Algunas ideas para los debates

Es indispensable que el 2012 marque un parteaguas en la vida pública mexicana con debates libres, diversos y bien organizados.
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Celebro que se haya formado una comisión para estudiar la realización de debates presidenciales en México. La discusión civilizada de ideas es fundamental en la construcción de una sociedad sana. Basta presenciar un “debate” entre nuestros legisladores —recientemente ridiculizados con angustiosa precisión por la revista The Economist— para darse cuenta de que, por la razón que sea, en México no hemos aprendido a confrontar y defender ideas con vehemencia, pero también tolerancia. Somos un país de picajosos. Y eso, en democracia, es un grave defecto. Por eso es indispensable que el 2012 marque un parteaguas en la vida pública mexicana con debates libres, diversos y bien organizados.

Algunas ideas. Me parece, primero, que la comisión debería promover la organización de tres debates. Ni más, ni menos. Es natural que los candidatos que van a la zaga del puntero busquen un mayor número de encuentros. Pero creo que la experiencia internacional indica que es mucho más práctico y sensato ceñir los encuentros a la cifra que he sugerido. Desde hace un par de décadas, en Estados Unidos se llevan a cabo tres debates. Lo mismo ocurrió en Gran Bretaña en la histórica campaña en la que resultó electo David Cameron. Por cierto: otros países, como Francia y España, realizan un número menor. La comisión debe resistir esa tentación: uno o dos debates no serán suficientes.

Pero la cantidad de sesiones a realizar es, en el fondo, lo menos importante. La comisión podría agendar 20 debates: de poco servirán si el formato se reduce a esa simulación que hemos visto en las elecciones mexicanas. La comisión deberá ser valiente y atreverse a definir los encuentros usando tres ejes: temática, moderadores y dinámica. La experiencia estadunidense también puede resultar útil en este rubro. Muchas veces, en Estados Unidos se organizan debates por temas. De esa manera, por ejemplo, la comisión mexicana podría proponer encuentros sobre, digamos, seguridad, economía, educación y sociedad. Circunscribir cada encuentro a un gran tema permite a los candidatos concentrarse, abundar y (asunto crucial) confrontar ideas sin distracciones.

Una vez establecidos los temas, la comisión deberá elegir a los moderadores correctos. No es un reto menor. Hasta ahora, los debates presidenciales en México han sido guiados por colegas muy respetables que, sin embargo, han visto su imaginación periodística maniatada por las reglas impuestas por los participantes. Un moderador no es un repartidor de turnos al micrófono; un moderador provoca, enciende, confronta, invita, en cierto sentido, a la falta de moderación. La comisión debe asignarlos tomando en cuenta la imparcialidad, el profesionalismo y, sugiero, el atractivo de los implicados. A riesgo de sonar pedestre: a la democracia mexicana le beneficiarían debates con alto rating. Quizá un debate podría ser moderado por periodistas de medios masivos privados, uno más por colegas de la televisión pública, otro por los editores de los cuatro diarios más importantes del país (Jornada, MILENIO, Universal, Reforma). En todos deberían participar, de alguna manera, expertos académicos. Todos, por cierto, deben transmitirse en el horario estelar de las cadenas televisivas.

Pero todo lo anterior palidece ante la consideración de la dinámica de cada encuentro. Los debates a puerta cerrada, con tres podios limpiecitos y una cámara fija en medium shot frente a cada candidato son, por decir lo menos, cosa del pasado. Idealmente, los debates en 2012 deberán realizarse con público. Ese público debería plantear preguntas en completa libertad. El formato deberá, también, permitir la participación de ciudadanos a través de las redes sociales. Uno de los debates más extraordinarios que he visto fue el organizado por CNN y YouTube en 2007. Los candidatos respondieron preguntas enviadas por video a YouTube y seleccionadas, con libertad, por los periodistas de CNN. Fue un espectáculo democrático.

En suma, la comisión de debates tiene en sus manos la posibilidad de llevar la democracia mexicana al siglo XXI. Veremos si está a la altura del desafío.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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