El fin de la historia, otra vez

La imagen de Madrid fundida en un abrazo con el pueblo venezolano deberรญa poner fin a los globos defensivos de esa izquierda a la que la cuestiรณn bolivariana hace removerse incรณmoda.
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Desde el 11S, y especialmente a lo largo de una รบltima dรฉcada marcada por la crisis econรณmica global, analistas a los que nunca se conociรณ una idea propia han facturado centenares de artรญculos destinados a demoler la tesis de una de las obras mรกs famosas y polรฉmicas de la segunda mitad del siglo XX: El fin de la Historia de Francis Fukuyama. El fin de la Historia fue primero un ensayo y despuรฉs un libro de inspiraciรณn hegeliana, pasado por el tamiz del marxismo heterodoxo de Alexandre Kojรจve, quien quizรก reconciliara para siempre el materialismo histรณrico con el capitalismo: โ€œMarx es Dios y Ford es su profetaโ€. El telรณn de acero habรญa caรญdo y la democracia liberal se erigรญa triunfante frente a los escombros del muro de Berlรญn.

Algunos entendieron mal y la mayorรญa ni siquiera leyรณ a Fukuyama, al que apresuradamente encasillaron en el papel de รกngel anunciador de la estabilidad y el fin de los conflictos. Y los conflictos volvieron, primero en la forma de lo que Samuel Huntington llamรณ un โ€œchoque de civilizacionesโ€, y mรกs tarde como reacciรณn a las tribulaciones propiciadas por los cambios tecnolรณgicos, econรณmicos y demogrรกficos, abriendo en canal las sociedades occidentales. Hoy, los conflictos europeos no tienen por protagonistas a estados rivales, sino que dan cuenta de una polarizaciรณn creciente, que es domรฉstica y es universal, y que cabe simplificar en un binomio con ecos de Eco: apocalรญpticos e integrados en la globalizaciรณn.

Pero Fukuyama nunca vaticinรณ el fin de los conflictos. Se refiriรณ a la Historia como una sucesiรณn de encontronazos entre diversas formas de organizaciรณn polรญtica, a resultas de los cuales las menos competitivas de entre ellas (esto es, las que presentan un nรบmero mayor de contradicciones internas) van quedando orilladas en la cuneta del tiempo. En esa competiciรณn, que para Fukuyama habla de la dialรฉctica hegeliana, pero que tiene indudables reminiscencias darwinianas (como aquel โ€œorden espontรกneoโ€ de Hayek, por otro lado), la democracia liberal ha demostrado ser la forma de gobierno mejor situada para ofrecer estabilidad y progreso.

Esta idea dista mucho de haber sido desmentida y tanto menos hoy, que asistimos a un nuevo batacazo socialista (entendido siempre en los tรฉrminos que excluyen el socialismo democrรกtico, indiscutible corriente liberal). El paรญs con las mayores reservas petroleras del mundo es apenas un pozo de miseria que protagoniza una crisis humanitaria y un รฉxodo masivo sin precedentes. Decenas de miles de venezolanos han llegado a Espaรฑa en los รบltimos aรฑos hasta constituir la comunidad con mรกs solicitudes de asilo polรญtico en nuestro paรญs. Espaรฑa se ha llenado de migrantes y de refugiados venezolanos que el miรฉrcoles se agolparon en la Puerta del Sol de Madrid para reivindicar la legitimidad del opositor Juan Guaidรณ, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, elegida democrรกticamente y nunca reconocida por Nicolรกs Maduro.

La imagen de Madrid fundida en un abrazo con el pueblo venezolano deberรญa poner fin a los globos defensivos de esa izquierda a la que la cuestiรณn bolivariana hace removerse incรณmoda: โ€œยฟPor quรฉ se habla tanto de Venezuela en Espaรฑa?โ€. Los motivos son transatlรกnticos y desbordan un pasado colonial que quedรณ atrรกs hace 200 aรฑos: porque estรกn aquรญ con nosotros ahora estamos tambiรฉn nosotros con Venezuela.

La izquierda a la izquierda del PSOE se ha apresurado a cerrar filas en torno al sucesor de Chรกvez, mezclรกndose por el camino con lo mรกs ilustre de la polรญtica de nuestro tiempo: Putin, Xi Jinping, Hezbolรก, Erdogan, Evo Morales, Lรณpez Obrador o los rรฉgimenes cubano e iranรญ. Los apoyos de Pablo Iglesias y Alberto Garzรณn a Maduro no pueden recibirse con sorpresa, sino como la รบnica muestra de continuidad y consistencia de la izquierda no liberal a lo largo de las dรฉcadas.

Demasiadas veces se ha encajado con indulgencia esta tozuda constante, para la que se concede el beneficio de una duda: equivocados, siempre, pero bienintencionados, tambiรฉn. Esta comprensiรณn jamรกs se tuvo, por buenas razones, con los defensores de otras formas totalitarias de signo ideolรณgico opuesto. Pero incluso si hubiรฉramos de tragarnos la patraรฑa de las buenas intenciones se hace precisa una rotunda condena: no puede haber absoluciรณn moral para aquellos que, sistemรกticamente a lo largo de la historia, se han alineado con un canalla. De Lenin a Mao y de Castro a Maduro, Chรกvez mediante.

Errejรณn, que hace no tanto defendรญa pรบblicamente las bondades del socialismo bolivariano, volviรณ a demostrar con un silencio atronador por quรฉ es el mรกs listo, o quizรก el mรกs avieso, de todos los lรญderes de Podemos. Mรกs difรญcil resulta comprender el silencio del presidente Sรกnchez, cuando Europa lleva dรญas buscando el liderazgo de Espaรฑa en Amรฉrica Latina. Un silencio que da cuenta de la debilidad del gobierno y de hasta quรฉ punto Podemos tiene maniatada a la socialdemocracia espaรฑola.

La pleamar de populismo y nacionalismo en Europa apresurรณ a muchos a decretar el escarnio pรบblico de Fukuyama. Pero el muro de Berlรญn ha vuelto a resquebrajarse en Venezuela, mientras la democracia liberal goza de una mala salud de hierro. Es el fin de la Historia, otra vez. 

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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