Entrevista a Oliver Bullough: “Según los estándares de los años sesenta, hoy todo es un paraíso fiscal”

El periodista británico, autor de "Moneyland. Por qué los ladrones y los tramposos controlan el mundo y cómo arrebatárselo", cree que los oligarcas y multimillonarios corruptos han ganado la partida.
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En Moneyland (Principal de los libros, 2019), Bullough describe un mundo de superricos apátridas, paraísos fiscales y estructuras offshore, venta de pasaportes y oligarcas del Tercer Mundo que blanquean dinero robado con la ayuda de abogados y contables en Londres y Nueva York. 

En 2019 se cumplieron 75 años desde el acuerdo de Bretton Woods. En él, los líderes mundiales se comprometieron tras la Segunda Guerra Mundial a no especular con las divisas, para garantizar la paz y la estabilidad. ¿Por qué fue tan importante ese acuerdo?

Lo que pasó en Bretton Woods debe comprenderse en el contexto de la Segunda Guerra Mundial y la Gran Depresión. El enorme deseo de asegurarse de que no hay más guerras mundiales. El análisis que se hizo en Bretton Woods es que la libertad absoluta de capitales para especular causó el crash de Wall Street y creó la miseria que fomentó el nacionalismo extremo. Creo que es un análisis muy acertado. La solución que propusieron era muy valiente: cambiar la manera en que funciona la economía global. Es fácil olvidar lo exitoso que fue. En los años cincuenta y sesenta hay crecimiento económico, más igualdad y prosperidad en los países occidentales. Está claro que hubo perdedores, países comunistas como China que quedaron al margen de esta prosperidad. Pero para las democracias liberales occidentales fueron las mejores década en su historia.

Para la gente rica, en cambio, Bretton Woods era amenazador. Había un grupo de gente constantemente luchando contra ese sistema de controles. Y Moneyland es lo que se inventaron para escapar de él. Se creó una poderosa alianza entre banqueros en Londres y bancos en Suiza para crear estructuras offshore (paraísos fiscales). Este concepto creo que esta poco estudiado y analizado. Es quizá uno de los inventos más importantes de la segunda mitad del siglo XX, en términos de su impacto en el mundo. Y, sin embargo, hay muy pocos libros sobre ello. Ni siquiera los libros de economía hablan de ello.

En el libro comenta que cuanto más toleraban o promovían determinados países los paraísos fiscales o las estructuras offshore, más difícil era para otros países hacer lo mismo: eran las nuevas reglas de juego.

Cuanto más luchas contra los paraísos fiscales, mientras existen, más paraísos fiscales habrá. El hecho de que Reino Unido tolere y promueva los paraísos fiscales como una estrategia de desarrollo, no solo para ellos sino para las grandes economías, hace que los demás países no tengan alternativa. Lo que hacen otras economías es desregularse e intentan seguir el ritmo. Se puede ver en la competición entre Nueva York y Londres, pero también por ejemplo se ve dentro de Estados Unidos. Si un Estado trata el dinero de otra manera que otros estados, o intenta atraer dinero de alguna manera, los demás Estados hacen lo mismo. He escrito recientemente sobre el caso de Dakota del Sur, que ha inventado una nueva cláusula y un fondo (trust) que protege tus activos bancarios. Después de poner eso en práctica, Delaware aprobó una ley similar y su justificación era: “En South Dakota lo están haciendo, así que nosotros tenemos que hacerlo también.” Ahí está el problema. Cuando un país comienza a tolerarlo, en un mundo globalizado, todos tienen que tolerarlo. Otro ejemplo: ocurre con las visas de oro. Portugal vende pasaportes. España tendría que estar loca para no hacer lo mismo.

El sistema de compra de pasaportes es delirante. Pero tenemos que entender una cosa. A nosotros nos resulta fácil criticarlo. Es decir, yo soy británico. Pero como mi padre es canadiense, tengo también pasaporte canadiense. Tengo dos de los mejores pasaportes que puedes tener. Me facilita la vida mucho. Pero si eres iraquí tu vida es una mierda. El sistema global es injusto. La idea de comprar la ciudadanía es una mala solución. Coges un sistema injusto y lo haces más injusto aún. Si eres un refugiado sirio estás atrapado en un campo de refugiados libanés. Pero si eres un sirio rico que se ha enriquecido en la guerra, puedes comprarte un pasaporte maltés y mudarte a Europa. Es grotesco.

