Empiezo a mitad de lectura del libro de Peter Ames Carlin Este grupo se llama R.E.M. (Contra, 2025). R.E.M, como una versión de final de década de Talking Heads. Grupos surgidos de escuelas universitarias, de estudios de bellas artes, capaces de depurar la creatividad hasta decantarla en tres minutos. Pintura o escultura, algo de matemáticas, la literatura inglesa… y las radios de madrugada, con cigarrillos a medio fumar y latas y más latas de cerveza, tibia y con la ceniza nadando en lo más profundo de la noche. Entrevisto a José Lapuente, vocalista y compositor de Proscritos y Dos Lunas, bandas que absorben el rock de los outlaws y que, a finales de los noventa, están fascinados por la aparición del Alt-Country y el nuevo rock americano. Tiempos de Uncle Tupelo, Son Volt, The Jayhawks y, sobre todo, Wilco. Me hace una confesión: “Todo esto empezó con R.E.M.”, pero no el de Green o el de Automatic, con el R.E.M. de Murmur (1983) y Reckoning (1984).
Entre eso y el salto a la fama: radios universitarias y canciones que mezclan The Byrds con lo más acústico de The Velvet Underground. 1988, Green. Con “Stand”, esa canción del disco que se introduce muy adentro en nosotros, memoria de televisión de pago, de cable, una serie tóxica, una serie que producía vergüenza en su estado más puro: Búscate la vida (Get a Life) con Chris Elliott en Canal +. R.E.M. y sus canciones para el humor más oscuro. Si Bob Dylan escribió “Lenny”, Stipe compuso los versos de “Man on the moon” dedicados de Andy Kaufman, un psicótico humorista, entre Elvis y John Belushi. En 1991 llega Out of time. Primero la mandolina de Peter Buck. Después el videoclip. Todos los años noventa pensando que Michael Stipe es una especie de Sinéad O’Connor, más queer, contra la Iglesia católica. 2025 y descubrir que las canciones pueden ser más grandes que la vida, pero que perder la religión es una expresión que se utiliza para cuando uno se vuelve muy loco. Amor, siempre amor. Y millones de discos. Y el contrato más importante de la historia de la música hasta ese instante.
1992, cuando parecía imposible, el tercer vinilo, ¿el mejor? Esto no es una carrera de sacos, ya lo sabemos. Está, claro “Man on the moon” y “Everybody hurts”, pero el comienzo, con “Drive”, el comienzo del disco, con la acústica jugosa, salvaje, el punteo, es la sensación de estar completamente perdido, de que solo queda la televisión y las historias. Cine y política. El cine de Stipe pasa por Jim Carrey y Cómo ser John Malkovich. Metacine. Dentro y fuera. Es arte del mensaje cuando el mensaje se ha agotado. Decir que R.E.M. es una banda política acaba siendo reduccionista. A favor de la independencia del Tíbet, contra la saga de los Bush, sí a Clinton. VIH, la macropolítica vegetariana. Una foto de Morrissey y Michael Stipe. La americana de Morrissey es demasiado grande incluso para el comienzo de los noventa, como si quisiera contener dentro de él a la humanidad al completo.
¿Qué puede hacer una banda después de definir los noventa? Darse cuenta de que, en realidad, no lo han hecho, de que son una banda de los ochenta con guitarras acústicas y violines en vez de sintetizadores y que los chicos de Seattle se los van a llevar por delante. Quizá cuando Stipe balbucea aquello de “Hey kids, rock and roll” comenzaron a darse cuenta. ¿O cuando apareció Monster en 1994 y What’s the frequency, Kenneth? Parecía salido de la punzante electricidad opiácea de Pearl Jam o Stone Temple Pilots. Les hicieron un sitio en aquel CD, edición española, Vértigo se llamaba, que recopilaba a Sonic Youth o Gun’s and Roses haciendo una versión de Sympathy for the devil de The Rolling Stones. ¿Qué le queda a R.E.M.? Repito la pregunta: salir a la carretera. Hacer estadios. Ellos, que eran estrellas del rock, parece que no lo sabían. Entre medio, mueren Kurt Cobain y River Phoenix. Qué hacer después de la pólvora de Cobain y el pote belga de Phoenix. Glam, ruido, una leyenda urbana (dime la frecuencia, dime la frecuencia, se está terminando el papel de aluminio). “E-bow the letter”, primer sencillo de New Adventures in Hi-Fi, justifica una vida. O más bien esas dos muertes. Es 1996 y el sueño se acaba. O termina cuando graban “Star me kitten” con William S. Burroughs recitando la parte vocal de Stipe para el disco Songs in the key of X: Music from and inspired by the X-files. Un gatito, Burroughs y Expediente-X, ¿qué más vas a pedir?
