La tarea del héroe político

Para el héroe político no hay un “nosotros” y un “ellos”, sino “un yo que es un nosotros”, y por eso puede dialogar y pactar con sus oponentes.
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Como una avalancha de nostalgia, el romanticismo ha retornado a Occidente. Acá y allá retoña, haciendo promesas de restauración de un pasado mejor o de un nuevo horizonte imaginado. Sus portavoces seducen a millones, y cómo no habrían de hacerlo. Ofrecen seguridad en días de incertidumbre, afirman cuando los demás dudan, responden a todas las preguntas. Si el presente es un peregrinaje incierto, el futuro será una línea recta. Es difícil desmentir a quien no se siente obligado por los hechos. Y cómo hacerlo frente a los que han fracasado. Los que consiguieron logros modestos. Los que no pudieron resolverlo todo. De qué modo se defiende una gestión mediocre de una ilusión pendiente. Cómo explicar lo complejo cuando el lenguaje ha sido reducido a un código binario.

He aquí la tarea del héroe político contemporáneo. El candidato necesario es un líder contestatario, un pedagogo, un resistente. El populismo responderá con sencillez a lo enrevesado. Ahogará la palabra en soflamas resentidas. Los medios tampoco lo pondrán fácil: la era digital, con su periodismo del clic, sus mensajes como telegramas, su caducidad temprana, su prosa polarizada, es aversa a los oradores parsimoniosos. Estos son los días felices del demagogo.

La última gran recesión pasó como pasa un invierno por un bosque de hayas: dejando nuestras flaquezas al desnudo. Nos trajo la frustración de una generación expectante, nos enfrentó con los límites de una globalización incapaz de proveer bienestar homogéneo. Nos alertó de los riesgos del capitalismo desregulado. Nos situó ante una verdad incómoda: la tecnología hará prescindibles a algunos. Hoy tenemos una sociedad amenazada por la desigualdad, el desempleo y la precariedad. Y, aunque Occidente vuelve a crecer, sabe que ha dejado atrás a muchos.

La tarea del héroe político pasa por recuperar el prestigio de las instituciones políticas y económicas liberales. El mercado global se ha mostrado incapaz de autorregularse y generar crecimiento repartido, y los gobiernos no han sabido responder con toda la solvencia que hubiéramos deseado para revertir los efectos devastadores de la crisis. Pero el capitalismo y la democracia representativa siguen siendo los sistemas bajo los cuales la humanidad ha conocido un mayor progreso.

El héroe político abogará por un mercado regulado frente a un mercado descontrolado y a otro intervenido, y defenderá la legitimidad de los representantes públicos frente a quienes creen que pueden prescindir de los partidos. El parlamentarismo liberal permite la expresión de la pluralidad de opciones y sensibilidades políticas en las sociedades complejas. Por contra, el populismo proclama que no hay más voz que la del pueblo, y no hay más pueblo que el que él define.

El héroe político tiene que devolver la esperanza a tantos que han sido defraudados. Para ello tiene que saber responder con medidas innovadoras al desafío del nuevo siglo, esto es, a la desigualdad de oportunidades. Tiene que ofrecer soluciones eficaces para garantizar la igualdad entre hombres y mujeres. Tiene que reformar el mercado laboral para que no haya trabajadores de primera y de segunda. Y tiene que construir un sistema educativo que ofrezca las mismas oportunidades de éxito a los hijos de las familias humildes y a los hijos de las familias acomodadas.

La tarea del héroe político ha de ser servir antes que ganar. Vivimos un tiempo dominado por el discurso del odio y el enfrentamiento. Las élites políticas activan conscientemente estas divisiones con fines electoralistas. El problema es que, una vez se prende esa mecha, sus consecuencias son imprevisibles e incontrolables. Por eso, la tarea del héroe político ha de ser predicar la moderación y la tolerancia. Debe recordarle a la izquierda que los votantes de derechas no son fascistas revenidos, sino que son nuestros vecinos, nuestros abuelos, nuestros amigos. Y a la derecha, que los votantes de izquierdas no son comunistas advenedizos: son nuestros hijos, nuestros compañeros, nuestros hermanos.

Para el héroe político no hay un “nosotros” y un “ellos”, separados por un abismo moral insondable. Hay “un yo que es un nosotros”, y por eso puede dialogar y pactar con sus oponentes. El héroe político es capaz de explicar a sus votantes que no hay rendición en el entendimiento. Que el adversario no es el enemigo. Que ir hacia el otro es avanzar siempre y nunca es una traición. Que no hay nada honorable en la intransigencia ni hay belleza en el fanatismo.

Es capaz de hacerse entender porque el héroe político habla para sus iguales. El líder que necesitamos presume la inteligencia de los electores. Razona con ideas complejas, porque sabe que complejo es el mundo, y se toma el tiempo necesario para exponer argumentos sofisticados. Habla con voz de metal tranquilo, prescinde de adjetivos gruesos y lo hace en pocos decibelios. No teme decir “me equivoqué” o “creo que debemos cambiar de rumbo”. Y, aunque es un moderado, no es un equidistante. El héroe político fallará, como todos, y entonces dirá: “he fallado”, y no urdirá conspiraciones que lo exculpen.

El héroe político prefiere el cambio al inmovilismo y la reforma a la revolución. Cree que ante cada reto hay distintas alternativas y trata de ponerse en el lugar de todos los implicados. El héroe político sabe que hay pocas verdades absolutas y defiende el matiz. No tiene respuesta a todas las preguntas, pero no le da miedo admitir: “todavía no lo sé”. El héroe político es responsable. Sabe que su trabajo es tomar decisiones difíciles, así que no delegará los dilemas trascendentes. No cargará a los ciudadanos de juicios onerosos que generen división. Será valiente para ejecutar y también para rendir cuentas por su actuación.

El héroe político debe mirar a los ojos de sus compatriotas y explicarles que el viaje va a ser largo y accidentado. Que no hay atajos. Y que no podrá llevar a puerto solo la misión. Que necesita del concurso de todos para construir una sociedad mejor. Les convencerá de que es posible, porque ya lo hicieron una vez, no hace tanto. Debe prometerles que su causa será la de quienes sufren la incertidumbre económica. La de los jóvenes. La de las mujeres. La de los mayores. La de los inmigrantes. Ha de ofrecer soluciones innovadoras para los desafíos del siglo nuevo. Sin excluir a nadie. Sin construir muros. Sin señalar enemigos. Respetando siempre las instituciones y la ley. Sí, habrá de realizar un esfuerzo hectóreo, pero nadie dijo que ser héroe fuera fácil.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politóloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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