Imagen: Wellcome Collection. Attribution 4.0 International (CC BY 4.0)

Defender la democracia empieza por cuidar el lenguaje

Al asociar a una “boa” a la oposición democrática y a la crítica a su gestión, el gobierno manda un mensaje siniestro y amenazante que debe rechazarse con vigor.
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El lunes 9 de junio, el presidente López Obrador dio a conocer en su conferencia de prensa diaria un documento del que aseguró no saber su origen ni autenticidad. La idea del documento es conformar un “Bloque Opositor Amplio” con el fin de quitarle al partido de AMLO la mayoría en la Cámara de Diputados en 2021 y ganar la votación en la revocación de mandato de 2022 para removerlo de la presidencia. Hay que subrayar que ambos propósitos son completamente legales y legítimos, y que la revocación de mandato fue una idea del propio López Obrador, convertida en ley por su propio partido.

La importancia que el presidente le dio a este documento presuntamente anónimo parece una táctica para:

  1. Distraer a la opinión pública ante el agravamiento de las crisis sanitaria y económica.
  2. Recordar a sus seguidores quiénes son los “enemigos”, para que concentren su energía en atacarlos.
  3. Intimidar a la oposición y a los críticos del gobierno, al nombrar desde el poder a personas e instituciones específicas como promotores de una “conspiración”.
  4. Comunicar que cualquier estrategia política entre empresarios, partidos y críticos será exhibida y denigrada como si fuera ilegal o ilegítimo organizarse políticamente.

Hay una quinta arista del mensaje del presidente que me parece muy preocupante: la cosificación de la oposición. En cuanto se dio a conocer que el documento llamaba a formar un “Bloque Opositor Unido”, las redes sociales cayeron en cuenta que las siglas son “BOA”, como el género de grandes serpientes. Los deslindes, burlas y memes no se hicieron esperar.

Intencionado o no, el efecto de esta analogía es una deslegitimación de la oposición, basada en la creación de un marco mental muy simple, pero muy poderoso: la oposición es igual a una serpiente. A esto en retórica se le llama “reificación”, que significa tratar a las personas como cosas u objetos. Cuando un líder político cosifica a través del discurso a un grupo de la sociedad, abre las puertas a todo tipo de discriminación y abuso, tanto en las esferas simbólica y retórica como en la esfera de lo real. Quien usa la reificación no ve a los demás como iguales, como personas dignas de respeto, sino como algo inferior, un objeto inanimado o un animal al que se puede castigar y maltratar.

Cuando el animal es nocivo, la analogía sugiere que sería conveniente su eliminación. Ejemplos históricos abundan, pero uno reciente es el del presidente Donald Trump, a quien le gusta hablar de los inmigrantes como una plaga de animales dañinos a la que se debe controlar, o describir a los barrios negros de Baltimore como sitios “infestados de ratas”. Como señala el columnista Jamil Simth, “cuando Trump dice ‘no son personas, son animales’ no está usando lenguaje de gobierno, sino lenguaje de exterminio”.

¿Qué marco mental activa la idea de una serpiente? En la mayoría de las personas, evoca conceptos como veneno, peligro, muerte, traición y maldad. Esto no es casual. En la tradición cristiana, la serpiente es la encarnación del mal. Satanás aparece representado como una serpiente en la Biblia, y la iconografía religiosa católica abunda en cuadros que muestran a santos aplastando serpientes o atravesándolas con lanzas y espadas como símbolo del triunfo del bien sobre el mal. En carteles propagandísticos de tiempos de guerra, los enemigos eran retratados como serpientes, precisamente para comunicar que no se trataba de seres humanos, sino de animales a los que se debe privar de la vida antes de que nos hagan daño.

Al asociar a una “boa” a la oposición democrática y a la crítica a su gestión, el gobierno manda un mensaje siniestro y amenazante que debe rechazarse con vigor. Por eso, es alarmante y deprimente ver a la propia oposición y a los críticos del presidente en redes sociales asumir alegremente el término “boa” como propio, en tono de broma. No es la primera vez que la oposición comete el grave error de usar los términos y los marcos de comunicación del presidente, con lo que legitiman, refuerzan y amplifican su mensaje. Harían muy bien en recordar que defender a la democracia empieza por cuidar el lenguaje.

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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