¿Dónde estabas tú cuando el batería sufrió un aneurisma? ¿Puedes recordarlo? Quizá él tampoco. Pero no puedo olvidar cuando publicaron Up. Mi disco favorito. Pasaba los días embutido en una bata de laboratorio, fumando ducados rubio junto a las bombonas de gases nobles y las bombonas de gases explosivos que usábamos en aquel sitio. Cigarrillos junto al hidrógeno. Arriba. Up grabado sin batería, con cajas de ritmo analógicas, percusiones sencillas, electrónica minimalista, casi techno alemán. Las canciones sobre nadar de noche continuaban, pero ahora los protagonistas podían morir ahogados. El señor del aeropuerto, el profesor sin esperanza, una canción que se parecía tanto a “Suzanne” de Leonard Cohen que tuvieron que incluirlo en los créditos. De Leonard Cohen habían grabado “First We Take Manhattan” en 1991 dentro del álbum tributo I’m your fan: The songs of Leonard Cohen producido por la revista francesa Les Inrockuptibles. Michael Stipe tocando sintetizadores con un dedo, guitarras de campamento, eligiendo sus versiones para el directo, siempre las mismas, bandas y referentes. Recorremos grabaciones y conciertos para encontrar “Afterhours”, “Femme fatale”, “What goes on” y “Pale blue eyes”, temas de The Velvet Underground sin distorsión, melodía y guitarras acústicas. Las canciones que Lou Reed escribió para Nico y que acabó cantando él. O Mo Tucker, que es prácticamente lo mismo.
En 1999, R.E.M. se presenta en el festival de Glastonbury. Elegir esa fecha, elegir la banda, con sus músicos de apoyo, ese escenario, no es baladí: no están en lo más alto de su capacidad compositiva, ni siquiera mediática. Sin batería, con unos músicos de apoyo que hacen de su propuesta algo nutritivo y jugoso, que los animan a interpretar sus temas con actitud y salvajismo, ese concierto, en el corazón del pop, en la Gran Bretaña, es un resumen perfecto, es el repertorio a capturar en ámbar. 2005, darse cuenta de que, cuando las bandas de estadio llegan a Zaragoza debería ser su primer aviso: Oasis, Depeche Mode, Rolling Stones, The Cure… R.E.M. Michael Stipe y el resto de la banda. Eso estaba cada vez más claro. Escuchar la versión de “Sponge” de Vic Chesnut que hacían en directo, darse cuenta de que estaban demasiado lejos de The Gun Club, Stipe se maquilla con pintura facial de color azul e intenta parecer un replicante. Quizá lo sea. Tiempo de Philip K. Dick. Azul, muy azul. Empiezan a reeditar los tebeos de Daniel Clowes. R.E.M. graban en Berlín las últimas notas antes de separarse. Collapse into now, 2010. En los Hansa Studios, cuando el Muro lleva dos décadas convertido en piedras y material para las tiendas de recuerdos. ¿Todavía siguen juntos? Buena pregunta. La mejor pista para darse cuenta de que la separación es inminente es echar mano de Patti Smith para que grabe unas voces en “Blue”. No se puede hablar de repetir la jugada. Se puede escribir.
El libro sobre R.E.M. funciona como diario de grabación, anecdotario de giras, ofrece detalles brillantes de los instrumentos y los arreglos que la banda utiliza en los temas. Coloca a R.E.M. en el cronograma de la historia, la política de la década, el cambio en las formas de comunicación. R.E.M. es una banda que se ha encontrado en todos los estadios de la cultura pop: desde banda de culto, salto a la multinacional, espectáculo para estadios, el cambio de sonido con el cambio de siglo (de guitarras a sintetizadores), de anti-MTV a producto expuesto, de imitar a The Byrds y la Creedence Clearwater Revival a ser parte del canon. De contar los discos por millones a ser pirateados. De gustar a los indies, los niños bien y los estudiantes de escuela de arte. Y todo, parapetados tras una buena dosis de miopía y alopecia. No sé si podrían dar más razones para que este libro fuera necesario.