Ilustraciรณn: Luis Pombo

Mensaje al siglo XXI

El 25 de noviembre de 1994 Isaiah Berlin aceptรณ un doctorado honorario por parte de la Universidad de Toronto. Para la ceremonia escribiรณ este โ€œbreve credoโ€ que resume su pensamiento, al tiempo que nos advierte sobre los peligros de abrazar los ideales simples
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“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos.โ€ Con estas palabras Charles Dickens iniciรณ su famosa novela Historia de dos ciudades. Sin embargo, no puede decirse lo mismo de nuestro siglo terrible. Durante miles de aรฑos los hombres se han destruido unos a otros, pero las acciones de Atila el Huno, de Gengis Kan o de Napoleรณn (introductor del exterminio masivo en la guerra), en incluso las matanzas de armenios, palidecen hasta la insignificancia ante la Revoluciรณn rusa y su secuela: la opresiรณn, la tortura y el asesinato que pueden depositarse a los pies de Lenin, Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot, y el sistemรกtico falseamiento de informaciรณn que durante aรฑos nos impidiรณ conocer esos horrores sin parangรณn. No se tratรณ de desastres naturales sino de crรญmenes humanos que, sin importar las suposiciones de quienes creen en el determinismo histรณrico, pudieron haberse evitado. 

Hablo con particular emociรณn porque soy un hombre muy viejo que ha vivido a lo largo de casi todo el siglo XX. La mรญa ha sido una existencia pacรญfica y segura. Esto casi me avergรผenza ante lo ocurrido a tantos otros seres humanos. No soy historiador, de modo que no puedo hablar con autoridad acerca de las causas de esos horrores. Pero quizรก puedo intentarlo.

Desde mi punto de vista las causas no fueron las habituales emociones negativas โ€“temor, avaricia, odio tribal, celos, amor al poderโ€“, como las llamรณ Spinoza, aunque, desde luego, todas ellas jugaron un papel siniestro. En nuestro tiempo, fueron producto de las ideas o, mejor dicho, de una idea en particular. Resulta paradรณjico que Karl Marx โ€“quien restรณ importancia a las ideas en oposiciรณn a las fuerzas sociales y econรณmicas impersonalesโ€“ haya transformado el siglo XX con sus escritos, llevรกndolo hacia donde deseaba pero tambiรฉn, y como reacciรณn, en sentido opuesto. En una de sus famosas obras el poeta alemรกn Heinrich Heine pidiรณ que no menospreciรกramos al callado filรณsofo sentado en su estudio. Afirmรณ que, si Kant no hubiera destruido la teologรญa, quizรก Robespierre no habrรญa decapitado al rey de Francia.

Heine predijo que, algรบn dรญa, los discรญpulos armados de los filรณsofos alemanes โ€“Fichte, Schelling y los demรกs padres del nacionalismo alemรกnโ€“ destruirรญan los grandes monumentos de Europa Occidental en una oleada de fanรกtico exterminio que harรญa de la Revoluciรณn francesa un juego de niรฑos. Esto puede parecer algo injusto para los metafรญsicos alemanes pero la idea medular de Heine me parece vรกlida: en una forma desvalorizada, envilecida, deteriorada, la ideologรญa nazi tuvo raรญces en el pensamiento que se oponรญa a la Ilustraciรณn alemana. Hay hombres capaces de matar y mutilar con una conciencia tranquila, bajo la influencia de las palabras y los escritos de quienes tienen la certeza de saber cรณmo lograr la perfecciรณn.

Permรญtanme explicarme. Si uno estรก verdaderamente convencido de que existe una soluciรณn para todos los problemas humanos, de que uno es capaz de concebir una sociedad ideal a la cual el hombre puede acceder si tan solo hace lo necesario para alcanzarla, entonces mis seguidores y yo debemos de creer que ningรบn precio es demasiado alto para abrir las puertas de semejante paraรญso. Una vez que se expongan las verdades esenciales, solo los estรบpidos y los malevolentes ofrecerรกn resistencia. Quienes se oponen deben ser persuadidos; si no es posible, es necesario aprobar leyes para contenerlos. Si eso tampoco funciona, se ejerce la coacciรณn, tendrรก que emplearse la violencia de forma inevitable. De ser necesario, el terror, la carnicerรญa. Lenin creรญa esto despuรฉs de leer El capital. Una y otra vez profesรณ que si era posible crear una sociedad justa, pacรญfica, feliz, libre y virtuosa a travรฉs de los mรฉtodos que รฉl defendรญa, el fin justificaba los medios a emplearse; literalmente, cualquier medio.

La convicciรณn fundamental que subyace a esto es que las preguntas centrales de la vida humana, individual o social, tienen una respuesta verdadera que puede descubrirse; que esta puede y debe implementarse y que quienes la han encontrado son lรญderes cuya palabra es ley. La idea de que a todas las preguntas genuinas corresponde solo una respuesta verdadera es una nociรณn filosรณfica muy antigua. Sin importar cuรกnto pudieran diferir acerca de cuรกl era la respuesta o de cรณmo descubrirla (sangrientas guerras se libraron por ello), los grandes filรณsofos atenienses, judรญos y cristianos, los pensadores del Renacimiento y de la Francia de Luis XVI, los radicales franceses reformistas del siglo XVIII, los revolucionarios del xix estaban convencidos de que la conocรญan y de que los รบnicos obstรกculos para llevarla a cabo eran el vicio y la estupidez humanos.

