Spain is not different

No hay que tener miedo a reformar la Constituciรณn, pero serรญa un error reformarla para satisfacer a quienes chantajean al Estado.
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Estos dรญas hemos celebrado que la Constituciรณn del 78 cumple 39 aรฑos. El aniversario llega en medio de un debate sobre su reforma alimentado por la crisis territorial. Hay varias razones por las que me gusta conmemorar nuestra norma fundamental.

Es, en primer lugar, un hito fundacional cabal, pero no por ello exento de emotividad. Todas las naciones tienen sus mitos, a menudo cargados de violencia: desde alguna victoria heroica sobre el enemigo hasta el bautismo de un rey, pasando por las uniones dinรกsticas o las grandes conquistas. Tambiรฉn Espaรฑa, claro.

Celebrar la Constituciรณn no es mรกs que festejar el refrendo de un documento para la convivencia y, al mismo tiempo, es mucho mรกs que eso. En 1978 Espaรฑa dejรณ de ser โ€œdiferenteโ€. Aquel aรฑo enterramos de una vez por todas el atavismo de un paรญs indomable, renunciamos a esa tierra de salteadores de caminos y bailaoras morenas que tanto gustรณ a los escritores romรกnticos europeos y que no pocos hoy echan de menos, como se aรฑora siempre en los otros alguna esencia perdida, que suele ser una pobreza superada.

Los espaรฑoles no querรญan ser diferentes, y creo que esa es una de las mayores muestras de madurez que puede dar una comunidad. Querรญan ser una democracia y un Estado de derecho, como eran los paรญses de su entorno. Querรญan un sistema de partidos estable, una sociedad plural y crecimiento econรณmico sostenido. Querรญan ser una naciรณn moderna que no llamara la atenciรณn en el paisaje de florecientes estados europeos.

Celebrar la Constituciรณn es celebrar la mรกs alta conquista. Olviden las gestas medievales, las cruzadas, los linajes ancestrales: quรฉdense con la ciudadanรญa. Esto pasรณ anteayer. Lo hicieron mis padres y mis abuelos. Despedimos un paรญs en blanco y negro despuรฉs de cuatro dรฉcadas de dictadura, dejamos atrรกs la guerra civil y nos propusimos ser como el resto.

La Constituciรณn ha pavimentado el periodo democrรกtico mรกs largo de nuestra historia, y tambiรฉn el de mayor prosperidad. Su รฉxito fue recordar el pasado para no glorificarlo y afirmar una inquebrantable vocaciรณn de futuro. A pesar de todo, la norma estรก hoy en cuestiรณn y eso solo puede significar que la democracia goza de buena salud: hemos dado la estabilidad y el bienestar por dados.

No hay que tener miedo a reformar la Carta Magna, al contrario: debemos emprender los cambios necesarios para que la Constituciรณn pueda vivir con su tiempo. Porque este paรญs ha cambiado mucho en las รบltimas cuatro dรฉcadas, y lo ha hecho para sentirse un igual en Europa. Pero serรญa un error reformarla para dar satisfacciรณn a quienes lanzan chantajes al Estado, que es el marco de la convivencia, o a quienes pretenden hacer a los ciudadanos desiguales. Al cabo, el hecho diferencial espaรฑol es haber renunciado a la diferencia. Y eso es un motivo de orgullo.

Estรก bien que nos lo recordemos en estos dรญas aciagos en que el nacionalismo amenaza con romper la convivencia en Espaรฑa y estรก de vuelta en la casa europea.

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Aurora Nacarino-Brabo (Madrid, 1987) ha trabajado como periodista, politรณloga y editora. Es diputada del Partido Popular desde julio de 2023.


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