La música de Kaija Saariaho es moderna y a la vez ancestral, pues representa una síntesis de disímiles líneas estéticas y procedimientos técnicos, desde el enfoque y cosmogonía particulares de esta compositora finlandesa. Cada una de sus obras encierra un mundo y entornos particulares de misterio, evocaciones poéticas y sensualidad; sin embargo, todas están unidas por el particular manejo que hace Saariaho de una amplia paleta de colores, matices y timbres que caracterizan su lenguaje musical.
El fallecimiento de Saariaho, el pasado 2 de junio a los setenta años, desplegó una sombra de pesar en la música contemporánea. Nacida en Helsinki en 1952, Saariaho es reconocida en el mundo por su extenso y polifacético catálogo de obras concebidas con ordenadores, así como por su trabajo con la cinta magnetofónica (con sonidos grabados previamente) y el uso de medios electrónicos en vivo junto a los instrumentos acústicos o convencionales.
Aprovechó las técnicas y las propiedades de las computadoras para seleccionar los colores tonales y transfigurarlos poco a poco en nuevos tintes. Del mismo modo ideó extraordinarias texturas y disposiciones armónicas, aplicando el método de análisis espectral del sonido y, a este, sus conocimientos en artes visuales, obtenidas en sus primeros estudios en la Universidad de Arte y Diseño de su ciudad natal, antes de vincularse a la Academia Sibelius.
Muestras de este quehacer se observan desde las obras que Saariaho compuso a finales de la década de 1980, que la catapultaron a la fama internacional. Son los casos de Lichtbogen (“Arco eléctrico”) para conjunto de cámara y electrónica, de 1986, inspirada en los tonos cambiantes de la aurora boreal; e Io, pieza sugerente del mundo volcánico e inhóspito de una de las lunas de Júpiter, compuesta para un conjunto de cámara, cinta magnetofónica e instrumentos electrónicos en 1987.
Las fuertes emociones de estas músicas, las sugerentes relaciones con lo etéreo, el infinito y el universo se translucen en las texturas de las masas de sonido que se escuchan en estas piezas y se perciben de manera similar en otras como Du Cristal y …à la fumée. Estas piezas, que sugieren estados opuestos de la materia, toman su título del libro Entre el cristal y el humo: ensayo sobre la organización de la vida,del biofísico francés Henry Atlan, y fueron concebidas para orquesta sinfónica y sintetizador entre 1989 y 1990.
No solo los instrumentos acústicos fueron objeto de este tipo de trabajo, sino también las voces humanas, como lo muestra, entre otras composiciones, su primera ópera, L’amour de loin (“El amor de lejos” o “El amor distante”), de 2000. Pensada para tres cantantes solistas (soprano, mezzo soprano y barítono), coro y orquesta, con apoyo de banda magnetofónica y el empleo de la voz amplificada, esta obra constituye un paradigma en el empleo de los medios electrónicos en la ópera moderna. Asimismo descuella por su profundo dramatismo, fruto de la estrecha relación de la compositora con el teatro y el influjo de este en su música.
Aunque Saariaho ideó la música electrónica combinándola con los instrumentos acústicos durante una buena parte de su trayectoria creativa, también se inclinó por el uso exclusivo de los medios sonoros tradicionales, a solo y en formaciones de cámara y orquestales a partir de la década de 1990. “Si la humanidad ha de sobrevivir, la música también sobrevivirá, y estoy segura que sobrevivirá sin la electrónica y sin los ordenadores”, dijo la compositora acerca del futuro, en una entrevista de 2014.
Con todo, Saariaho incrementó las experimentaciones con los instrumentos acústicos. La gran mayoría de las obras que compuso para los medios sonoros tradicionales se destacan por la experimentación tímbrica, por razón del uso de las técnicas extendidas o la ejecución no convencional de los mismos, un recurso característico de la música modernista de finales del siglo XX y la presente centuria.
