Entrevista a James A. Lindsay: “Lo woke es un zombie. Está muerto. Pero sigue comiendo cerebros y extendiéndose por las instituciones”

En 'Teorías cínicas', Lindsay hace un análisis de las grandes teorías que alimentan el activismo de una “justicia social” de nuevo cuño.
AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Murieron más de 1.200 israelíes en el pogromo de Hamás del pasado 7 de octubre y, en los supuestos centros del saber estadounidenses, es decir, en las grandes universidades de Estados Unidos, hubo estudiantes cantando “gloria a nuestros mártires” en alusión a los terroristas palestinos. Conocidos profesores universitarios estadounidenses declararon la matanza como algo “fantástico”, “energizante” y “estimulante”.

A quien quiera entender de verdad semejantes posicionamientos en favor del terrorismo viniendo de sofisticados intelectuales o de las futuras élites americanas, el matemático y autor James A. Lindsay (Nueva York, 1979) le puede a ayudar. Él está por la labor. 

Lindsay lleva años denunciando las imposturas académicas y morales de las universidades de su país, incluidas –y especialmente– las de mayor prestigio. En su momento, participó en el escándalo llamado “El caso de los estudios del agravio”, en el que Lindsay, Helen Pluckrose y Peter Boghossian expusieron las vergüenzas del sistema de publicación de artículos académicos en unas humanidades caídas en manos del wokismo. Por wokismo cabe entender el corpus teórico que alimenta ese activismo social tan radical que lleva a defender y celebrar como “resistencia” el terrorismo de Hamás.

Producto de aquel trabajo intelectual, en el que se lograron publicar grandes sandeces en publicaciones universitarias gracias al uso de los crípticos lenguajes y lógicas woke, parece ser el libro Teorías cínicas (Alianza Editorial, 2023). El volumen lo firman Lindsay y Pluckrose. Acaba de ser publicado en España.

Teorías cínicas es, entre otras cosas, un detallado análisis de las grandes teorías que alimentan el activismo de una “justicia social” de nuevo cuño en el que se da cabida a ideas como, por ejemplo, que personas de color sean tachadas de defensoras del supremacismo blanco cuando no comparten las ideas del antirracismo en boga.

Su libro Teorías cínicas se ha convertido en un superventas en todo el mundo. Ha sido traducido en numerosas lenguas y ha sido publicado en español hace poco. ¿Se esperaba un éxito así de Teorías cínicas?

No, en absoluto. Pensábamos que el libro iba a llegar a un grupo concreto de personas que estaba ya interesada en el tema. Es decir, unos pocos de miles de personas. Pero el caso es que ha llegado mucho más lejos. Estamos hablando de que ya se han vendido centenares de miles de copias. Se ha traducido a más de veinte lenguas. No teníamos ni idea de que iba a convertirse en algo tan popular.

¿Cómo se explica ese éxito?

Cuando algo es popular en un sitio tiende a serlo en otros lugares también. Nuestro editor vio mucho potencial en el libro. En Bélgica me han dicho que la versión francesa está yendo muy bien. En Estados Unidos, creo que despegó porque nosotros explicábamos, para mucha gente, lo que pasó tras la muerte de George Floyd, quien murió a finales de mayo de 2020. El libro salió en agosto de 2020. 

Yo ya había estado creando una audiencia explicando la teoría crítica de la raza y todas esas teorías que ahora llamamos woke. En Estados Unidos, el libro salió publicado en ese momento al que hacía referencia, un momento en el que había mucha gente pidiendo información para entender lo que estaba pasando, no solo en mi país, sino prácticamente en todo el mundo. Lo que pasó tras la muerte de George Floyd fue un punto de inflexión en la historia. Y nuestro libro era una primera explicación. En resumen, la publicación llegó en un momento muy adecuado. 

Hace usted referencia a la muerte de George Floyd durante una detención, algo que desencadenó violentos disturbios raciales…

Sí, durante siete u ocho meses hubo mucha violencia callejera por todas partes en Estados Unidos. Prácticamente todas las grandes ciudades tuvieron episodios de violencia. Hubo grandes incendios en Washington D.C., también hubo episodios muy violentos en el estado de Wisconsin. En la ciudad de Portland se quemaron comisarías. En Seattle y Minneapolis se levantaron lo que se llamó “zonas autónomas”, que eran zonas en las que las autoridades dejaron de poder aplicar la ley. En definitiva, esta violencia, dejó en shock a todo el país y también a buena parte del mundo. De hecho, hubo tentativas de hacer lo mismo a cargo de activistas en otros lugares, como Londres, aunque sin éxito. En Canadá también fue especialmente extremo este fenómeno.

