 13 de octubre
El propio Paz se juzga (y es sin duda) un artista. Sin embargo, es un hombre que ha gastado grandes energías a servir al más ramplón anticomunismo, con argumentos en verdad pueriles. Lo mismo en la televisión mexicana que en Alemania Federal. Vive obsesionado, fanatizado por las revoluciones y por cualquier actividad de los izquierdistas en el mundo. De tal suerte que ha olvidado sus reglas y ahora está vinculado a los intereses más bajos de la reacción política internacional.
Francisco Martínez de la Vega, en La Jornada el 16 de octubre
Lamentable caso el de esta tan excelente pluma, antaño esperanza de combatientes de la libertad y ahora escudo y orgullo de los enemigos de entonces. Son los que piden y reciben protección del Tío Sam, los hombres confiables y los apóstoles de la libertad. Los buenos están al lado de los que traicionaron y mataron a Sandino. Los malos son quienes reivindicaron sus hazañas y se preparan a morir en defensa de su territorio. Como la paz, la democracia se le ha hecho laberinto a don Octavio y ha perdido el hilo de Ariadna que antes encontró para salir tan airoso del de la soledad.
José Luis Ontiveros, en El Sol de México el 19 de octubre
Conocemos los límites de Paz, los límites trillados de su pensamiento. Conocemos, también, la virtualidad de su poesía, su poder de liberación espiritual. Su discurso, el de Alemania –no su discurso acostumbrado–, ha tenido una virtud secreta: llevar al extremismo a quien solo ha conocido el agua tibia.
Fernando Pishardo, en El Día el 20 de octubre
Resulta que en el próximo Festival Cervantino, si los organizadores no han cambiado de opinión, se le ha preparado un nuevo homenaje. Quien iba a leer sus poemas, Claudio Obregón, ha declinado tan dudoso honor. Esperamos que la SEP y la Subsecretaría de Cultura, como cabezas del sector y subsector, pero más como entidades del Ejército Federal [sic], actúen congruentemente con los postulados diplomáticos suscritos por Contadora y refrendados por nuestro mismo presidente de la república.
Gustavo Hirales, en Excélsior el 21 de octubre
La quema de la efigie de Televisa y su comentarista político de lujo no significa que la izquierda se haya transformado de perseguida en persecutora. Aun suponiendo, sin conceder, que fuera verdad lo que afirma [Gastón] García Cantú acerca de la supuesta involución moral de la izquierda, lo cierto es que esta no dispone de medios para perseguir, ni siquiera de carácter ideológico. Los perseguidores, en todo caso, son otros, los que tienen a su disposición los modernos y poderosos medios de difusión.
Jorge Castañeda, en Proceso el 21 de octubre
El discurso de Octavio Paz en Alemania fue retransmitido íntegro por Jacobo Zabludovsky tres o cuatro veces en 24 Horas de la tarde y de la noche. No es esta, desde luego, la primera ofensiva, ni la última, de Octavio Paz, de Televisa y de la derecha mexicana contra Nicaragua. Pero sí es la primera vez que se conjuga la mancuerna infernal europea de intelectualidad y medios masivos para atacar a Nicaragua: Octavio Paz es el gran intelectual mexicano y 24 Horas es el órgano de prensa en México con un número de televidentes diez veces mayor que el total de lectores de la prensa cotidiana no deportiva o de nota roja.
Heberto Castillo, en Proceso el 29 de octubre
Sus últimos años han sido de declive, rumbo al Nobel, a lograr la premiación de su obra por sus contemporáneos. No entiende que su obra ya está premiada por su talento, por su lucidez, por su hondura. No requiere de más premios para ser conservada para regocijo de los que vienen detrás. Pero su condición humana es así, busca reconocimientos que lo afirmen, que lo confirmen más y más. Y por ese camino Octavio Paz da tumbos y llega a Televisa. Ahí lo exhiben en todo su esplendor como analista, charlista, comentarista. Pero no como el ser humano que puede ser, que fue.
Opiniones favorables
Alfredo Márquez Campos, en Novedades el 10 de octubre
El problema más grave, señalado por Octavio Paz con la mayor valentía, es que mientras abiertamente el gobierno sandinista recibe ayuda de Cuba y de la Unión Soviética, no solo en armas y consejeros, sino que aparentemente en efectivos militares, es sabida la forma en que Estados Unidos auxilia a los grupos rebeldes que luchan contra el gobierno establecido.
