Aperturismo o repliegue

La batalla entre la derecha y la izquierda ha mutado en una nueva confrontaciรณn entre quienes quieren una sociedad cerrada y quienes prefieren una sociedad abierta.
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Una encuesta de YouGov realizada entre 12.000 personas ha revelado recientemente que cerca de la mitad de los europeos adultos tienen opiniones que podrรญamos catalogar de โ€œextremistasโ€ o โ€œautoritarias y populistasโ€. En Francia representan al 63% de los encuestados, en Reino Unido al 48% y en Italia al 47%. En paรญses como Rumanรญa o Polonia, son el 82% y el 78% respectivamente.

Lo mรกs llamativo de la encuesta es que las actitudes extremistas no se limitan al electorado mรกs escorado ideolรณgicamente, sino que recorren transversalmente el eje izquierda-derecha. En Dinamarca, por ejemplo una cuarta parte de quienes se declaran centristas sostiene opiniones autoritarias y populistas, una proporciรณn similar a la que se da en el grupo de quienes se sitรบan en la extrema derecha.

Esta encuesta sirve para constatar algo que los analistas vienen destacando desde hace tiempo: la tradicional divisiรณn izquierda-derecha es insuficiente para explicar los comportamientos polรญticos actuales. La divisiรณn ideolรณgica clรกsica, construida sobre una dimensiรณn econรณmica y otra cultural, ha ido transformรกndose paulatinamente desde la caรญda del muro de Berlรญn.

Algunos expertos consideran que la batalla entre la derecha y la izquierda ha mutado en una nueva confrontaciรณn entre dos visiones antagรณnicas: la de quienes quieren una sociedad mรกs cerrada y la de quienes se encuentran cรณmodos en las sociedades abiertas. El auge del populismo y el declive del centro-izquierda tienen mucho que ver con esta transformaciรณn.

Como ha explicado Guillem Vidal, los partidos populistas han rentabilizado un discurso que, en lo econรณmico, no varรญa demasiado del proyecto socialdemรณcrata clรกsico: defienden la redistribuciรณn de la riqueza, mejores servicios pรบblicos y un estado de bienestar sรณlido. En cambio, en la otra dimensiรณn del eje izquierda-derecha, la cultural, se muestran excluyentes con la inmigraciรณn y desconfรญan de la integraciรณn europea. Es lo que podrรญamos definir como โ€œchovinismo de bienestarโ€.

El populismo ha sabido entender que se ha producido una disociaciรณn en la coaliciรณn de votantes que otrora procurรณ tantos rรฉditos electorales al centro-izquierda. El รฉxito de la socialdemocracia fue el de tejer una convergencia de intereses entre las clases trabajadoras populares y las clases medias mรกs acomodadas e ilustradas. Esa coaliciรณn de intereses que encontraba acomodo en el eje izquierda-derecha tiene difรญcil encaje en el nuevo escenario dominado por la confrontaciรณn entre aperturismo y repliegue.

Asรญ, la escisiรณn entre los votantes del centro-izquierda, sumada a la apropiaciรณn del estado de bienestar por parte de las nuevas opciones populistas y la creciente fragmentaciรณn del espacio polรญtico donde solรญa competir la socialdemocracia, ha desatado la peor crisis de la izquierda en dรฉcadas.

Pero la deriva extremista no solo ha sido rentabilizada electoralmente por las opciones populistas, sino que ha sido convenientemente alentada y movilizada por sus รฉlites. El fenรณmeno reciente que mejor representa esta estrategia es el Brexit. La campaรฑa para lograr la salida de Reino Unido de la Uniรณn Europea se construyรณ con argumentos, muchos de ellos falsos, que alimentaron la exclusiรณn y la xenofobia.

Es cierto que la crisis econรณmica y los problemas derivados de la globalizaciรณn habรญan generado un caldo de cultivo para esas actitudes, como demuestra el hecho de que no se trate de un fenรณmeno local, sino occidental, pero era necesario el concurso de las รฉlites para que se materializara polรญticamente.

Las รฉlites populistas han fomentado el extremismo en las actitudes polรญticas, poniendo en marcha una espiral perversa. A medida que las opiniones autoritarias y populistas se hacen transversales al electorado, los partidos tradicionales sienten la tentaciรณn de reproducir los comportamientos populistas para hacerse exitosos.

En Francia, donde Marine Le Pen lidera las encuestas, Sarkozy ha comenzado a introducir en su discurso alusiones populistas: ha arremetido contra la inmigraciรณn y el Islam, ha negado el cambio climรกtico o ha hablado de poner fin a las sanciones contra Rusia.

Sin embargo, adoptar una estrategia de mimetizaciรณn con el populismo no augura nada positivo para los partidos tradicionales: solo contribuirรก a extremar aรบn mรกs las actitudes de los electores, reforzando el marco en el que el populismo se siente cรณmodo y prospera. Y les proporcionarรก escasos rรฉditos: a fin de cuentas, nadie elige la copia pudiendo tener el original.

Restaurar la coaliciรณn de electores que protagonizรณ los aรฑos dorados de la socialdemocracia no parece sencillo. La clase trabajadora mira con desconfianza el aperturismo cultural que abre la puerta a la competencia extranjera. Por su parte, las clases medias ilustradas han dejado de percibir en la socialdemocracia un motor de modernizaciรณn.

El reto que tiene por delante el centro-izquierda es arduo: debe poner los medios para convencer a los trabajadores de que encontrarรกn ventajas en la integraciรณn polรญtica y el aperturismo cultural. Y tiene que demostrar a las clases medias, especialmente a los jรณvenes, que puede volver a ser la locomotora de la innovaciรณn, el progreso y las oportunidades.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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