Foto: Carlos Garcia Granthon/ZUMA Wire

Entre totalitarismo y corrupciĆ³n: historia de un mal menor

El pasado domingo, los peruanos han elegido no solo entre la tentaciĆ³n totalitaria y la corrupciĆ³n sistĆ©mica, sino en contra de los cimientos de su propia democracia. EstĆ” en juego, una vez mĆ”s, el futuro del paĆ­s.
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Una inmensa y vieja falla tectĆ³nica recorre de norte a sur la vasta y complicada geografĆ­a sociopolĆ­tica del PerĆŗ. La irresuelta incapacidad de interlocuciĆ³n ā€“pero sobre todo de entendimientoā€“ entre nuestros diversos sectores sociales, el tradicional desdĆ©n del PerĆŗ de las clases privilegiadas a lo que el ex presidente Alan GarcĆ­a llamĆ³ sin ambages y desafortunadamente ā€œlos ciudadanos que no son de primera claseā€, y una corrupciĆ³n endĆ©mica y enraizada desde los albores republicanos, ha desembocado en esta reciente y rĆ­spida contienda electoral. Hemos tenido que decidir, pues, entre el candidato de la izquierda radical, Pedro Castillo (PerĆŗ Libre), y la representante de una derecha tambiĆ©n radical y de reconocido desprestigio: Keiko Fujimori, de Fuerza Popular. 

No eran, claro estĆ”, aunque a estas alturas parecemos haberlo olvidado, los Ćŗnicos candidatos. Fueron mĆ”s de veinte los que se presentaron a la primera vuelta y, con mayor o menor endeblez polĆ­tica, constituĆ­an un arco diverso, lleno de contradicciones y antagonismos, que mĆ”s que representar las opciones que decĆ­an defender se mostraban como el sĆ­ntoma de una naciĆ³n desnortada y desencantada de sus representantes, temerosa de que, socavada en su estabilidad polĆ­tica y golpeada con especial crudeza por la pandemia mundial, viera su crecimiento econĆ³mico de las Ćŗltimas dĆ©cadas desmenuzarse como un castillo de arena.

Ese desencanto popular culminĆ³ en el peor de los escenarios, como ya sabemos. Keiko Fujimori y Pedro Castillo pasaron a la segunda vuelta con porcentajes que harĆ­an avergonzar a todo el que pretenda erigirse como representante del poder en un paĆ­s: apenas un 13% de votos para la primera y un 19% para el segundo. Es digno de atenciĆ³n el hecho de que quienes no votaron por ninguno de los dos hayan transitado de la apatĆ­a a la resignaciĆ³n y de esta al entusiasmo sin cortapisas por el uno o por la otra, olvidando rĆ”pidamente que si no los votaron fue por su ausencia absoluta de programa polĆ­tico, y que si los rechazaron fue porque representaban el mĆ”s peligroso de los populismos.

Pedro Castillo es un maestro rural y ā€œronderoā€ ā€“miembro de una organizaciĆ³n comunal de autodefensaā€“ cuyo ideario, por mucho que ahora sus obnubilados defensores lo intenten minimizar, es claramente de estirpe totalitaria. Fue aupado al liderazgo de su partido por Vladimir CerrĆ³n, mĆ©dico y y ex gobernador regional, educado en Cuba y abierto defensor del castrismo. Muchos plantean que este es el verdadero poder en la sombra de Castillo, como lo fue en su momento otro Vladimiro, el siniestro Montesinos, mano derecha de Alberto Fujimori.

El programa de Castillo bebe de un ideario de retĆ³rica marxista pero carente de propuestas claras y mĆ”s bien apoyado en grandes y vagas consignas, muchas de las cuales han sido el detonante, precisamente, del miedo de gran parte de la poblaciĆ³n a que el PerĆŗ se convierta en la prĆ³xima Venezuela. Al menos por lo dicho hasta este momento, su plan de gobierno se sustenta en cambiar la ConstituciĆ³n, desmantelar el Tribunal Constitucional y estatizar los sectores estratĆ©gicos de la economĆ­a peruana. Si en lo econĆ³mico su planteamiento recuerda al chavismo o al castrismo, en lo social es esforzadamente retrĆ³grado: estĆ” en contra del matrimonio homosexual, del aborto y la eutanasia, por ejemplo.

Por su parte, Keiko Fujimori es una vieja conocida de la polĆ­tica peruana y sus credenciales pueden resumirse en el dudoso honor de ser la principal desestabilizadora de la sociedad ā€“como lo fue su padreā€“, experta en derribar gobiernos con artimaƱas y zancadillas, comprando diputados y convirtiendo el Congreso de la RepĆŗblica en la sĆ³rdida oficina donde se tramitan todos los chantajes, sobornos y extorsiones necesarios para que la maquinaria fujimorista se mantenga bien engrasada, hasta tal punto que para un alto porcentaje de peruanos Fujimori representa exclusivamente la corrupciĆ³n.

No es pues de extraƱar que gran parte del voto de Castillo no sea solo ideolĆ³gico y reivindicativo, sino antifujimorista. Actualmente hay un proceso abierto por la FiscalĆ­a de la NaciĆ³n contra ella y otros cuarenta imputados por lavado de activos. Para el fiscal del caso, Domingo PĆ©rez, ā€œestamos ante una organizaciĆ³n criminalā€. Y esta organizaciĆ³n criminal con representaciĆ³n parlamentaria es la que ha obtenido un porcentaje escasamente menor que el candidato de la extrema izquierda. AsĆ­ pues, los peruanos hemos elegido no solo entre la tentaciĆ³n totalitaria y la corrupciĆ³n sistĆ©mica, sino en contra de los cimientos de nuestra propia democracia. Gran parte de culpa de lo que sucede ha ocurrido por la incapacidad de una izquierda democrĆ”tica de convencer a los peruanos de ser una alternativa viable, pero sobre por una derecha en extremo conservadora y mercantilista que nunca ha dejado espacio para nada mĆ”s que la salvaguarda de sus propios intereses. Y estĆ” en juego, una vez mĆ”s, el futuro del paĆ­s.

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(Arequipa, 1964) es escritor. Su libro mƔs reciente es Volver a Shangri-La (Alianza, 2022).


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