Brasil es hoy un paรญs en compรกs de espera. Las elecciones presidenciales estรกn previstas para el 2 y el 30 de octubre, aunque no hay segunda vuelta cuando un candidato obtiene mรกs de la mitad de los votos vรกlidos en la primera. Los principales institutos de investigaciรณn seรฑalan como tendencia mรกs probable que, en el primer o en el รบltimo domingo del prรณximo mes, las urnas confirmen al expresidente Luiz Inรกcio Lula da Silva como jefe del ejecutivo brasileรฑo a partir del 1 de enero de 2023. Lula ha ido apareciendo con cierta estabilidad en el primer lugar de los sondeos desde que fue anunciado como candidato. En la semana previa a la primera vuelta electoral, su ventaja se ha ensanchado.
Una mirada retrospectiva a los gobiernos del expresidente ayuda a explicar el liderazgo de su candidatura hasta ahora. Lula cumpliรณ dos mandatos presidenciales consecutivos durante ocho aรฑos, de 2003 a 2010, y eligiรณ a su sucesora, dejando resultados positivos con una gestiรณn bien valorada por la gran mayorรญa de la poblaciรณn.
Entre otras muchas medidas, el gobierno de Lula resolviรณ una deuda exterior centenaria, sacรณ a millones de brasileรฑos de la miseria y de la pobreza y dejรณ a toda una generaciรณn de niรฑos escolarizados y a jรณvenes en las universidades. Tambiรฉn fue responsable de una importante reforma de las pensiones, aprobada con mayor rapidez que las llevadas a cabo por otros gobiernos, reduciendo el dรฉficit de las pensiones y demostrando el importante capital polรญtico con el que negociรณ ante un congreso multipartidista y fragmentado.
Se respiraba un ambiente pacรญficamente construido entre los sectores del gobierno y de la sociedad, sostenido gracias a una convivencia sin grandes conflictos con las รฉlites econรณmicas y polรญticas. Es cierto que este escenario tambiรฉn fue impulsado por la administraciรณn de su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, quien promoviรณ importantes reformas y cambios, creando un ambiente favorable para su sucesor.
Sin embargo, no es solo el recuerdo de su gobierno lo que impulsa la candidatura de Lula. El liderazgo del expresidente en la opiniรณn pรบblica tambiรฉn se debe a la alta desaprobaciรณn del actual mandatario, Jair Bolsonaro. Hace cuatro aรฑos, Bolsonaro vencรญa las elecciones al catalizar la indignaciรณn y las frustraciones de millones de brasileรฑos por las graves crisis polรญticas, econรณmicas e institucionales vividas durante los gobiernos de Dilma Rousseff y Michel Temer.
La victoria de Bolsonaro en 2018 sorprendiรณ a muchos analistas. El presidente realizรณ una campaรฑa en la que enalteciรณ la dictadura militar y la tortura, con un discurso contrario a los movimientos sociales y a las diversas conquistas de los derechos civiles y sociales logradas en los รบltimos treinta aรฑos. Tambiรฉn se definiรณ como un outsider de la polรญtica, a pesar de sus casi treinta aรฑos en el parlamento brasileรฑo.
El discurso contra la corrupciรณn y antisistema de Bolsonaro podrรญa rechazarse con un simple repaso a su vida. Despuรฉs de pasar por ocho partidos, incluso por algunos de los mรกs implicados en denuncias y condenas por corrupciรณn, desde el aรฑo pasado integra su novena agrupaciรณn, el Partido Liberal (PL), cuya trayectoria no es diferente.
Por otro lado, el candidato de 2018 que convenciรณ al electorado como si fuera la soluciรณn a todos los males brasileรฑos, hoy ya no convence. Su alto nivel de rechazo tambiรฉn es inรฉdito entre los presidentes que han buscado la reelecciรณn en Brasil, ya que supera el 50%. Al fin y al cabo, el balance de cuatro aรฑos de gobierno incluye casi 700 mil muertos por covid-19 y un presidente orgulloso de declararse el รบnico no vacunado en el G20; el regreso de Brasil al mapa del hambre; el aumento del nรบmero de brasileรฑos que viven en la pobreza, la miseria o la indigencia en las grandes ciudades, la vertiginosa tasa de informalidad, la mayor inflaciรณn en casi dos dรฉcadas, la aceleraciรณn de la deforestaciรณn del Amazonas y, por si fuera poco, el discurso presidencial mรกs autoritario desde la redemocratizaciรณn del paรญs en 1985.
Por fin, la sociedad civil, partidos, lรญderes e instituciones sociales han aumentado la presiรณn contra Bolsonaro. Aunque un poco tarde, una parte importante de la sociedad ha comenzado a responder recientemente a las amenazas casi diarias de golpe de estado que llegan desde Brasilia por parte del presidente, sus hijos y sus aliados ministeriales, con o sin uniforme.
