Adiós a Trump

Desde que anunció su interés en contender por la presidencia de Estados Unidos, seguimos los pasos de Trump. Este es un recorrido por algunos artículos destacados.
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El 16 de junio de 2015, Donald Trump descendió por una escalera eléctrica para anunciar su intención de buscar la presidencia de Estados Unidos. En los meses previos a las elecciones primarias de 2016, recorrió Estados Unidos y ganó adeptos con base en dos promesas: “Hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo” y “Construir el muro” en la frontera con México.

Muy pronto fue evidente que aquella candidatura tenía el potencial de ser algo más que una anécdota de tiempos electorales. Ya en noviembre de 2015, en Letras Libres reprodujimos la carta en la que decenas de intelectuales hispanos condenaban el “discurso de odio” de Trump, que “apela a las más bajas pasiones, como la xenofobia, el machismo, la intolerancia política y el dogmatismo religioso”. Y en enero de 2016, Enrique Krauze escribió: “Estados Unidos […] incuba el huevo de la serpiente: un populista de extrema derecha –que además es megalómano, narcisista, paranoico, y tiene ciertos tics nazi-fascistas– puede convertirse en candidato a la presidencia por el Partido Republicano” y concluyó: “Trump es un peligro real e inminente”.

Ya se sabe lo que ocurrió en los meses subsecuentes. En una candidatura sostenida “a base de bullying y autocelebración”, como escribió Alberto Fernández, Trump arrasó en las primarias del partido Republicano y, ante los ojos incrédulos del mundo, consiguió apoyo gracias a sus promesas huecas y a una crisis cultural que supo aprovechar. En un error histórico, México, el país que fue blanco de sus ataques y alimentó su discurso de odio, le abrió las puertas y le dio un espaldarazo en un momento bajo de su campaña.

En octubre de 2016, en una portada que le dio la vuelta al mundo, lo escribimos sin ambajes: Trump es un Fascista americano. Un mes después, contra los pronósticos, ganó la presidencia.  

Las pretensiones de Trump quedaron claras en su discurso de investidura, el cual Luis Antonio Espino leyó como “el primer decreto de un Emperador”. En Letras Libres no quitamos el dedo del renglón. La crítica contra el “Calígula en Twitter”, el llamado a enfrentar al “bully del barrio” –ambas, descripciones de Enrique Krauze–, fueron constantes en nuestras páginas. “Municiones contra Trump” fue el título de nuestro número de marzo de 2017; en él reunimos puntos de vista sobre el papel que la izquierda, los sindicatos, el periodismo o el feminismo deberían jugar para hacer frente a la era Trump.

En 2020, los ciclos de la democracia pusieron a Trump de nueva cuenta frente a las urnas en circunstancias menos favorables. Ante una crisis sanitaria, económica y social, escribió León Krauze, “la presidencia de Donald Trump parece estar llegando a su fin”. Y así fue. Luego de un conteo prolongado, exasperante, sabemos que Joe Biden ha sido electo presidente de Estados Unidos.

Muy probablemente, el fin de la era Trump no significará el fin del trumpismo, que es el nombre que en esta época y en ese país ha adoptado la mezcla históricamente añeja de racismo, misoginia, discurso de odio, xenofobia y anticiencia. Será preciso seguir sus pasos con atención y seguir buscando desentrañar sus causas.

Pero hoy, el mundo respira aliviado.

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