¿Qué países venden pasaportes?

Austria siempre lo ha hecho en cierta medida. Las islas de St Kitts, Nieves o Dominica, en el Caribe, lo empezaron a hacer en los años ochenta de manera muy caótica. Pero luego apareció el personaje de Christian Kalin. Llegó a St Kitts y les ofreció organizar el sistema de venta de pasaportes. Entonces se convirtió en un fenómeno. Ahora hay cinco países caribeños que venden pasaportes. Hay dos países de la Unión Europea que lo hacen. Moldavia también, Montenegro está a punto.

¿Quién querría un pasaporte de Moldavia?

Es realmente muy útil. Puedes viajar a Europa sin visado. Es muy barato además, cuesta más o menos unos 100.000 dólares. Si eres muy rico y vives en, digamos, Sudán del Sur, compras un pasaporte moldavo y ya no tienes que preocuparte por las visas. Claramente un pasaporte maltés es mejor, porque estás dentro de la Unión Europea, pero también hay más controles para obtenerlo. Muchos de los países que venden pasaportes no realizan muchos controles sobre quién los compra.

Hay muchos pasaportes que son muy útiles. Por ejemplo, si compras un pasaporte de Granada, en el Caribe, accedes a un visado muy bueno a Estados Unidos, el visado E-2, que es incluso mejor que la green card (la tarjeta de residente permanente). Es muy útil si quieres viajar a Estados Unidos. Tiene todo el sentido que un ciudadano rico de un país pobre quiera comprar el pasaporte de otro país.

Afirma que las economías occidentales se acaban pareciendo a los paraísos fiscales.

Para prevenir que todo el dinero se vaya a paraísos fiscales, reduces mucho tus impuestos para prevenir esa ventaja competitiva. Creo que el concepto offshore o paraíso fiscal no es muy útil hoy. Según los estándares de los años sesenta, hoy todo es un paraíso fiscal. Moneyland ha ganado.

Critica la manera en la que se contabiliza la corrupción global: casi siempre se tiene en cuenta de dónde se roba el dinero pero no dónde se blanquea, que suele ser en capitales occidentales.

La manera tradicional de medir la corrupción es a partir de la definición de Transparencia Internacional: la corrupción es el abuso de un cargo público para obtener un beneficio privado. Y eso es corrupción, claro. Pero es como estudiar el narcotráfico solo mirando a los que venden drogas en la calle. Te pierdes todo. La corrupción tal y como la define Transparencia Internacional siempre ha existido. Desde que existen los gobiernos. Pero, ¿por qué hoy la corrupción es un problema mucho mayor que hace cien años? Porque es muy fácil quedarte con el dinero. Lo guardas en un paraíso fiscal y está seguro. Tenemos que entender la corrupción en el contexto de las cleptocracias en un sistema financiero globalizado.

La definición de Transparencia Internacional es muy problemática porque se centra en la parte de la corrupción que ocurre en los países pobres, y no la parte que ocurre en los países ricos. Culpabilizan a las víctimas. Es como decir que la mayoría de la gente que consume drogas vive en barrios pobres. Por lo tanto, son los barrios pobres los responsables del narcotráfico. Según esa definición, Londres no es valorado como corrupto. Pero sin los abogados de Londres o Nueva York, el dinero negro no podría blanquearse. En el ránking de Transparencia Internacional sobre corrupción, Dinamarca aparece como el país más limpio del mundo. Y, sin embargo, el Banco Danske es responsable del mayor caso de lavado de dinero de la historia global. Es estúpido.

Escribe que los países son buenos en determinar cuánto dinero se invierte en sus economías pero no en medir cuánto dinero se va.

Si pones tu dinero en Suiza luego ese dinero va a Luxemburgo y un fondo en Luxemburgo lo invierte en otro sitio, Nigeria o donde sea. La brecha importante es la que hay entre Suiza y Luxemburgo. Por eso hay un vacío en las estadísticas globales. Tu dinero va a un paraíso fiscal pero las empresas del paraíso fiscal no monitorizan dónde va ese dinero luego.

