Isabel Díaz Ayuso (PP): 65 diputados, gana 35, 45% del voto. ¿Cómo lo ha hecho?, se preguntan muchos analistas. Es sencillo. El PP, especialmente el madrileño, siempre ha hablado de libertad. Es un concepto apropiado por la derecha que significa bajos impuestos, poca regulación, reducción del Estado. En estas elecciones, ha significado eso pero también algo más importante: los bares abiertos. El votante más anti-Ayuso ha disfrutado de los bares abiertos (y lo ha hecho mientras se quejaba de que estuvieran abiertos). Es decir, la promesa de campaña de Ayuso era verdaderamente transversal.
El votante medio (a pesar de la polarización) no usa la ideología como una identidad férrea, sino que la considera algo práctico. La ideología suele ser ambigua; en esta ocasión ha sido muy clara. Libertad es poder irme de cañas y poder abrir mi restaurante en mitad de una pandemia. La izquierda no tenía un mensaje tan simple y a la vez tan potente.
Ayuso ha hecho una campaña menos hostil de lo que sus contrincantes han sugerido. Ha estado llena de ocurrencias y exabruptos, en la que Ayuso ha provocado y jugado a “rabiar a los progres”, pero lo más importante es que ha sido capaz de transmitir su mensaje esencial, que no es nada polarizador: lo de vivir a la madrileña parece un meme pero apela al votante fatigado que quiere salir de casa y ver a su familia y amigos. En los últimos coletazos de una pandemia, es comprensible el “voto práctico” a Ayuso.
Ayuso ha aumentado tanto sus diputados que podrá gobernar sola. Vox no está en posición ni de exigirle nada (entrar en el gobierno) ni de arriesgarse a no votar en su investidura (su votante no lo entendería).
Ángel Gabilondo (PSOE): 24 diputados, pierde 13, 17% del voto. Gabilondo no está preparado para la democracia de audiencia, en la que lo importante es no desaparecer del foco, entretener, crear “contenido”. Si al principio parecía que recogería los votos que perdió Ciudadanos, rápidamente se unió al bloque de izquierda. El 1 de mayo, la izquierda tuvo su particular foto de Colón: los tres líderes de la izquierda madrileña juntos.
Durante toda la campaña resultó extrañísimo escuchar a Gabilondo hablar de fascismo (hasta el punto de que incluso el partido a su izquierda, Más Madrid, se quejaba de la inflación retórica de la campaña). Estaba desnaturalizado, acartonado, se notaba que estaba siendo arrastrado por las circunstancias de la campaña pero también por quienes le asesoraron desde arriba. Gabilondo es mal político porque solo reacciona (y tarde y mal) a los acontecimientos; nunca es capaz de marcar la agenda.
Es obvio que su futuro en el PSOE pasa más por cargos institucionales sin mucha relevancia. Antes de que se anunciaran elecciones anticipadas, Gabilondo se veía ya como Defensor del Pueblo.
Mónica García (Más Madrid): 24 diputados, gana 4, 17% del voto. La candidata de la izquierda alternativa ha intentado hablar más de causas que entrar en el juego del fascismo contra la democracia. Era una política desconocida pero ha sabido moverse en campaña. Su perfil apela a un votante de izquierda joven atraído por el simbolismo ecologista y moderno del partido. Si Iglesias iba de luchador antifascista, García iba de madre médica que habla de cuidados, una adaptación de Manuela Carmena a una época más polarizadora. Su perfil es trasladable a nivel nacional, pero el partido no tiene estructura más allá de Madrid.
Pablo Iglesias (Unidas Podemos): 10 diputados, gana 3, 7% del voto. El líder de Unidas Podemos dejó caer en varias ocasiones durante la campaña que abandonaría la política tras las elecciones. Así lo ha hecho. Nada más conocerse los resultados anunció que deja “la política entendida como política de partido e institucional”, que es la política que nunca le gustó: a Iglesias le interesa más la guerra cultural, el “periodismo crítico”, agitar las calles. Es posible que le resulte también mucho más rentable.
Su estrategia fue extraña. ¿Qué incentivo podía tener un votante potencial de Iglesias para votarlo si sabía que abandonaría la política? Iglesias no hizo lo común, que es avisar de que si fracasaba dimitiría; ha obtenido justo lo que sabía que obtendría: salvar a Unidas Podemos de la desaparición. Con su salida de la política, la vieja nueva política que surgió en 2014 muere definitivamente: Errejón no tiene grupo propio en el Congreso (Más País solo tiene 3 diputados) e Iglesias ha pasado en pocos meses de ser vicepresidente del gobierno a dejar la política. La renovación pasa por Mónica García, que ha obtenido un buen resultado porque la estructura de Más Madrid es muy local, y por Yolanda Díaz, la vicepresidenta y ministra de trabajo, que parece más cómoda en las instituciones que los miembros originales de Podemos, obsesionados con la televisión.
Edmundo Bal (Ciudadanos): 0 diputados, pierde 26. Ciudadanos no ha obtenido representación en una comunidad en la que hasta hace apenas unos meses gobernaba. Ciudadanos tenía seis consejerías y un vicepresidente en la Comunidad de Madrid. La estrategia de Arrimadas (y antes, de Rivera) ha sido devastadora para el partido, que ha perdido su presencia en las instituciones de Murcia y Madrid. En Cataluña, donde nació, ha pasado en apenas cuatro años de ser el partido más votado con 36 diputados a tener solo 6. En el Congreso, pasó de 57 a 10. Ciudadanos está casi muerto.
Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).