Foto: Ricardo Moreira/Fotoarena via ZUMA Press

Rehenes de su ConstituciĆ³n

Francisco Sagasti, presidente interino de PerĆŗ, tiene el reto de enderezar la situaciĆ³n del paĆ­s rumbo a las elecciones de julio de 2021. Mientras, los congresistas corruptos que hicieron posible el estado de descomposiciĆ³n siguen al acecho.
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La vacancia por ā€œincapacidad moral permanenteā€ que ha ocasionado el mĆ”s reciente terremoto polĆ­tico en el PerĆŗ es un dispositivo jurĆ­dico que ha quedado como un derrelicto del siglo XIX, flotando a la deriva todos estos aƱos hasta encallar en la actual ConstituciĆ³n, concretamente en el artĆ­culo 113. Fue desempolvado en las Ćŗltimas legislaturas por los congresistas peruanos quienes obviaron ā€“aunque serĆ­a mĆ”s exacto decir que aprovecharonā€“ la enorme ambigĆ¼edad de la norma, pues no hay ni siquiera jurisprudencia constitucional para entender los lĆ­mites de tal incapacidad moral permanente. TambiĆ©n obviaron el carĆ”cter excepcional del dispositivo, de manera que decidieron que podĆ­a usarse como arma intimidatoria contra quien amenazaba sus parcelas de poder, convirtiĆ©ndolo en rehĆ©n de la ConstituciĆ³n.

Asƭ, Pedro Pablo Kuksynski fue obligado a renunciar a la presidencia en 2018, luego de dos aƱos de mandato. El motivo: lavado de activos.

Su vicepresidente, MartĆ­n Vizcarra, asumiĆ³ el cargo y desde entonces presentĆ³, sin partido polĆ­tico que lo respaldara, una feroz batalla contra ese mismo Congreso para, mediante referĆ©ndum, convocar nuevas elecciones y renovar un legislativo intoxicado por innumerables casos de corrupciĆ³n y secuestrado por oscuros intereses econĆ³micos, cuando no abiertamente por partidos que parecen meras organizaciones delictivas con representaciĆ³n parlamentaria, como es el caso de Fuerza Popular, el partido que lidera Keiko Fujimori.

Un dato para entender ese estado de descomposiciĆ³n en el poder legislativo que perpetrĆ³ la defenestraciĆ³n de MartĆ­n Vizcarra: de los 130 congresistas que tiene actualmente la cĆ”mara, cerca de 70 estĆ”n siendo investigados por diversos delitos: malversaciĆ³n, cohecho, fraude, etc.

Tampoco tuvieron mucha atenciĆ³n los representantes polĆ­ticos en cuidar ni siquiera las formas ante la estupefacciĆ³n del paĆ­s, que asistĆ­a con creciente indignaciĆ³n a los movimientos de un Congreso sumido ya en el descrĆ©dito. AsĆ­, ganados por la impaciencia de extirpar del escenario a quien ponĆ­a en peligro sus intereses y amenazaba con desactivar su impunidad, acusaron a MartĆ­n Vizcarra de contratar, a travĆ©s de su ministerio de cultura, a un cantante, Richard Swing, para actividades ajenas a su formaciĆ³n. Aquello fue un escĆ”ndalo de filtraciones, audios y testimonios que debilitaron la imagen de Vizcarra, pero quizĆ” no lo suficiente, en plena pandemia mundial, como para aceptar el artero golpe de mano dado por el Congreso. Sin ni siquiera encausamiento procesal contra Ć©l, decidieron aplicar el artĆ­culo 113 de la ConstituciĆ³n, el de la incapacidad moral permanente, para cesarlo y poner en su lugar a Manuel Merino, un oscuro polĆ­tico que ganĆ³ su escaƱo con 5,000 votos y quien, mediante las habituales alianzas y componendas partidistas, fue primero elegido presidente del Congreso, condiciĆ³n indispensable para llegar despuĆ©s, mediante la espuria vacancia, a la Presidencia de la RepĆŗblica.

ResultĆ³ todo tan grosero e improvisado, tan evidentes los intereses no ideolĆ³gicos sino meramente mercantilistas que motivaban la defenestraciĆ³n, que la ciudadanĆ­a se echĆ³ a las calles para protestar por lo que consideraba un putsch. Aquellas protestas, saldadas con dos muertos, no fueron una defensa de MartĆ­n Vizcarra, pues en ninguna de esas manifestaciones se pidiĆ³ que devolvieran a su cargo al presidente vacado. El amplio sentir expresado al respecto convino en que Vizcarra deberĆ­a haber seguido en la presidencia y una vez acabada esta, en julio de 2021, ser investigado con todas las garantĆ­as procesales. En realidad, la ciudadanĆ­a reclamaba ā€“con caceroladas, banderas y pancartasā€“ la flagrante usurpaciĆ³n del poder. DespuĆ©s de todo, los peruanos estĆ”n acostumbrados a que sus presidentes ā€“e incluso sus candidatos presidencialesā€“ tengan una relaciĆ³n intensa con la cĆ”rcel. O estuvieron en ella antes de ser elegidos (Fernando BelaĆŗnde), o lo estuvieron despuĆ©s (Alberto Fujimori) o se escaparon de estarlo, como Alejandro Toledo, o se suicidaron para evitarla, como Alan GarcĆ­a.

Como ademĆ”s el PerĆŗ se prepara para los fastos ā€“es un eufemismoā€“ de su bicentenario de independencia, que se celebrarĆ” en julio de 2021, resulta altamente metafĆ³rico que una celebraciĆ³n sin mucho contenido esencial hasta el momento haya quedado llena de substancia por el vigor con el que los ciudadanos se han enfrentado a la ambiciĆ³n de un grupo de polĆ­ticos que deberĆ­an estar en donde estĆ”n precisamente para defender los principios democrĆ”ticos y preservar la salud constitucional. El nuevo presidente interino, Francisco Sagasti, un intelectual de verbo fluido y sĆ³lida formaciĆ³n, sin investigaciones procesales en su hoja de vida, tiene ahora el reto de enderezar la situaciĆ³n, al menos hasta las prĆ³ximas elecciones, en julio de 2021. Muchos tememos que este breve momento dulce sea solo eso. Los congresistas corruptos siguen allĆ­, al acecho. Pero deberĆ­an tomar buena nota de lo ocurrido.

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(Arequipa, 1964) es escritor. Su libro mƔs reciente es Volver a Shangri-La (Alianza, 2022).


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