Debate TVE: Encuentra las diferencias

Los cuatro candidatos a la presidencia del gobierno no han resuelto las dudas de los indecisos.
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Es complicado de saber, pero el debate entre Pablo Casado, Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias no parece que haya resuelto las dudas de los indecisos. Casado ha estado errático e inconsistente. Ha combinado la dureza que ha usado en toda la campaña con un intento conciliador poco creíble. Se ha inventado cifras, ha criticado la corrupción del PSOE del caso Filesa (que ocurrió hace más de veinte años) y ha enseñado gráficas de empleo desde 1982 para demostrar que cuando llega la derecha al poder la economía va mejor.

Pedro Sánchez ha estado robótico y artificial. No le sale bien hacerse el indignado y no ha resultado natural cuando ha querido desplazar el debate hacia el feminismo y la ultraderecha, los dos temas en los que basa su campaña. No ha sabido responder a las críticas y, en vez de refutar las mentiras de Casado, le ha acusado de mentiroso. En la rueda de prensa posterior al debate ni siquiera ha aparecido, y ha sido el secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, el que ha comentado frente a los periodistas lo bien que lo ha hecho el presidente, en un tono entre tétrico e institucional.

Iglesias directamente ha estado desaparecido. El candidato de Podemos ha mostrado una cara diferente, ha reivindicado más diálogo y tono conciliador, ha defendido y leído la Constitución, pero nadie se ha enfrentado directamente a él. En un momento dado, ante su silencio, el moderador le ha preguntado si quería participar. Semanas antes, Pablo Iglesias utilizó una estrategia completamente opuesta al enfrentarse a García Ferreras en La Sexta por el espionaje de las cloacas del Estado. Aunque en el debate mencionó el caso por encima, no lo hizo con la misma agresividad.

Rivera ha sido el que más éxito ha tenido en diferenciarse, pero no sé si es algo que el votante reconocerá. Ha vendido bien su programa y se ha distanciado de la vieja derecha e izquierda, pero su centrismo liberal suena a otra época; lleva demasiado tiempo identificado como otro partido más de derechas (la derecha moderna que prefiere Silicon Valley a las tiendas de ultramarinos, Uber a los taxis y Mr. Wonderful al refranero).

En campaña es esencial diferenciarse, pero de poco sirve si no existe el espacio político donde se supone que te colocas. ¿A qué tipo de votante quería apelar Iglesias al leer la Constitución? ¿Existe el votante liberal al que apela Rivera? Vivimos una polarización ideológica en mitad de una fragmentación multipartidista. Esto provoca confusión. Los partidos han de elegir bloque ideológico para no quedarse descolgados, pero también han de diferenciarse dentro de los bloques. En una campaña tan centrada en cuestiones intangibles como la identidad nacional y Cataluña, a menudo esa diferenciación, especialmente en la derecha, es de retórica y vehemencia: de la derecha que grita más a la que menos.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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