Teorías cínicas recoge la importancia de la literatura académica woke en los disturbios ocurridos en la universidad Evergreen State College de Olympia, donde hubo altercados en los que los estudiantes clamaban contra el “racismo sistémico”. Si hubiera que reescribir el libro, ¿recogerían el ejemplo de los universitarios que han estado celebrando los ataques de Hamás en Israel tras el pogromo terrorista del 7 de octubre?

Sí, ese sería un ejemplo necesario y un punto en el que articular la teoría poscolonial, a la que está dedicado el tercer capítulo del libro. Y después, se expandiría hacia el trabajo de Frantz Fanon, el intelectual francés que sirvió de motor intelectual para gente como Edward Said, alguien que aparece en ese capítulo del libro. Además, el concepto de “descolonización” aparecería en el libro no sólo como “purga intelectual”, que es como lo caracterizamos, sino también como un llamamiento global a la violencia. Esto se está viendo ahora en Estados Unidos, en Canadá, en Europa y demás.

Con todo, el caso de Evergreen State College es un precursor que ilustra muy bien la situación que después ocurriría en el resto de universidades del país, especialmente en el contexto del ataque contra Israel. Es más, se puede hablar de la “Evergreenización de Estados Unidos”. Por eso yo seguiría utilizando ese ejemplo. Fue la primera institución que se deshizo ante lo woke y que generó una reacción en cadena.

Si lo ocurrido con Hamás en las universidades estadounidenses estos días ilustra la teoría poscolonial, el caso de Evergreen State College ejemplifica lo que pasa con la teoría crítica de la raza. El libro se ocupa también de las teorías queer, los estudios de género y los estudios de gordos y discapacitados. ¿Cómo se han convertido estas teorías y sus ideas en algo tan importante, especialmente en la educación?
Hay muchos factores para explicar esto. Las universidades querían ser muy abiertas y estar al frente de las políticas progresistas desde los años 60. Querían estar a la vanguardia del progresismo. Al mismo tiempo, se crearon departamentos de literatura feminista, primero, y, de ahí, se pasó a la creación de los estudios de mujeres y después a los estudios de género. Lo mismo pasó con los estudios afroamericanos, donde empezó a desarrollarse la teoría crítica de la raza. Todo esto forma parte de ese empujón progresista de los años sesenta y setenta. Paralelamente, en ese tiempo, ocurrió algo que mucha gente pasa por alto y que es muy importante. A saber, la transformación del modo en que se producían las publicaciones académicas.

¿A qué se refiere? 

Antes, la gente tenía una publicación académica y trataba de venderla. Trataban de tener material interesante para venderlo en esas publicaciones. Pero con el cambio de finales de los sesenta y de ahí en adelante, se impuso la idea de que las bibliotecas de las universidades podrían suscribirse a las publicaciones académicas. Este nuevo modo de publicar tuvo como pionero al hombre de negocios Robert Maxwell, padre de Ghislaine Maxwell. Este cambio parece no ser importante. Pero lo es.

¿Por qué?

Porque permitió a las universidades, a sus departamentos de estudios de mujeres y de género tener un lugar en el que publicar. Permitió tener unas revistas que, de otro modo, nadie habría comprado. Nadie habría querido comprar una publicación académica de estudios de género o, al menos, esa revista no habría tenido suficiente circulación de manera que, con una publicación así, un académico pudiera lograr ser profesor titular o tener un empleo en un entorno académico. Pero, después de la aparición de este sistema, las bibliotecas de las universidades compraron publicaciones que nadie habría querido, transformando por completo el sistema de publicaciones universitarias. 

Esto generó la proliferación de publicaciones académicas que se habrían ocupado de estos temas y para los que no habría habido mercado. Pero el mercado aparece cuando hay universidades con dinero del estado para financiar revistas académicas de digamos, por ejemplo, de estudios de gordos. Este nuevo modelo permitió la aparición de todas estas revistas en las que académicos, de forma fraudulenta, han publicado sus trabajos para así hacer carrera y acceder a empleos, a ser profesores titulares, a alcanzar ascensos, establecer departamentos y demás. Este cambio coincide con el cambio intencional de crear departamentos de estudios progresistas basados en las identidades. Todo esto generó un cambio en las universidades a nivel estructural.

