Tres candidatos, tres

Vázquez Mota, Peña Nieto y López Obrador: la contienda presidencial está definida. Para mí, la nota de los procesos de los tres partidos es que, a diferencia de otras ocasiones, ninguno se fracturó en el transcurso de la selección.
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Vázquez Mota, Peña Nieto y López Obrador: la contienda presidencial está definida. Para mí, la nota de los procesos de los tres partidos es que, a diferencia de otras ocasiones, ninguno se fracturó en el transcurso de la selección. El PRI y el PRD se alinearon detrás de sus aspirantes y, a pesar de las (aparentes) tensiones, el PAN no cayó en la tentación de la ruptura interna, que habría implicado un suicidio político. Salvo algún imprevisto poco probable, los tres partidos llegarán unidos a la elección de julio. El reto para el elector será formidable, sin atajos. Eso es lo deseable.

El desafío será del mismo calibre para los aspirantes. Cada uno tendrá que decidir como lidiará con su propia historia y la de su partido. Como he dicho antes, Enrique Peña Nieto, quien insiste en presentarse como un candidato de “nueva generación”, deberá precisar cómo va a digerir el pasado del PRI. Puede hacerlo de frente y referirse a él sin ambages o puede optar por apelar a la corta memoria del electorado mexicano. Después de todo, los primeros votantes de 2012 nacieron en el 94: no recuerdan el México priista. Aun así, la decisión valiente —y digna de la etiqueta de político innovador— sería dedicar, al menos, un discurso fundacional a la historia de su partido. Lo único que no puede hacer es suponer que la historia del PRI simplemente no existe. Su carrera, la de Arturo Montiel, la de Carlos Salinas y hasta la de los jóvenes priistas que, orondos, lo acompañan ahora; todas esas carreras no brotaron de la nada.

Josefina Vázquez Mota tendrá que decidir cuál será su relación con el calderonismo y todo lo que implica. La respuesta es complicada. Por un lado, está claro que Felipe Calderón es el Presidente más polémico de la historia reciente de México. Desde el mismo origen de su mandato, el Presidente ha sido respetado e incluso querido por muchos, pero auténticamente detestado por otra cantidad considerable. Aun así, decir que Calderón es tóxico para la candidata panista implica una lectura demasiado fácil y, me temo, ignorante. El Presidente tiene ahora un índice de aprobación nada desdeñable. Me atrevo a pensar que, en algunas zonas de México, podría incluso ser un activo para Vázquez Mota. A eso habría que agregar una variable: desde el punto de vista casi semiótico, la presencia de una candidata suaviza el calderonismo. Intuyo que no es igual asociar una doctrina como la guerra contra el narcotráfico en México con un aspirante varón que con una aspirante, con una mujer. Vázquez Mota puede, quizá, referirse a la lucha contra el crimen organizado en términos que sean al mismo tiempo firmes y empáticos. No es una combinación fácil de alcanzar, pero el futuro del PAN depende, en gran medida, de ello.

Para López Obrador, el reto está en el espejo. Ahora que he estado siguiendo de cerca las elecciones estadunidenses, he pensado cuán fácil sería para un rival de López Obrador refrescarle al elector la memoria sobre lo que fue, en estos cinco años, el lado más oscuro del lopezobradorismo. Se requiere una simple recopilación hecha en YouTube. Y es que no es fácil hacerse un nuevo traje cuando uno ha usado la misma ropa durante un lustro. Es por eso que el candidato de la izquierda deberá reflexionar: ¿cuál será su reacción cuando alguien le recuerde al López Obrador de Reforma, al de las instituciones maldecidas y el gobierno legítimo? Como Enrique Peña Nieto, López Obrador puede optar por enfrentar su historia inmediata o apostar por la desmemoria. Para su desgracia, sin embargo, no es lo mismo olvidar el 68 que el 2008.

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(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.


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