Este fin de semana, cuando se cumplan los primeros 100 días de gobierno de Donald Trump, solo un insensato (¿Trump, por ejemplo?) podría decir que ha cumplido su misión.
Su fracaso personal, sin embargo, tiene un sinfín de implicaciones. Consideremos por ejemplo el fiasco de su intento por derogar y reemplazar la Ley de Salud conocida como Obamacare. A pesar de contar con un Congreso abrumadoramente dominado por su partido, el republicano, en la primera prueba de su habilidad para convencer a sus colegas de las bondades de su primer proyecto legislativo, Trump hizo gala de su impericia política y de su tacto de elefante. Su fracaso, sin embargo, ha sido un alivio para los millones de personas que hasta el día de hoy siguen beneficiándose con un seguro de salud.
Entre las varias promesas de campaña incumplidas hubo tres sobre temas migratorios. La primera, la infame decisión de completar la construcción del muro entre México y Estados Unidos que no ha avanzado un centímetro. Un capricho ofensivo, inútil y carísimo de Trump sobre el que no hay consenso sobre su necesidad o viabilidad ni en su gabinete ni en el Congreso. ¿Nos beneficia a los mexicanos? Habrá que esperar para saber el desenlace final.
El segundo tema es el de las deportaciones masivas de indocumentados que a la fecha no se han producido y que, a pesar de las amenazas del Procurador Jeff Sessions y de las presiones de los duros dentro del gabinete de Trump y los medios de extrema derecha como la cadena de televisión Fox, tampoco parecen viables. Sí ha habido endurecimiento, sí se ha sembrado incertidumbre y miedo en las comunidades de inmigrantes y sí ha habido un puñado de deportaciones de “dreamers” protegidos por el DACA, pero hasta el momento sigue siendo una promesa afortunadamente incumplida.
Tampoco han prosperado las prohibiciones de entrada al país de ciudadanos de siete países musulmanes gracias a las intervenciones del poder judicial por considerar que las órdenes ejecutivas del Presidente son inconstitucionales.
En lo referente a cuestiones económicas, todavía no empiezan las negociaciones para modificar o rechazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, no obstante los trascendidos sobre una posible orden ejecutiva para abandonarlo. Y yo pienso que los argumentos de México prevalecerán al final de las negociaciones. Respecto a las anunciadas represalias contra China por “manipulación de divisas”, y por el déficit comercial contra EE UU, por lo pronto han quedado supeditadas a un acuerdo político entre ambas potencias para neutralizar a Corea del Norte.
La propuesta de reforma fiscal prometida ni siquiera ha sido formulada al igual que su plan para mejorar la infraestructura del país.
Entre sus dudosos logros, él se anota haber retirado, de manera arbitraria, a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio que Barack Obama había negociado. China, Japón y varios países América Latina, entre ellos México, se aprestan para aprovechar, en la medida de lo posible, el vacío que deja EE UU. Pero habrá que esperar a ver si Trump cambia de opinión cuando los adultos en su gabinete le hagan ver que su contradictoria visión del mundo es una necedad.
La confirmación del juez Neil Gorsuch a la Suprema Corte de Justicia ha sido generalmente aceptada como el único logro de Trump en el Senado aunque su nombramiento conlleva una peligrosa advertencia. Para lograr su aprobación, el Senado mayoritariamente republicano cambió las reglas de manera que a partir de ahora, los magistrados serán confirmados por el partido que tenga una mayoría simple en el Senado y no como era antes que se requería una mayoría calificada. Esto significa una mayor politización de la Corte Suprema.
En el terreno de las relaciones internacionales todo ha sido un desastre. Los desencuentros con Enrique Peña Nieto y la llamada telefónica en la que Trump insultó, acosó y le colgó el teléfono al Primer Ministro de Australia, Malcolm Turnbull, han sido sin duda los más aparatosos por la inaudita rudeza del trato del estadounidense. Pero su trato brusco a la Canciller alemana Angela Merkel fue también memorable.
Otro asunto mucho más preocupante es su aventura belicista en Siria y su amenazante postura frente a Corea del Norte. Por más repugnante que nos parezca el ataque los ejércitos de Bachar El Asad a su pueblo con gas sarín, bombardear un aeropuerto en Siria para mandarle un mensaje al líder norcoreano Kim Jong-un es temerario e irresponsable. La impredecibilidad de la que Trump tanto se vanagloria es tóxica en temas de seguridad nacional. Si a los malos impulsos de Trump le añadimos los peores arranques del errático dictador norcoreano, aumenta la posibilidad de que suceda una catástrofe mundial de dimensiones incalculables.
En resumen, los primeros cien días de gobierno de Trump muestran lo que muchos vaticinábamos observando su deshonesta trayectoria de hombre de negocios. Mucho ruido y pocas nueces. Lo verdaderamente malo es que le quedan más de mil días, un lapso enorme en el que puede hacer mucho daño a la nación y al mundo.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.