El resultado de este esfuerzo intelectual en esos departamentos y estas teorías desarrolladas con el paso de las décadas es lo que hoy llamamos woke.

Exacto.

Esas teorías ven el mundo como una religión. ¿No es así?

No solo ven el mundo de una determinada forma, también la humanidad. Estas teorías ven el mundo como si fuera algo potencialmente perfecto. Estas teorías no dicen cómo es el mundo perfecto, pero sí dicen cómo no es ese mundo perfecto. Así que cuando ven homofobia o racismo, por ejemplo, saben que el mundo perfecto no es así. Esto se llama utopismo negativo, términos que aluden a una utopía que no se puede describir. En el utopismo negativo solo se sabe cuáles son los problemas que no son parte de la utopía y a los que hay que criticar y corregir. El utopismo negativo lo que hace es denunciar los aspectos de la sociedad que no son parte de la supuesta sociedad utópica para, a través de esa denuncia, anunciar la posibilidad de la existencia de esa sociedad utópica. 

Esto está descrito, en términos explícitamente religiosos, como una “visión profética”, según el filósofo y educador brasileño Paulo Freire. Pero en lo woke también hay una visión profética de lo que son los seres humanos. Supuestamente, si a los seres humanos les quitas todos los pensamientos negativos, entonces serían perfectamente sociales. Y esto daría lugar a una sociedad en la que nunca se discrimina, sin explotación y donde todo el mundo se siente incluido y participe todo el tiempo. La idea es que si todo el mundo pensara así, eso podría ser real, porque intrínsecamente, el ser humano es algo perfectamente social, que vive el uno para el otro. De ahí el aforismo de Karl Marx: “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. En resumen, lo woke es una religión que ve el mundo del modo en que le comento pero también porque responde a la cuestión sobre qué es ser humano a un nivel fundamental y por qué no somos lo que deberíamos ser.

Y esta religión ha terminado colonizando a todo el activismo liberal contra el racismo, la homofobia, la misoginia, etcétera. ¿Por qué?

Hay dos razones para esto. La primera es que si eres una persona normal y tienes un objetivo, por ejemplo, aludiendo a un tema social importante en el Reino Unido en los años 70, hacer que las mujeres tengan igualdad a la hora de pedir un préstamo, lo que haces es lanzar una campaña. Reúnes gente para pelear por esto, haces peticiones y todo lo que haya que hacer. Pongamos que lo logras y consigues la legislación que buscabas. Después de eso, te quedas contento y dejas de ser un activista. Esto es lo que hace la gente normal. Pero, para los marxistas, todo está mal siempre. Y eso los convierte en activistas perpetuos.

Así que cuando el mundo liberal consigue algo, por ejemplo, la igualdad de las mujeres para tener préstamos o, pongamos, el matrimonio homosexual, lo que sea, la gente normal se va a su casa tras la campaña. Pero los marxistas no se van a casa, siguen empujando a lo suyo. Ocurre, también, que los marxistas son muy intolerantes con las personas que no tienen sus puntos de vista, por lo que suelen echar de las iniciativas a las personas que no piensan como ellos. Esto se ha visto con las feministas marxistas o con los teóricos críticos de la raza cuando se hicieron con el movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos, o con los activistas queer haciéndose con el movimiento gay.

¿Podría explicar un poco más esto?

El movimiento Black Lives Matter se decía inscrito en la continuación del movimiento por los derechos civiles de los años sesenta. Sin embargo, se oponía diametralmente al movimiento de los sesenta. Por otro lado, la teoría queer, desde el principio, está abiertamente en contra de la idea de la aceptación de los gays, de la igualdad de las personas gay y del matrimonio homosexual porque ve eso como algo que hace normal a los gays. Pero una normalización de los gays significa que dejan de ser radicales. Por eso la gente de la teoría queer nunca quiso normalización, nunca.