Antonio Marimón, en Unomásuno el 13 de octubre
Paz habló de dos temas preocupantes: Nicaragua y El Salvador […] El factor verdaderamente nuevo que sostiene Paz, aparte de reconocer a una oposición no restauradora del somocismo, y por lo tanto legítima, es que además emite su propia opinión, es decir, que toma partido por un sector y no oculta su desconfianza ante los comandantes sandinistas. Este rasgo puede ser observado como un gesto de compromiso del escritor con el asunto, mas no como un punto de acuerdo con Reagan. Criticar la tendencia de los comandantes a no atender las particularidades regionales ni los segmentos autónomos de la sociedad, a aplicar una colectivización al estilo cubano, a militarizar y cubrir de mitos ideológicos la educación, a obstaculizar la prensa independiente, no es sinónimo de reaganismo. Es disentir con un modelo autoritario, que no equivale a lo mismo.
Gastón García Cantú, en Excélsior el 15 de octubre
Por un párrafo de Octavio Paz, leído en Frankfurt, ha brotado su [de la izquierda] incapacidad de oír, entender y discutir con quien no piensa como ellos. En las izquierdas mexicanas de esta hora no hay virtud política alguna, y sí la confusión y la ignorancia que arrastra como piedras pequeñas la corriente de su propia historia.
Abel Quezada, en Novedades el 16 de octubre
Rafael Moya García, en El Universal el 17 de octubre
Estimado don Octavio: A juzgar por todo lo que he leído sobre usted a raíz de su reciente discurso en Fráncfort, me temo que de ahora en adelante la única paz de la que podrá disfrutar –aparte de la interior que brota de exponer con toda honradez y sin miedo a las caricaturas y artículos periodísticos descalificativos de lo que uno piensa– va a ser la de su propio apellido paterno […] En la Iglesia católica solo hay un pecado que no se perdona: el pecado contra el Espíritu Santo (o sea el negarse a recibir el perdón). En el mundo de los intelectuales, en el que usted se mueve, hay un solo delito incapaz de absolución: el hablar mal de los comandantes sandinistas. Y usted ha cometido ese abominable delito.
Francisco Zendejas, en Excélsior el 17 de octubre
Varias veces hemos estado en desacuerdo con escritos de Paz, en especial cuando ensaya sobre la historia y algunas veces cuando ensaya sobre literatura. Pero de eso a intentar dar de baja su inmensa obra literaria hay la distancia de la Tierra a la Luna; de eso a lincharlo en efigie en pleno Paseo de la Reforma hay la distancia que media entre la diferencia de opiniones y el rencor irracional porque alguien de la más alta valía intelectual no acepte nuestras opiniones. Porque más que por su independencia política se le ha querido liquidar por envidia, rencor, sentimiento de inferioridad ante los altos y numerosos honores que Paz ha recibido este año.
Javier Álvarez Rodríguez, en Ovaciones el 18 de octubre
Estamos seguros que la “tormentita” desatada contra Paz por los amargados de extrema posición política, que en México no han logrado captar la simpatía de las mayorías, habrá de pasar en breve, y el personaje habrá de cimentar su nombre y trabajo intelectual en el sitio que le corresponde, sin importar que alguno o algunos no comulguemos con su pensamiento.
José de la Colina, en Novedades el 21 de octubre
Pero no es únicamente Octavio Paz el que ha sido insultado, difamado, simbólicamente linchado. En su persona se ha atacado también al pensamiento crítico, democrático, libre. El asunto deja de ser anecdótico, como podría parecerlo bajo una mirada superficial. El historial de una izquierda de simpatías o filiación marxista-leninistas muestra, desde muy antigua fecha, esa vocación oscurantista, perseguidora, fanática. Escritores de izquierda, que claman justamente contra cualquier falta a la democracia en sus propios países, consideran bueno que otros países vivan sin democracia, siempre que estén bajo la rúbrica del “socialismo”. Diputados que defienden tribuniciamente el derecho a la libre expresión de las ideas aplauden a países donde ese derecho es nulo y no hay más voz que la del Partido-Estado.
Enrique Krauze, en Novedades el 21 de octubre
Octavio Paz estará fuera de México hasta fin de año. Vuelta publicará en el número de noviembre su discurso de Fráncfort. Comparándolo con las reacciones que provocó, el lector podrá juzgar en “El Semanario Cultural” de Novedades, 21 de octubre, hasta qué grado un importante sector de nuestra izquierda académica, política e intelectual confunde –y, por lo visto a estas alturas, confundirá siempre– dos instituciones de Occidente: la Inquisición y la democracia.
Salvador Elizondo, en Novedades el 21 de octubre
Me parece, en primer lugar, que el discurso de Octavio Paz fue bastante razonado y razonable en términos generales. Solamente los necios se pueden obstinar en extraer conclusiones condenatorias. Su encomio de las elecciones en El Salvador se ve tanto más justificado por la reunión que en estos momentos tiene lugar en La Palma entre el gobierno y los guerrilleros y de la cual todos abrigamos la esperanza de que concluya con un arreglo satisfactorio que lleve la paz a ese convulsionado país. Esa junta no hubiera sido posible sin un consenso electoral previo que sirvió para distinguir a las facciones representativas en pugna. Considero que las apreciaciones de Octavio respecto a las próximas elecciones en Nicaragua son por todos conceptos justas y reflejan el mismo espíritu conciliatorio que las hizo posibles en El Salvador.
