Un busto de Hugo Chávez decapitado tras las protestas en Venezuela.
Foto: Juan Carlos Hernández/ZUMA Press Wire

Venezuela rozando lo imposible

A pesar del enorme fraude electoral consumado, el régimen que aún oprime a Venezuela puede tener sus horas contadas.
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En Venezuela acaba de consumarse uno de los más grandes fraudes electorales de la historia reciente. La dictadura sanguinaria que preside Nicolás Maduro desesperadamente pretende tapar el sol con un dedo. Ese objetivo, no obstante, está fuera de su alcance. A pesar de la represión desatada tras los comicios, la brillante victoria electoral alcanzada por los demócratas venezolanos sobre este régimen de oprobio podría conducir, eventualmente, a un cambio político más pronto que tarde. Esta victoria es una de las más significativas de nuestro tiempo. 

Nadie duda que María Corina Machado ha sido el vector del proceso político que condujo a la victoria del pasado 28 de julio. Su desafío al sistema imperante ha sido integral, porque su forma de hacer política también lo es. A lo largo de 20 años dedicados a la política, María Corina ha desempeñado los roles más diversos y dado la pelea en casi todos los tableros que conlleva la lucha contra una autocracia.

No en balde ha participado desde la observación electoral ciudadana, el ejercicio parlamentario, el periodismo comprometido, la vinculación entre partidos y sociedad civil, la política exterior, la movilización ciudadana, el liderazgo en las protestas, el debate doctrinal desde posiciones liberales y la fundación de un partido enteramente nuevo como Vente Venezuela, basado en la estrecha cooperación con las asociaciones ciudadanas libremente constituidas.

Asumirse liberal, defender la economía de libre mercado y confrontar directa y valientemente a una autocracia eran actitudes que casi nadie recomendaba en el seno de una sociedad rentista, donde cada sector aspiraba a acomodarse mejor en función de sus relaciones con el petroestado, y en la que el miedo comenzaba a hacer estragos tras la consolidación del chavismo en el poder.

Acusada de radical durante años, y a pesar del escepticismo y antipatía con que la miraban diversos sectores sociales, Machado se mantuvo siempre apegada a su propio modo de ser, a una idea de la política según la cual la verdad de las cosas –especialmente cuando se confronta al mal– debe ser siempre dicha con claridad.

Ante el desafío de elegir un candidato unitario que fuera capaz de competir con Maduro en 2024, las fuerzas políticas que integraban la alicaída, infiltrada y fuertemente reprimida oposición venezolana comenzaron a evaluar diversas vías de acción en 2022. Algunos abogaban por elegir por consenso al candidato; otros sugerían el uso de encuestas, algunos defendían la realización de unas primarias. Machado se sumó a esta última vía, pero solo si los comicios se realizaban 1) sin la intervención del Consejo Nacional Electoral (CNE) que controla Maduro; 2) con voto manual, no electrónico, y 3) facilitando el voto exterior, correspondiente a un 25% de la población total del país que actualmente reside fuera de Venezuela.

La férrea defensa que Machado hizo de estos principios, aunada a un discurso nítidamente enfocado en la derrota de la autocracia, la distinguió de todos sus rivales e hizo crecer su respaldo popular. Contra todo pronóstico, las primarias se realizaron en los términos propuestos por la fundadora de Vente Venezuela, aprovechando un flanco que parece haber quedado desguarnecido en los escenarios planificados por el chavismo. Esa incapacidad final para atajar a una candidata que a la postre obtuvo el 93% de casi tres millones de votos posiblemente se haya debido a las inseguridades que emergieron dentro del régimen luego de que Maduro se sintiera obligado a defenestrar a Tarek El Aissami, su antiguo aliado y emergente rival.

Tras el inesperado batacazo de las primarias –donde muchos actores políticos “de lado y lado” fracasaron ante Machado por culpa de sus propios prejuicios e intereses–, la represión autocrática entró en acción. Desde un principio, y por etapas, los ataques se cebaron en los principales miembros del comando de campaña de Machado, con quienes ella mantiene una amistad profunda que excede el ámbito político o profesional. Mientras Henry Alviarez y Dignora Hernández fueron apresados, Magallí Meda, Claudia Macero, Pedro Urruchurtu, Humberto Villalobos, Omar González y Fernando Martínez Mottola tuvieron que refugiarse en la embajada argentina de Caracas. Del mismo modo, varias cabezas y miembros de distintos comandos estadales (un total de 24 hasta la fecha) fueron apresados en distintos momentos de la campaña. 