Las estadísticas rusas de inversión, por ejemplo, son muy buenas pero no son útiles porque no son reales. Si nos las creemos, el mayor inversor en Rusia es Chipre. Y el lugar donde más invierte Rusia es Países Bajos. Son paraísos fiscales. O, por ejemplo, las Islas Vírgenes Británicas son un gran inversor en Rusia. Pero asumámoslo, es todo dinero ruso, que ha salido del país y vuelve. Estuvo oculto y vuelve haciéndose pasar por dinero extranjero.

El gran problema es que no se sigue la pista del individuo que tiene ese dinero. Lo que se hace es considerar que como ese dinero ha salido de Rusia ha dejado de ser ruso y se ha convertido en dinero de las Islas Vírgenes Británicas. Es ridículo. He ido a las Islas Vírgenes Británicas. Es un sitio estupendo pero no hay dinero. Hay muchas playas pero no hay dinero. La idea de que es un lugar que invierte significativamente en Rusia es una ficción estúpida. Pero estamos atrapados en esa ficción en todo el mundo. Si miras el mercado inmobiliario londinense ves que las Islas Vírgenes Británicas son inversores significativos.

Ha mencionado Rusia. Una de las historias más impactantes de su libro es la de la empresa de Jersey FIMACO.

El FMI estaba dando dinero a Rusia para apoyar su divisa. Ese dinero Rusia lo envió a una empresa en Jersey que se dedicó a comprar bonos del gobierno, quedándose con el beneficio. Si te soy sincero, es algo tan extraordinario que, a pesar de que sé que ocurrió, casi no me creo que ocurriera. El Banco Central de Rusia comprando bonos del Estado ruso y evadiendo impuestos. Es una locura.

Es además una historia muy importante para Putin. Su primera aparición televisiva importante tiene que ver con este caso. La carrera política de Putin comienza cerrando una investigación sobre blanqueamiento de dinero. ¿Por qué los oligarcas pensaban que Putin era un buen candidato como presidente? Ahí tienes la respuesta. Podían fiarse de que no investigaría la corrupción offshore.

Durante años organizó un tour sobre el lavado de dinero en Londres. ¿Sigue haciéndolo?

Hace tiempo que no lo hacemos. Reino Unido es muy deprimente últimamente. El Brexit ha absorbido todo el oxígeno. Cuando empezamos había esperanza. Conseguimos colocar el tema en la agenda. Pero desde el referéndum nadie está interesado en esto.

Hay todo un negocio en Londres, o en el Estado de Delaware (EEUU), y en muchos sitios más, de empresas que se dedican a crear empresas.

Las empresas tienen que provenir de algún sitio, tienen que estar basadas en algún sitio, y a eso se dedican estas empresas. La idea de una empresa es muy buena, si tienes una buena idea de negocio pero fracasa no quiebras tú como individuo, sino la empresa. Es una buena idea. Obviamente no estoy en contra de la existencia de empresas. El problema es cuando se usan para ocultar una identidad. Es el problema que hay en Delaware o en las Islas Vírgenes Británicas. Son jurisdicciones cuyo principal modelo de negocio es vender empresas. Y si tu negocio es vender empresas, cuanto más vendes mejor. No te pones a comprobar si están usando esas empresas para el bien. Porque eso te cuesta dinero. En el libro uso el ejemplo de Harley Street en Londres, una dirección donde están basadas decenas de empresas, pero que no es peor que cualquier otro sitio.

Critica los ránkings que valoran a los países en base a la facilidad para abrir empresas.

Es verdad que cuando es muy difícil abrir una empresa es muy difícil hacer negocios. Desde ese punto de vista cuanto más fácil sea, mejor. Pero llega un punto en el que es demasiado fácil. Los ránkings sobre la facilidad de abrir una empresa (el más famoso es el de Doing Business) no tienen en cuenta que quizá a veces es demasiado fácil en algunas jurisdicciones. Por ejemplo, si hicieras un ránking sobre la facilidad de abrir una cuenta en un banco, y establecieras que cuanto más fácil siempre será mejor, deberías tener en cuenta que eso puede favorecer a, por ejemplo, los narcotraficantes. Nadie se plantea eso en los ránkings sobre la facilidad de abrir empresas. Pero las empresas son también una manera de cometer fraude.