Alberto Ruy Sánchez, en Novedades el 21 de octubre
Esta oleada de rumores y agresiones contra la lucidez y la valentía de Octavio Paz hace evidente de nuevo lo que tanto impresiona de México en el extranjero: la supervivencia de una mentalidad totalitaria entre ciertos intelectuales más dispuestos al linchamiento que al diálogo. No en balde el marxista Henri Lefebvre ha repetido hasta el cansancio que en México sobrevive el viejo estalinismo como un dinosaurio conservado en hielo.
José Luis Cuevas, en Novedadesel 21 de octubre
Lo importante es que a Paz hay que verlo más que nada como un demócrata, como un hombre que no quiere la esclavitud y como un hombre con un gran sentido crítico hacia las posiciones extremistas de derecha e izquierda; él mismo advierte a Estados Unidos que sería una enorme torpeza cualquier intervención en Centroamérica.
Ramón Xirau, en Novedades el 21 de octubre
En el país se está cerrando la puerta al diálogo y aun a la discusión, y se prefieren los encasillamientos, las imprecaciones y la calumnia. Ya han empezado quemando en efigie a Octavio Paz, ya han recomenzado los métodos de la Inquisición y el fascismo, ya se prefigura entre nosotros el mundo que Orwell, Chapeck, etcétera, denunciaban y que es nuestro deber seguir denunciando.
Manuel Enríquez, en La Jornada el 22 de octubre
He leído con mucho cuidado su discurso, lo vi por televisión algunas veces e, independientemente de que me considero apolítico, creo estar de acuerdo con muchos de los conceptos que vierte Paz acerca de la situación política en Centroamérica. Ahora, hablando específica- mente de la actitud de ciertas gentes, encuentro abso- lutamente inexplicable, absurda y poco profesional la actitud de Claudio Obregón, quien tenía un compromiso ofreciendo el homenaje a Paz.
Jorge Hernández Campos, en Unomásuno el 23 de octubre
De donde la operación que hemos venido presenciando iniciada con una acusación de inmoralidad en la Cámara de Diputados (¿quién legitima en los acusadores el título de jueces de moralidad por ellos asumido?) y luego propagada al ejército capitalino (pues se trata de un fenómeno del DF: tampoco exageremos) de escritores alineados y a los batallones periféricos de la vociferación irracional. En verdad que se nos ha mostrado un esbozo de linchamiento que no se ha hecho efectivo por falta de poder.
Gabriel Zaid, en Vuelta de noviembre
La Asociación de Editores y Libreros Alemanes inauguró con Albert Schweitzer un Premio de la Paz que da cada año en la Feria Mundial del Libro en Frankfurt. Suele asistir el presidente de la República Federal Alemana, pero el 7 de octubre de 1984, rompiendo la tradición, el presidente alemán tomó personalmente a su cargo la exposición y encomio de la obra de Octavio Paz, que recibió el premio con este discurso, interrumpido varias veces por los aplausos de la concurrencia. En México, por el contrario, con asombrosa rapidez, a los tres días ya estaban listas 228 firmas de “profesores de todas las ramas científicas y culturales” de trece instituciones de cinco países, contra un pasaje del discurso. A través de artículos, encuestas, caricaturas y declaraciones que llegaron hasta la Cámara de Diputados avanzó un linchamiento que culminó dos días después ante la embajada norteamericana con la quema en efigie de Octavio Paz. No se echaron sus libros a la hoguera, pero se recitó un exorcismo coreado que decía: “Reagan rapaz, tu amigo es Octavio Paz”. Todo fue tan rápido, tan desmedido, tan eficiente, tan bochornoso, que no se entiende sino en la vieja tradición de los colgados para dar ejemplo. Pero el ejemplo resulta contraproducente. Si así se trata en México a un mexicano que, de paso y de lejos, critica al régimen sandinista, hay que imaginarse cómo se tratará en Nicaragua al que se atreva a abrir la boca.
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Hasta aquí la muestra del amplio debate que generó Paz ese año. Muchas reacciones deben leerse en el contexto del fragor político, otras en el terreno de la pelea ideológica más añeja, otras en el territorio del absurdo o la picaresca. Esta controversia es una muestra del papel que, a través de su vida polémica, jugó Paz en la articulación de razones y sinrazones en México y una pequeña radiografía de la polarización ideológica de una época no tan lejana. ~
(ciudad de México, 1964) es poeta y ensayista. Su libro más reciente es 'La pequeña tradición. Apuntes sobre literatura mexicana' (DGE|Equilibrista/UNAM, 2011).