Simultáneamente, la chapucera inhabilitación que magistrados sumisos a Maduro le impusieron a Machado terminó por hacerse efectiva, impidiéndole competir en unas elecciones para cuya realización finalmente se eligió la fecha del 28 de julio (el cumpleaños de Chávez). Tampoco se le permitió inscribirse a Corina Yoris, candidata designada por ella y por los diez partidos que integran la Plataforma Unitaria. Finalmente sería Edmundo González Urrutia, diplomático jubilado de limpia trayectoria personal y profesional, la única figura a la que Maduro aceptó como contrincante en unos comicios que, a la postre, no serían ni libres, ni justos, ni realmente competitivos.

Ganar en semejantes condiciones requeriría contar no solo con una participación masiva, sino también con unos niveles inéditos de organización ciudadana para la vigilancia electoral. Había que levantarlo todo, además, en tiempo récord, en un clima de persecución generalizada y enfrentando restricciones draconianas para el financiamiento de la campaña. Todo dependía de dos cosas: el diseño de unas líneas de acción claras y viables, y el trabajo comprometido y autofinanciado de cientos de miles de voluntarios.

Y eso fue lo que logró hacer María Corina Machado. Por un lado ideó unos mecanismos simples y eficientes para la organización popular, y por otro lado encendió la mecha de una inquebrantable voluntad de libertad en el corazón de ciudadanos que llevaban años sometidos a la desesperanza aprendida que se les inculcaba “de lado y lado”. La iniciativa cuajó en la red “600 K” (600 mil personas preparadas para custodiar los procesos electorales) y en los “Comanditos” (grupos comunitarios a cargo de diversas labores de apoyo).

Finalmente se llegó a la fecha esperada. El temor de una suspensión de elecciones o de una inhabilitación de Edmundo González se disipó. A partir de ahí, las posibilidades de victoria dependían de dos factores: la participación masiva del electorado y la obtención de una copia del acta que emite cada máquina de votación (en Venezuela el voto es electrónico). El primer factor parecía asegurado tras una campaña ciertamente precaria pero muy exitosa, tan hostigada como inspiradora, en la que la promesa de reunir a las familias separadas y de ir “hasta el final” para cambiarlo todo convenció a una gran mayoría de venezolanos. 

El segundo factor era una incógnita. El chavismo hizo todo lo que pudo antes, durante y después de la elección para impedir que los testigos de la oposición pudieran ejercer su derecho a obtener una copia de las actas, desde entorpecer su registro hasta hostigarlos en los centros de votación. Sin embargo, todo indica que ni los funcionarios del CNE en las mesas de votación, ni los militares que custodiaban los centros, se prestaron masivamente para la labor.

Cuando empezó la transmisión de resultados desde las máquinas de votación hasta el centro de totalización de Caracas, los números revelaron una realidad apabullante para Maduro y compañía, quienes decidieron entonces interrumpir la transmisión. No lograron, en cambio, impedir que los testigos enviaran las copias de las actas al comando de campaña de González y Machado, que las estuvo recibiendo durante esa noche y al día siguiente.

Antes de que se venciera el plazo de 48 horas que estipula la ley para que el CNE publique los resultados oficiales, el Comando Con VZLA ya había levantado una página web que reúne más del 80% de las actas, demostrando así que Edmundo González obtuvo 67% de los votos. Por su parte, al momento de escribir estas líneas, el CNE sigue sin publicar resultados y dice que su sitio en internet sigue caído como consecuencia de ataques informáticos provenientes de Macedonia del Norte y de Elon Musk. Sin embargo, sin publicar resultados, el CNE ya declaró ganador a Maduro.

El burdo fraude desató protestas en varias ciudades de Venezuela, protagonizadas por las barriadas populares. De inmediato comenzó la represión militar y policial. En 5 días se contabilizan ya más de 1,000 detenciones y 20 asesinatos. Maduro ha anunciado el acondicionamiento de centros penales de “reeducación” y trabajos forzados para los detenidos en las manifestaciones. Entre tanto, los gobiernos de Brasil, Colombia, México, España y otros siguen demandando la publicación de actas, aunque el lapso legal correspondiente ya ha concluido. El Centro Carter, único organismo serio al que se le permitió presenciar in situ el proceso, afirma que las elecciones no cumplieron los estándares democráticos. Los Estados Unidos ya han reconocido a González como ganador. 

Hannah Arendt decía que el poder descansa en los números, mientras que la violencia depende de las herramientas. El régimen que aún oprime a Venezuela está débil y se defiende con las armas. Pero tras el 28-J puede tener sus horas contadas, o no. De momento, al igual que una fiera herida, es más peligroso que nunca. Pero si la vida se le sigue escapando por la herida, llegará el momento de huir o sentarse a negociar. Sería lo mejor, ya que los venezolanos han hablado, quieren un cambio y especialmente los más agraviados se muestran resueltos a alcanzarlo. ~

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(Caracas, 1976) es doctor en Conflicto político y procesos de pacificación. Investigador independiente, ha sido profesor en diversas universidades de Venezuela y Chile.


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