Chéjov, Ábalos y Sánchez

Podemos especular con las revelaciones, pero lo más grave del caso Ábalos está a la vista: la cercanía de la trama con el presidente del Gobierno, que debería incapacitar a Sánchez para dirigir el partido y, por supuesto, el país.
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La entrada en prisión preventiva de José Luis Ábalos recordaba la frase de Antón Chéjov que dice que si aparece una pistola en el primer acto se tiene que disparar en el tercero. El político valenciano pronunció el discurso contra la corrupción en la moción de censura que llevó al poder a Pedro Sánchez en el año 2018. 

Sabíamos que la postura anticorrupción era instrumental: parece además que hubo quien no se corrompió con el poder sino que llegó corrompido de casa. Una de las cosas más molestas es que los chanchullos vayan acompañados de moralina. 

Esa incongruencia va unida a una polarización que impide la rendición de cuentas: la responsabilidad política no existe, y la responsabilidad penal consiste en que, si el resultado no te gusta, el problema son los jueces. Según algunos medios, los jueces del Tribunal Supremo se pueden vender por 90 euros brutos: imagina por cuánto calculan que se venden sus redactores. 

Esa situación solo conduce al cinismo y el envilecimiento. Todo el mundo tiene que rellenar espacio y no sabe qué hacer: el PP convoca concentraciones inanes en el mejor de los casos; los medios especulamos con posibles revelaciones, estados psicológicos, menús y ronquidos de los encarcelados. 

La vicepresidenta Montero ha dicho que las declaraciones que hemos leído estos días podían ser una estrategia de defensa o un chantaje que el Partido Socialista jamás aceptaría. Se necesitaría un Dámaso Alonso para interpretar el pasmoso idiolecto de la ministra de Hacienda, pero este gobierno no ha sido inasequible al extorsión y la palabra chantaje tiene algo delator. Si temen que los chantajeen, será porque temen que hay algo con lo que presionarles (si es todo invención, tendrían recursos para desmentirlo). 

Montero también insistió en el compromiso de su partido contra la prostitución, en la transparencia de sus cuentas y en la celeridad con que habrían reaccionado: todos conocemos las conversaciones de figuras de su partido, esos actos de transparencia no recogían el trasiego de dinero en metálico ni las rocambolescas formas de administración que explicó el exgerente Moreno Pavón al juez Puente y el PSOE tardó 16 meses en expulsar a Ábalos.

Quizá la preocupación por las informaciones que puedan salir fue lo que impidió al presidente y sus ministros asistir al homenaje a Javier Lambán en el Senado. 

Pero lo más importante está a la vista. Los dos últimos secretarios de organización del PSOE han estado en la cárcel. Tres hombres acompañaron en el Peugeot a Pedro Sánchez en su épica travesía de reconquista y los tres están implicados en una presunta trama de corrupción. Sánchez solo tiene dos justificaciones: indulgencia o ceguera. Cualquiera de las dos posibilidades indica que no está en condiciones de dirigir el partido y, por supuesto, el país.

Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.


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