Foto: x.com / @XochitlGalvez

El contrahechizo

Competir con un populista implica arrebatarle el elemento emocional que le da fuerza. Xóchitl Gálvez lo hace con maestría.
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En los populismos, la realidad se diluye todos los días bajo el influjo del gobernante. Los espectadores más ingenuos y los anhelantes de opio beben las melazas derramadas por su líder con tal de saberse del lado bueno y a salvo del mal que propagan los conservadores.

La influencia del líder es cegadora y calmante. Si no funcionan sus grandes proyectos, no se nota. Si hay más enfermedad y miseria, no es su culpa. Si hay más peligros por la noche, no es su responsabilidad. Además, ni la miseria ni la enfermedad ni la ineficiencia son reales; en los populismos la verdad es traicionera y se abraza la ilusión.

Para contrarrestar el efecto nocivo de los populismos, las sociedades buscan antídotos democráticos. Normalmente se proponen libertad de prensa, pluralidad, defensa de organismos autónomos, división de poderes, diques legislativos, autonomía judicial… todas esas instituciones democráticas que sirven para acotar al populista. Y sí, sí sirven para eso, pero no para otra cosa. No funcionan para apagar el centro de energía del populista. No merman su popularidad y esa es una fuente de poder cuasi mágica. De ahí salen las ilusiones, los venenos, las mentiras y las esperanzas.

Me entero de que los antídotos funcionan de distintas maneras. Pueden cercar al veneno y tratar de impedir que se distribuya; pueden generar una reacción que cambie su estructura y lo haga menos tóxico o pueden poner escudos protectores en zonas vitales. Todo eso está muy bien, pero ¿qué pasa si el flujo de toxinas no se detiene? ¿Qué hacer si la fuente de veneno no se agota? ¿Hay que levantar diques democráticos de forma infinita? ¿Cómo se apaga la fuente de poder de un líder tóxico?

No tengo la respuesta, pero observo con sorpresa lo que actualmente sucede en México y encuentro la explicación en una metáfora fantástica: hay una nueva bruja y lo que trae no es antídoto, sino un contrahechizo.

Xóchitl Gálvez, la próxima candidata presidencial de la oposición, crece con cada rayo lanzado en su contra por el actual presidente. Es como si el tabasqueño lanzara una bola de fuego y ella la atrapara para regresarla, no solo de otro color, sino con un impacto distinto al que él buscaba. Gálvez usa los mismos ingredientes de los conjuros lopezobradoristas y aprovecha la potencia, pero a su favor. Algo así como el juego infantil que terminaba con: “todo lo que digas será al revés”. Pongo algunos ejemplos.

  • El presidente le negó el derecho de réplica en la conferencia matutina. Ella convirtió ese acto en bandera simbólica: quiere abrir las puertas de Palacio.
  • El usa la fórmula propagandística “nunca antes”. Ella usa “nunca más”
  • A él lo respalda Morena, la esperanza de México. Ella gana portadas diciendo que “la esperanza cambió de manos”.
  • “Por el bien de todos, primero los pobres”, reza el presidente. Ella revira: “por el bien de todos, primero las víctimas”.
  • El tabasqueño disfruta diciendo que su lema es no robar, no mentir y no traicionar al pueblo. La hidalguense lo retuerce y propone: ni rateros, ni huevones, ni pendejos. Además, saca sus tres nos: no dividir, no insultar, no manipular.

Toda la construcción narrativa de la responsable del Frente Amplio está colgada del discurso de Andrés Manuel López Obrador, pero en forma de contrahechizo. Él habla por el pueblo. Ella es parte del pueblo. Él cierra la puerta; ella las abre. Él se ve como víctima; ella se ríe de sí misma.

Competir con un populista implica arrebatarle el elemento emocional que le da fuerza, apropiarse de sus símbolos y robarle los arquetipos, algo que Xóchitl Gálvez hace con inquietante maestría. ¿Significa eso que ella también puede ser populista? Sí y no. Un líder carismático es un líder tóxico si su poder no es institucional sino simbólico. Sin embargo, lo que algunos ven como el mayor defecto de Gálvez yo lo observo como la mejor garantía de institucionalidad, y me refiero con ello a su vehículo partidista y a toda la fila de políticos con largo historial que están detrás de su candidatura. Por muchos contrahechizos que lance, ella no va sola. Sus redes sociales son muy potentes, pero los miles de comités del PRI le dan estructura, los panistas le dan marco urbano y empaque legal, los perredistas defenderán las libertades si a ella le da por regresar a la ruta del populismo penal.

Muchos ciudadanos la respaldan, sí, pero su transporte (el Frente Amplio) tiene trayectoria de gobierno, experiencia para lidiar con grillas, equilibrios partidistas internos y una diversidad de posiciones que deberá aprender a procesar si llega a conformar un gobierno de coalición. Eso es un desafío y puede ser problemático, pero es una salvaguarda contra la magia del huipil.

El sistema político mexicano vive una creativa etapa de la que se pueden obtener lecciones sobre el populismo, sus fuentes de poder y las salvaguardas. ~

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es politóloga y analista.


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