En agosto, un gran evento reuniรณ a diferentes grupos de decisiรณn de la sociedad para leer una carta en defensa de la democracia y del Estado de derecho. El Tribunal Supremo Federal (STF, por sus siglas en portuguรฉs) ha intensificado su reacciรณn a los discursos antidemocrรกticos del presidente, ademรกs de organizarse para frenar los intentos de subvertir el Estado de derecho. Estas son, por lo tanto, las principales fuerzas que pueden allanar el camino para que el expresidente Lula vuelva a subir la rampa del Palacio del Planalto. La mayorรญa de los brasileรฑos quieren la democracia.
Bolsonaro siempre ha estado por detrรกs de Lula en las encuestas, incluso en la carrera electoral de 2018, cuando el expresidente fue detenido y no logrรณ transferir todos sus votos a su candidato sustituto del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, ahora favorito en la elecciรณn estatal concurrente para el gobierno de Sรฃo Paulo. Incluso con la autorizaciรณn de gastos extraordinarios en los รบltimos meses de su mandato, contraria al discurso liberal de su gobierno, Bolsonaro se enfrenta a enormes dificultades para revertir esta situaciรณn. Esa ha sido la razรณn obvia de su creciente prรฉdica contra las encuestas y las urnas que tantas veces lo eligieron.
La revista britรกnica The Economist tiene razรณn al decir que, gane o pierda, Bolsonaro es una amenaza para la democracia. Si gana, puede redoblar sus ataques al Estado democrรกtico de derecho. Si pierde, puede encender a sus partidarios armados alegando fraude electoral, con una estrategia similar a la que, en una democracia con instituciones mรกs estables, hizo posible que Donald Trump conservara, si no el poder, al menos el dominio de la oposiciรณn.
El sistema de voto electrรณnico adoptado en Brasil desde 1996 nunca ha tenido evidencias de fraude, que eran recurrentes y manifiestas en las sucesivas versiones del anterior sistema basado en papel. La tecnologรญa, desarrollada en el paรญs y desde entonces sometida a continuas pruebas con la participaciรณn de todos los partidos y de diversas instituciones independientes, incrementรณ la participaciรณn de votantes analfabetos en la elecciรณn de los parlamentarios, debido a que en lugar de tener que escribir a mano los nombres y nรบmeros de los candidatos, podรญan teclear cinco dรญgitos y confirmar despuรฉs las fotos que aparecรญan en la pantalla de la urna. Las urnas electrรณnicas garantizaron, por fin, la alternancia en el poder entre partidos rivales, al menos hasta la elecciรณn de un notorio defensor de una dictadura en la que los presidentes militares no elegidos se turnaron durante dos dรฉcadas.
Las preocupaciones estรกn bien fundadas y persisten. Por eso es importante que los resultados electorales sean defendidos por las mayorรญas mรกs allรก de las urnas, dentro y fuera de Brasil, en las calles y en las instituciones que puedan verse presionadas a aceptar un golpe de estado mal disimulado. Despuรฉs de mรกs de tres dรฉcadas de estabilidad democrรกtica, los รบltimos aรฑos han demostrado que dicha estabilidad tambiรฉn tiene debilidades y que la democracia, aunque apoyada por la mayorรญa, sigue enfrentรกndose a poderosos saboteadores. Tambiรฉn ha sido evidente que la dictadura conserva la simpatรญa, o al menos la falta de rechazo, de una parte considerable de la poblaciรณn. Lo bueno de esta historia es que hoy lo vemos con mรกs claridad.
Corresponde a la sociedad brasileรฑa estar atenta y exigir el respeto de sus derechos en este momento tan delicado. Mรกs que una elecciรณn entre programas de gobierno para los prรณximos cuatro aรฑos, las elecciones de 2022 en Brasil serรกn decisivas para la posibilidad de elegir en el futuro. Una vez que hayamos apartado a los que no apoyan la democracia, tendremos muchos aรฑos por delante para abrir el debate sobre las agendas polรญticas.
Traducciรณn del portuguรฉs de Ana Marรญa Garcรญa Iglesias.
Cientรญfica polรญtica del Instituto de Estudios Avanzados IEA/USP, investigadora del DOXA, Laboratorio de Estudios Electorales, de Comunicaciรณn polรญtica y Opiniรณn Pรบblica del Instituto de Estudios Sociales y Polรญticos (IESP) de la Universidad del Estado de Rรญo de Janeiro,ย y del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre la Desigualdad (NIED) de la Universidad Federal de Rรญo de Janeiro (UFRJ).