Deberรญa estar contento. Acertรฉ. El capรญtulo 5 de Capitalismo, nada mรกs es una exposiciรณn de la creciente mercantilizaciรณn de todo, incluyendo nuestro tiempo de ocio y nuestra vida cotidiana.
En una entrevista que hice en noviembre con Forbes, dije que una liga paneuropea de fรบtbol es inevitable, hay demasiado dinero potencial, y los clubes mรกs importantes insisten en volverse mรกs poderosos y en jugar contra equipos igual de fuertes. Tambiรฉn pensaba que solo es cuestiรณn de tiempo que el fรบtbol internacional muera. Los propietarios de los clubes no quieren exponer a jugadores por los que han pagado millones a un esfuerzo innecesario y posibles lesiones en partidos que importan poco y no aportan nada financieramente. ยฟPor quรฉ deberรญamos esperar que algunas partes de nuestras vidas no fueran completamente comercializadas, cuando todo lo demรกs lo es, y nosotros mismos participamos con entusiasmo en esta enorme comercializaciรณn? Lo hacemos alquilando nuestras casas, coches, firmando acuerdos prenupciales y acuerdos de confidencialidad (en el segundo caso vendemos nuestro derecho a la libertad de expresiรณn por el precio adecuado).
ยฟEs el fรบtbol mejor que eso? La respuesta es โnoโ. Es exactamente lo que queramos que sea: comercializado hasta un extremo. Hace exactamente lo que requiere la implacable expansiรณn del capitalismo hipercomercializado.
Entonces, ยฟdeberรญamos dejar de quejarnos?
Quizรก. Pero aunque lo hagamos, no podemos evitar darnos cuenta de que lo que los doce clubes proponen sigue siendo un salto cualitativo en esa direcciรณn lamentable (y hasta cierto punto vergonzosa). Si bien la creciente comercializaciรณn del fรบtbol lleva produciรฉndose desde hace decenios, el fรบtbol ha intentado, al menos formalmente, preservar la apariencia de apertura. Incluso cuando la Champions League cambiรณ su formato desde estar abierta a los mejores clubes de todos los paรญses europeos por igual a dar mรกs plazas a las mejores ligas, no cerrรณ completamente la puerta. Los equipos pequeรฑos de ligas grandes podรญan seguir esperando llegar a la Champions League si tenรญan una buena temporada en la competiciรณn domรฉstica; equipos grandes de ligas pequeรฑas podรญan esperar que, tras varias fases agotadoras de clasificaciรณn, era posible llegar a la Champions League. La puerta estaba en buena medida cerrada a una competiciรณn igual entre clubes grandes y pequeรฑos, pero no estaba totalmente cerrada.
Ahora estรก sellada. Tendremos 12 o 16 o 18 equipos que compiten para siempre entre ellos, sin miedo de un descenso y sin incentivo o mรกs bien posibilidad de que otros lleguen a este grupo augusto. Es innecesario seรฑalar lo lejos que estรก de lo que significaba el fรบtbol el siglo pasado, y de manera mรกs precisa desde su codificaciรณn como deporte internacional. Era a menudo el vehรญculo para aspiraciones polรญticas, sociales, econรณmicas o nacionales; era el lugar de encuentro cuando todos los demรกs espacios estaban cerrados; era el sitio donde podรญas cantar eslรณganes contra el gobierno cuando en otros sitios te habrรญa perseguido la policรญa o te habrรญan metido en la cรกrcel. Era un lugar para la movilidad social si eras jugador, o para la mezcla social si estabas en la grada. Era un lugar donde la gente pasaba un par de horas bajo la lluvia o la nieve para ver a los jugadores que amaban. No solo creaba grandes futbolistas, sino que valoraba a gente con individualidad, con opiniones y creencias. Maradona no era solo grande porque marcรณ muchos goles asombrosos (tambiรฉn con la mano), sino porque se negaba a callarse, a jugar al juego de la extrema comercializaciรณn donde los jugadores cobran para correr y nunca pronunciar una opiniรณn. Cuando son modelos de comportamiento a la manera de los autรณmatas.
El comienzo de la Superliga supone un fin formal para todo ello. Formaliza la fase a la que el fรบtbol, por desgracia, ha llegado. No es algo que no venga de ninguna parte: es una tormenta muy anticipada y prevista. Tendremos, como en el tenis, una liga de robots, controlada por pagadores internacionales cleptocrรกticos. Solo jugarรกn en paรญses selectos (cuatro en el caso del tenis, quizรก tres o cuatro en el del fรบtbol), en estados selectos, frente a pรบblicos selectos y solo podrรกn decir los tรณpicos mรกs triviales. Serรก un tipo de juego que podremos jugar en nuestros ordenadores, con jugadores que solo parecen ser criaturas vivas.
Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.
Publicado originalmente en el blog del autor.
Branko Milanovic es economista. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es "Miradas sobre la desigualdad. De la Revoluciรณn francesa al final de la guerra frรญa" (Taurus, 2024).