En momentos de desastres, los presidentes priistas del siglo pasado pedĆan unidad a los mexicanos. Su fĆ³rmula era mĆ”s o menos la siguiente: la patria estĆ” a prueba, son momentos de desafĆo y esta es la hora de la unidad. TodavĆa Enrique PeƱa Nieto utilizĆ³ ese manido recurso: la coyuntura es compleja, los tiempos son difĆciles, los mexicanos necesitamos estar mĆ”s unidos que nunca.
En realidad, ese llamado era un exhorto para bajar el volumen de las crĆticas a sus gobiernos, reducir la fiscalizaciĆ³n formal o periodĆstica y aceptar sin respingos las decisiones de los burĆ³cratas.
Eso es lo que pedĆan los priistas cuando hablaban de unidad ante los problemas: querĆan silencio y aceptaciĆ³n, ojos ciegos ante los errores y boca cerrada ante canalladas y abusos de los encargados de las bolsas millonarias para un desastre. Los gobiernos de todos los signos se deleitan pidiendo que se les deje en paz, que no se les critique y, de ser posible, que se les aplauda en una conferencia de prensa matutina.
Lo de la unidad siempre me pareciĆ³ ridĆculo. Pero hay un concepto cercano que tiene mucho mayor sentido: la colaboraciĆ³n.
Se puede colaborar sin callar. Se puede trabajar en equipo sin hacer la vista gorda ante la corrupciĆ³n, las equivocaciones o las debilidades y sobre todo, es posible diseƱar una matriz de trabajo conjunto para aprovechar la disciplina de las fuerzas armadas, la voluntad de los ciudadanos activos, la disposiciĆ³n de los desesperados, los recursos de las iglesias, la experiencia de las organizaciones civiles, el conocimiento de los expertos y la capacidad de articulaciĆ³n central de un presidente. Esa matriz existe: es la Ley de ProtecciĆ³n Civil.
ĀæCĆ³mo? ĀæNo tenemos que empezar de cero para alcanzar a JapĆ³n y su refinada articulaciĆ³n civil ante los sismos o a Francia y su descentralizada respuesta pĆŗblico-privada ante una emergencia?
No. MĆ©xico no es una poblaciĆ³n rural del medioevo cuya sociedad estĆ© aprendiendo a leer y sus instituciones sean hechiceros, mesĆas o guerreros. No somos un grupo de recolectores de frutas que temen que llegue un dios vestido de huracĆ”n. Somos un paĆs con universidades, expertos, fuerzas armadas, instituciones, sociedad civil, infraestructura tecnolĆ³gica, pero sobre todo, un paĆs con una trayectoria sĆ³lida en el diseƱo de nuestra protecciĆ³n civil.
No estoy pecando de optimista ni de ceguera. Tengo claro que la tragedia guerrerense se agrava por la incapacidad gubernamental (y social) para enfrentar la desgracia y lo que pretendo hacer con esta reflexiĆ³n es poner el acento en lo que se ha hecho antes y cĆ³mo con eso se puede hacer algo despuĆ©s.
Regreso al tema del diseƱo. Desde 1966, nuestro ejĆ©rcito elaborĆ³ esa maravilla de protocolo de auxilio a la poblaciĆ³n civil que se conoce como DN-III. Actualmente tengo una percepciĆ³n negativa del ejĆ©rcito mexicano pero ese plan es una maravilla. Simple y claro: un grupo pone refugios temporales, otro hace diagnĆ³stico de la zona, otro bĆŗsqueda y rescate, otro distribuye insumos, uno mĆ”s se encarga de los heridos, mientras una cuadrilla remueve escombros y otra recupera las vĆas de comunicaciĆ³n. Lo estoy simplificando pero es mĆ”s o menos asĆ y para nuestras fuerzas armadas esta es una logĆstica sencilla, probada y practicada desde hace mĆ”s de 50 aƱos.
Esta logĆstica, sin embargo, necesita de un marco. No es lo mismo el desbordamiento de un rĆo en una poblaciĆ³n pequeƱa a un sismo de 8.5 grados en la capital del paĆs o un huracĆ”n de categorĆa 5 en un puerto turĆstico. AhĆ no basta con que un general sepa quĆ© hace el siguiente de la cadena de mando y no basta con que el presidente sepa lo que hace su general.
En todos los paĆses del mundo, la protecciĆ³n civil es un esfuerzo de colaboraciĆ³n. No solo para sumar recursos y voluntades, sino para evitar que se estorben. A veces una camioneta particular llena de latas de atĆŗn puede ser todo lo contrario a una ayuda en el lugar equivocado. Puede convertirse en un damnificado mĆ”s. Puede ser una elecciĆ³n equivocada de recursos.
En Francia, la protecciĆ³n civil es una instituciĆ³n gubernamental autĆ³noma relativamente pequeƱa: tiene 2 mil 500 elementos. Sin embargo, se apoya en una federaciĆ³n de voluntarios plenamente capacitados de 250 mil personas, repartidos en todo el territorio en distintas asociaciones civiles registradas y entrenadas con protocolos uniformes. Ellos pueden actuar sin el gobierno. El gobierno puede actuar sin ellos. Pero si se necesitan, tienen la fortuna de poder sumarse.
Aunque no lo crean, en MĆ©xico puede haber algo parecido, pues la norma lo prevĆ©. La Ley General de ProtecciĆ³n Civil establece la participaciĆ³n de la sociedad, la colaboraciĆ³n entre entidades de gobierno, quiĆ©n decide cuĆ”ndo hay una emergencia y quĆ© papel tiene el gobierno federal. Hay un Sistema Nacional de ProtecciĆ³n Civil (sistema, no ministerio, no cuartel), una coordinaciĆ³n, un consejo y unos recursos. Hay un Fondo Nacional para Desastres Naturales (antes fideicomiso, hoy cajĆ³n), habĆa un Fondo Nacional para la PrevenciĆ³n de Desastres; tenemos comisiones legislativas que trabajan sobre protecciĆ³n civil, sistemas estatales de protecciĆ³n civil y para fortuna mexicana hay miles de organizaciones ciudadanas que cubren un abanico impresionante: desde los topos rescatistas hasta los que mandan croquetas para gatos, pasando por altruistas con foco en los penales o con experiencia en refugios. Hay mexicanos que se lanzan a cocinar y mexicanas que acuden a amamantar.
Tenemos las instituciones, tenemos el marco normativo y tenemos el recurso y la voluntad social. Hay que hacerlos funcionar.
El presidente debe recordar que somos una federaciĆ³n, no su priorato, y una de las ventajas de estar en federaciĆ³n es la subsidiariedad. No, no se trata de que Jalisco, Guerrero o MichoacĆ”n sean previsores y tengan sus seguros para desastres. Deben tenerlos, claro, pero para ayudar estĆ” todo el paĆs: con un fideicomiso del presupuesto federal (que es de todos los estados) el apoyo de las fuerzas armadas subordinadas a la CoordinaciĆ³n Nacional de ProtecciĆ³n Civil, puentes interestatales de ayuda humanitaria y matrices de articulaciĆ³n de la sociedad civil.
Entre 1999 y 2023 hemos tenido 746 desastres naturales. Todos los mexicanos, o casi todos, priistas, panistas, de Morena o apartidistas, hemos hecho algo ante algĆŗn desastre. Las piezas son buenas, el rompecabezas se puede armar. ~
es politĆ³loga y analista.