El uso de los frulatos, microtonos, los sonidos de aire huecos y percusivos, los armónicos y las sonoridades múltiples que mezclan, por ejemplo, la simultaneidad de cantar y tocar para los músicos, o de emitir dos o más sonidos a la vez (multifónicos) son algunas de las tácticas explotadas en la música de esta compositora que podemos escuchar en conciertos para solistas como el Graal Théǎtre (“Teatro del Grial”) para violín y orquesta de 1994, y Aile du songe (Ala de ensueño) para flauta y orquesta de 2001.
En México tuvimos la fortuna de contar con la presencia de Saariaho en varias oportunidades durante la última década. En su primera visita, en 2014, fue homenajeada en el vigésimo sexto Festival de Música de Morelia y recibió la condecoración Miguel Bernal Jiménez. En el marco de este evento, el Centro Cultural Clavijero exhibió la instalación electroacústica Nox Borealis, del artista francés Jean Baptiste-Barriere, inspirada en creaciones de Saariaho. En aquella ocasión se también escucharon en conciertos en vivo sus obras Fall (Caída), para arpa y electrónica, Six Japanese Gardens (Seis jardines japoneses) para percusión y electrónica, y Terrestre, para flauta solista, percusión, arpa, violín y cello, a cargo del International Contemporary Ensamble (ICE). Aile du songe fue interpretada por la flautista Camila Hoitenga ‒a la que Saariaho dedicó la creación de esta pieza‒ y la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto.
Saariaho también impartió diversas clases magistrales en el Conservatorio Las Rosas, aportando a la formación de varios compositores y profesores mexicanos que hoy en día educan a las nuevas generaciones de músicos. Un año después en 2015, trabajó su obra Lichthogen como compositora residente con el ensamble del Centro de Experimentación y Producción de Música Contemporánea (Cepromusic), entrenando a una serie de músicos y un ensamble destacado en la vida cultural de nuestro país.
En México, su música está vigente en las presentaciones de cámara y sinfónicas, y los distintos eventos nacionales e internacionales organizados en el país. En este contexto sobresalen el estreno latinoamericano de L’amour de loin por la Compañía Nacional de Ópera en el Teatro del Palacio de Bellas Artes en 2019; la ejecución de Aile du songe, por el flautista mexicano Alejandro Escuer junto a la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de José Luis Castillo en 2020 y, más recientemente, la ejecución de Asteroide 4179:Toutatis por la Orquesta Sinfónica de Minería, durante la temporada de verano del año pasado.
En el resto del mundo, las obras de Saariaho conforman los repertorios de diversas orquestas, ensambles de cámara y solistas, y han sido editadas por prestigiosos sellos discográficos. En 2017, Radio Francia y la vigésima séptima edición del Festival Présences dispuso la realización de su retrato monográfico, en retrospectiva, y abarcó casi tres decenas de las más de cien piezas que contiene su catálogo. Sus piezas se interpretan en los festivales de música contemporánea más significativos de Europa y América, y en particular los dedicados a las mujeres compositoras. Saariaho no solo es significativa dentro de este grupo, sino representa un clímax para la creación musical contemporánea a nivel internacional.
Tras su fallecimiento, esta compositora finlandesa seguirá viviendo a través de su música en la memoria histórica de su país y la humanidad. De hecho, una de sus últimas piezas, un concierto para trompeta, tendrá su estreno póstumo en Helsinki en agosto del próximo año. La apasionada creación de Kaija Saariaho aún nos reserva nuevas sorpresas. ~
Ana Gabriela Fernández (Cuba-México) es pianista. Graduada de maestría y doctorado con mención honorífica en la UNAM. Ha obtenido diversos premios en certámenes nacionales e internacionales. Ha realizado numerosos recitales y conciertos en Cuba, Estados Unidos, Canadá y México.
Ha sido becaria del Belgais Center for Arts con Maria Joao Pires, en Castellón Branco, Portugal y de la OAcademy (2022), con la pianista venezolana Gabriela Montero. Funge como coordinadora institucional del sitio Zona Paz y es candidata al posdoctorado en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.