He perdido ya la cuenta de los activistas gays que conozco que, durante los años noventa, lucharon por la aceptación de los gays en la sociedad y que ahora ven cómo se están poniendo en actos públicos a niños delante de drag queens haciendo actuaciones de contenido sexual presentadas como modo de representación de lo que significa ser gay. Conozco tanta gente que trató de luchar para oponerse a esos estereotipos sobre lo que es ser gay…

Parte de la agenda de esos teóricos y activistas que no descansan nunca son las nuevas epistemologías. O sea, supuestas nuevas formas de conocimiento que ya no tienen que ver con la ciencia. ¿Cómo de importante es este aspecto epistemológico?

Es central. La técnica que tienen estos activistas consiste en decir que la ciencia es solo una forma de conocer. Dicen también que sus supersticiones o su agenda política son también formas de conocimiento. Y, como su epistemología y la ciencia son ambas formas de conocimiento, entonces te dicen que son iguales, igual de válidas. Te dicen que en el nombre de la ciencia se han hecho muchas cosas mal. Por eso, te dicen que su epistemología es mejor. Nunca te explican por qué es mejor su epistemología. Te dicen que la suya es también una forma de conocer el mundo y que la ciencia está asociada a problemas y, por tanto, es mejor la suya por defecto. Este razonamiento que hacen es una técnica engañosa que les permite llegar al poder allí donde quieran.

Permite a gente sin cualificación acceder a puestos de responsabilidad porque, dicen, están cualificados de una forma diferente que no se reconoce por culpa del sexismo, racismo, xenofobia o lo que sea. Sus epistemologías no son, sin embargo, algo real. No están centradas en saber lo que es verdad en el mundo. Kelly Oliver, una teórica feminista, ya escribió en 1999 que no estaban interesados en teorías ciertas o falsas, estaban interesados en teorías estratégicas. O sea, teorías que pueden cambiar sus epistemologías, sus modos para llegar a la verdad, siempre que lo necesiten para decir que tienen razón. No son teorías ni epistemologías interesadas en la verdad, sino en el poder, en el éxito operativo, en hacerse con el control de las instituciones.

Todo esto también es un ataque al método científico

Por supuesto. Porque la ciencia es universal. Uno de los principios de la ciencia es la universalidad científica. Y esto supone que da igual quién haga el experimento. Da igual cuál es el pasado de la persona que hace el experimento, la clase social, el color de piel, su inteligencia, da igual. Porque si hacen el experimento bien, entonces obtendrán el mismo resultado. Por eso la ciencia nos permite acceder a las preguntas correctas en el mundo, sino que además abre las puertas a todo el mundo. Las epistemologías de las teorías cínicas son un ataque a la ciencia, porque determinan que hay personas que, por su identidad, pueden decir qué es o no verdad. Si estuviéramos hablando del universo religioso, diríamos que se está estableciendo un magisterio como el que establece un líder religioso que nunca falla. Lo que ocurre es que estas teorías aparecen en los departamentos de sociología. Por eso no lo consideramos una religión.

Hablaba usted de líderes religiosos. A la filósofa Judith Butler se la podría considerar papisa de los estudios de género. Estos días ha circulado un vídeo de ella diciendo que Hamás forma parte de la “izquierda global” en tanto que “movimiento social progresista”. ¿Un error de percepción así no es suficiente para apreciar que lo woke es algo muerto?

Lo woke está muriendo en muchos sentidos. Yo lo llamo zombie. Es un muerto que sigue ahí comiendo cerebros. Lo digo porque la mayoría de la gente se está alejando de lo woke. Ha dejado de gustar. Sin embargo, hay un pero. A saber, que las instituciones han aceptado completamente lo woke y se está extendiendo no solo en Estados Unidos, sino también en Europa, en la Unión Europea y en Naciones Unidas. Estas instituciones están muy centradas en la “inclusión”, dicen, pero esa palabra la definen en términos woke. Y nuestro libro debería ayudar a la gente a entender lo woke.

Al final su libro también contiene un llamamiento a favor del liberalismo. Concretamente, el uso de la razón y la libertad de expresión como pilares a partir de los cuales resolver los problemas de la sociedad. ¿No es así?

Sí. Lo woke dice que hay gente que tiene que hablar y otros callar y escuchar. Yo creo que todo el mundo tiene que hablar. Hay que escuchar ideas diferentes. Necesitamos tener debates y plantear argumentos, buenos argumentos. Hacen falta menos juicios morales diciendo que hay gente buena y mala a la que hay o no hay que escuchar.

+ posts

Salvador Martínez Mas vive en Berlín y es periodista especializado en información internacional.


    ×

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: