Bitácora electoral No. 9: Debates necesarios y tigres sueltos

En donde diversos actores comentan la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) de permitir los debates antes del inicio oficial de las campañas y las declaraciones ante banqueros de Andrés Manuel López Obrador.
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El TEPJF revocó el acuerdo del INE que prohibía a los candidatos a participar en debates durante el periodo conocido como intercampaña, de tal manera que dos o más candidatos podrán ser invitados a debatir por medios de comunicación, universidades y otras instituciones antes de los debates oficiales organizados por el INE.

 Después de registrarse como candidato presidencial ante el INE, Ricardo Anaya retó a debatir a Andrés Manuel López Obrador: “Vamos a ver si el señor tiene las ideas, el valor y los pantalones para enfrentarnos como candidato”. Por su parte, Margarita Zavala afirmó en una entrevista que los debates son naturales en la vida política del país: “estoy lista para debatir con quien sea, sobre todo con Andrés Manuel López Obrador, aunque ya sabemos que lo suyo no es el debate”. José Antonio Meade no se quedó atrás:

Pero los llamados fueron rechazados por el candidato de la coalición Juntos haremos historia, quien afirmó que solamente participará en los debates organizados por el INE: “nosotros no nos vamos a enfrentar a ellos porque nos van a echar montón”. Además, propuso que sus contrincantes debatan entre ellos para que arreglen sus diferencias, pero que no le falten al respeto porque “[e]so sí calienta”. Ante el desaire de López Obrador, Meade declaró que no sería interesante un debate donde solo estuvieran él y Anaya, pero que de los tres es él quien más dispuesto está a contrastar ideas en cuanto foro se le convoque.

El rechazo a los debates es una actitud recurrente en el candidato de Morena, quien en 2006 no asistió al primer debate presidencial. En su columna en El Universal, León Krauze consideró contraproducente la ausencia del tabasqueño en los debates extraoficiales, ya que la atención mediática y la percepción de los debates han cambiado en doce años: “los debates –el intercambio y la confrontación de ideas– son cada vez más populares e interesan, por una renovada madurez cívica o quizá por morbo, pero interesan. No ha nacido el político que se beneficie de ausentarse de algo que interesa, que genera discusión pública, que incluso divierte. Hay que estar donde hay que estar”. También sobre la necesidad urgente del debate, Enrique Krauze escribió recientemente un artículo en este sitio.

Durante la sesión de preguntas y respuestas posterior a su participación en la 81 Convención Bancaria, López Obrador respondió a la pregunta de Leonardo Curzio sobre si respetaría los resultados electorales aunque estos no le fueran favorables, con una declaración polémica: “[…] si las elecciones son limpias, libres, me voy a Palenque, Chiapas, tranquilo. También si se atreven a hacer un fraude electoral, me voy también a Palenque y a ver quién va a amarrar al tigre”.

La frase fue recibida con preocupación por varios analistas. Armando Ríos Piter, aspirante independiente a la presidencia, escribió en su columna en Excélsior: “[…] lo que AMLO pretende es dibujar a un país inmerso en el caos absoluto, dentro del cual y, para su suerte, existe sólo un hombre capaz de dar solución a todo: él y nadie más”. Para Fernando García Ramírez, la desconfianza del tabasqueño en las instituciones es un problema para la democracia mexicana. Guillermo Sheridan recuerda en su columna en El Universal que la declaración de López Obrador se puede comparar a la de Porfirio Díaz cuando salió del poder y dejó a Madero a expensas del tigre que Díaz asumió haber sido el único capaz de dominar. De acuerdo con el escritor, a un siglo de distancia, López Obrador se equipara con el domador y considera que el pueblo no ha aprendido democracia. Sobre el nombre del partido que encabeza, comenta: “es un partido-movimiento en el mismo sentido que lo son los ‘partidos-movimientos’ de la izquierda latinoamericana que, como Porfirio Díaz, modifican sus constituciones para perpetuarse en el poder”. En este sitio, Alberto Fernández escribió a propósito de las alusiones felinas del tabasqueño y su cercanía con el discurso de Perón en la Argentina de mediados del siglo XX: “La pregunta que me vino a la mente no es qué va a pasar con el tigre si López Obrador no gana, sino qué pasaría con ese mismo tigre si gana y empieza a gobernar como les ha prometido a sus nuevos aliados de ultraderecha”. 

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