El ránking de Doing Business tiene muchos problemas. Los países que quieren atraer inversión extranjera moldean sus políticas deliberadamente para aparecer bien en ese ránking. Rusia lo hace, se publicita diciendo “hemos subido veinte puestos en el ránking”. Llegará un momento en el que esto tendrá que parar.

Intenta abrir una empresa en Reino Unido. Te cuesta unas doce libras. Y puedes poner lo que quieras. Miré hace poco nombres de titulares de empresas británicas. Hay mucha gente cuyo nombre es simplemente XXX. Había uno incluso que se llamaba XXXStalin. Hay algunos cuyo nombre es simplemente MMMMMMMM. Y la dirección es también MMMMMMMM. Cualquier sistema de automatización relativamente bueno debería reconocer que ese nombre no se corresponde con una persona real.

El libro sugiere que realmente hay más incentivos para incumplir la ley que para cumplirla.

Es así. Cuanto más alto es un muro, más dinero ganas ayudando a alguien a saltar el muro. Creo que hay dos soluciones para esto. Hacer el muro más alto, mejorar nuestras regulaciones. La otra es perseguir a quienes ayudan a otros a saltarse la ley: abogados, contables, agentes de constitución de sociedades (company formation agents). Cuando escribí por primera vez sobre Harley Street, 20 pensé que la policía entraría en esa empresa y la cerraría. Era demasiado extraordinario lo que hacían, y desde hacía mucho tiempo. Pero todavía sigue ahí. No ha cambiado nada. Solo ha cambiado que ahora tienen también otra dirección, también en Londres.

Hace falta que vaya más gente a la cárcel y una mejor cooperación entre países. Si observas cómo se mueve el dinero en Europa, se mueve como si fuera en un solo país. Pero la policía no. Si tenemos un mismo sistema económico necesitamos tener una misma policía.

Da la sensación de que hay solo dos caminos: volver a los controles de capital y los Estados nación o aceptar una globalización desregulada donde abundan los paraísos fiscales.

Pero no es así. No hay que aceptar eso. Tenemos la suerte de vivir en democracias con instituciones relativamente honestas. Tenemos partidos que todavía responden a los deseos de los ciudadanos. Es posible cambiar las cosas. Como ciudadanos tenemos todavía el poder de decir no. Es obvio que nos enfrentamos a gente muy poderosa. Pero ha habido progresos. Ha habido avances en los últimos cinco años en términos de transparencia. No fueron los políticos los que lo hicieron sino ciudadanos que lo exigieron y los políticos lo cumplieron. El cambio es posible, lo que pasa es que es muy difícil.

Pero no hay un demos global que pueda forzar esos cambios.

Si observas cómo funciona Moneyland, afecta a todo el mundo. Y existe en todo el mundo. Pero la gente que roba el dinero, lo hace porque quiere gastarlo. Y es algo universalmente establecido que la gente que roba este dinero lo gasta en las mismas cosas. Se compran Maseratis, vino de Burdeos, mansiones en Malibú o pisos en Londres. Siempre es lo mismo. No son muy imaginativos. Quieren gastarse el dinero en nuestros países. Eso nos da mucho poder. Si hay dinero de Venezuela que viene a Madrid, España puede comprobar la procedencia de ese dinero, puede hacer una selección e incluso decir que no quiere ese dinero porque es robado y proviene de un criminal. Claro que pueden entonces llevarse ese dinero a Miami. Pero nuestro poder no es cualquier cosa. El poder que tiene Europa y la UE es mucho mayor de lo que pensamos. Somos como un gigante dormido. Tenemos mucho poder blando con esta gente. Podemos decir “no queremos tu dinero, si es dinero robado ve a gastártelo a otro sitio, a Mongolia”. Cuando se vende en Madrid una casa a un cleptócrata, no estás vendiendo una casa. Estás vendiendo seguridad y protección. Estás vendiendo paz y civilización a individuos que no merecen ninguna de estas cosas.

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Ricardo Dudda (Madrid, 1992) es periodista y miembro de la redacción de Letras Libres. Es autor de 'Mi padre alemán' (Libros del Asteroide, 2023).


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