Esta es la idea que mencionรฉ. Quiero decirles que es falsa. No solo porque las soluciones que ofrecen las distintas escuelas de pensamiento social difieren, y ninguna de ellas puede demostrarse a travรฉs de mรฉtodos racionales, sino por una razรณn mรกs profunda. Los valores fundamentales por los que se ha regido la mayorรญa de los hombres โ€“en muchas tierras magnรญficas y en muchos tiempos magnรญficosโ€“, casi aunque no del todo universales, no son siempre armรณnicos entre sรญ. Algunos lo son, otros no. El hombre siempre ha aรฑorado libertad, seguridad, igualdad, felicidad, justicia, conocimiento, etcรฉtera. Pero la libertad absoluta no es compatible con la igualdad absoluta: si el hombre fuera libre en su totalidad, los lobos estarรญan en libertad de comerse a las ovejas. La igualdad perfecta significa que las libertades humanas deben ser restringidas para que a los mรกs diestros y a los mรกs dotados no se les permita avanzar mรกs allรก de quienes inevitablemente perderรญan si hubiese competencia. La seguridad, y en efecto las libertades, no pueden preservarse si se permite trastocarlas. En realidad, no todos los seres humanos buscan paz o seguridad. De no ser asรญ no existirรญan quienes buscan gloria en la batalla o peligro en el deporte.

La justicia siempre ha sido un ideal de la humanidad, pero no es del todo compatible con la misericordia. La imaginaciรณn creativa y la espontaneidad โ€“esplรฉndidas en sรญ mismasโ€“ no pueden reconciliarse del todo con la necesidad de planear y organizar, con el cรกlculo cuidadoso y responsable. El conocimiento, la bรบsqueda de la verdad โ€“la mรกs noble de todas las ambicionesโ€“ no puede mediar del todo con la felicidad ni con la libertad que el hombre desea, pues incluso si supiera que tengo una enfermedad incurable eso no me harรก mรกs feliz ni mรกs libre. Siempre hay que elegir: entre la paz y la agitaciรณn, entre el conocimiento y la dichosa ignorancia. Y asรญ sucesivamente.

Entonces, ยฟquรฉ debe hacerse para contener a los paladines, a veces en extremo fanรกticos, de uno u otro de estos valores, cada uno de los cuales tiende a pisotear al resto, tal y como los grandes tiranos del siglo XX pisotearon la vida, la libertad y los derechos humanos de millones de personas por tener la mirada fija en algรบn dorado futuro esencial?

Me temo que no puedo ofrecer una respuesta dramรกtica: solo que, si hemos de perseguir los valores humanos esenciales que nos rigen, es necesario establecer compromisos, compensaciones, medidas para evitar que ocurra lo peor. Te doy tanta libertad a cambio de tanta equidad; tanta expresiรณn individual a cambio de tanta seguridad; tanta justicia a cambio de tanta conmiseraciรณn. Lo que quiero decir es que algunos valores chocan entre sรญ. Los fines que perseguimos los seres humanos estรกn generados por nuestra naturaleza comรบn, pero su exploraciรณn tiene que controlarse hasta cierto grado: la libertad y la bรบsqueda de la felicidad, repito, pueden no ser del todo compatibles una con otra, asรญ como tampoco lo son la libertad, la igualdad y la fraternidad.

De modo que debemos pesar y medir, pactar, conceder y prevenir la destrucciรณn de una forma de vida por quienes se oponen a ella. Sรฉ muy bien que esta no es una bandera bajo la cual los jรณvenes entusiastas e idealistas deseen marchar: parece demasiado dรณcil, demasiado razonable, demasiado burguesa, no compromete emociones generosas. Pero deben creerme, no se puede tener todo lo que se desea, no solo en la prรกctica, sino tambiรฉn en teorรญa. Negarlo, buscar un solo ideal que se extralimita porque es el รบnico y verdadero para lahumanidad, siempre conduce a la violencia, y luego a la destrucciรณn y al derramamiento de sangre: el omelette no aparece aunque ya se han quebrado los huevos necesarios para prepararlo. Lo รบnico que queda es un nรบmero infinito de huevos, de vidas humanas, listas para romperse. Y al final, el idealista apasionado olvida el omelette y solo sigue destruyendo huevos.

Me alegra que hacia el fin de mi larga vida comience a esbozarse cierta comprensiรณn de esto. La racionalidad, la tolerancia โ€“ya de por sรญ excepcionales en la historia de la humanidadโ€“ no se desprecian. A pesar de todo, la democracia liberal se extiende โ€“no obstante el mayor azote moderno de nacionalismo fanรกtico y fundamentalistaโ€“. Las grandes tiranรญas estรกn en ruinas, o lo estarรกn. No estรก lejano el dรญa, aun para China. Me alegra que ustedes, los lectores a quienes me dirijo, verรกn el siglo XXI. Creo que solo puede ser un tiempo mejor para la humanidad que mi terrible siglo XX. Quiero felicitarlos por su buena suerte. Lamento que no llegarรฉ a ver ese brillante futuro que, estoy convencido, vendrรก. No obstante la pesadumbre de mis palabras, me da gusto terminar con una nota de optimismo. Hay muy buenos motivos para pensar que estรก justificada. ~

 

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Traducciรณn de Laura Emilia Pacheco.

Publicado con el permiso del Curtis Brown Group Ltd.

ยฉ The Isaiah Berlin Literary Trust 2014.

Aparecido originalmente en The New York Review of Books.

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