Una conversación con Ze’ev Janín sobre Israel, la guerra de Ucrania y sus efectos en Oriente Medio y el Cáucaso

El profesor israelí piensa que "los ucranianos deben acostumbrarse a la situación que ha vivido siempre Israel. Sus hermanos rusos serán como para Israel sus hermanos árabes"
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Ze’ev Janín es profesor del departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Bar Ilán de Tel Aviv. Nació en Zaporiyia, Ucrania, y es uno de los grandes expertos en las relaciones entre Israel y los países de la antigua Unión Soviética. Durante un viaje académico de Janín a Bucarest, ha hablado con Letras Libres sobre la posición israelí ante la invasión rusa de Ucrania y sobre el impacto de la guerra en la parte del mundo de la que se ocupa.

Se ha criticado mucho la negativa de Israel a transferir armamento a Ucrania como pide Kiev. ¿Cómo explica la posición de Jerusalén al respecto?

Israel tiene tres perspectivas respecto a la guerra ruso-ucraniana. La bilateral, que se fundamenta en la relación de Jerusalén con Kiev y con Moscú; la regional, que se refiere a la posición de Israel en Oriente Medio, con sus retos y sus intereses; y la global, que tiene que ver con la relación de Israel con las superpotencias.

Permítame empezar por la última. Israel es parte del bloque occidental, sin ningún pero y ningún matiz. Diplomáticamente, en materia de ayuda humanitaria y de geoestrategia, Israel sigue la línea de Washington, la OTAN y la Unión Europea. Israel vota contra Rusia en la ONU, apoya a Ucrania y respalda las propuestas de Ucrania, aunque no recibe demasiado a cambio, para ser justos.

Se refiere a tomas de posición como la de Kiev ante una resolución reciente de la ONU que pedía una investigación del Tribunal de La Haya sobre la llamada ocupación israelí, en la que Ucrania votó a favor.

Sí.

La posición israelí sobre la guerra cuenta con el apoyo de la opinión pública israelí. Un ochenta por ciento de los israelíes, tanto ruso-hablantes como no ruso-hablantes, están de parte de Ucrania en esta guerra. Al mismo tiempo, un ochenta por ciento respalda la postura del Gobierno israelí, es decir: apoyo diplomático, humanitario y político sin implicación en el conflicto en sí.

Esto se debe a varios factores. En primer lugar, los israelíes tenemos nuestra propia guerra en Oriente Medio. A veces luchamos contra los mismos enemigos que los ucranianos, por ejemplo contra Irán. Pero Israel no tiene interés en establecer otro frente y sumarse al conflicto con otro actor, Rusia, que ya está presente en Siria. 

Y de ahí vayamos al factor bilateral. Ni Moscú ni Kiev están satisfechas con la posición de Israel. Los ucranianos creen que Israel debe tomar partido, piden que se ponga en el lado de la luz, de la justicia, pero nosotros ya estamos del lado de la luz. Los rusos, por su parte, están decepcionados con que, de facto, Israel esté respetando las sanciones occidentales contra Rusia, aunque no se haya sumado a ellas abiertamente. En realidad, Israel no hace nada que pueda ser definido como una violación de las sanciones de la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos. O, por decirlo de otra manera: no hace nada que no haga cualquier país europeo. Sería muy injusto esperar que Israel haga más que cualquier país de la Unión Europea o que Estados Unidos, sobre todo teniendo en cuenta que Israel no es parte de la OTAN y no firmó las garantías de seguridad que se le ofrecieron a Ucrania en el acuerdo de Budapest. Pero, en cualquier caso, ninguna de las dos partes está satisfecha. Y quizá ambos deberían estar contentos de que Israel no haga más en favor del enemigo.

En tercer lugar está la perspectiva judía. No olvidemos que en Rusia vive una comunidad judía de más de medio millón de personas que son rehenes del régimen. Israel no es sólo el país de los israelíes, también es el Estado de los judíos. Eso le obliga a calibrar el efecto de cada paso que haga sobre las comunidades judías tanto en Ucrania como en Rusia. 

Es posible, sin embargo, que el reforzamiento que estamos viendo de la alianza ruso-iraní cambie la situación. Israel podría considerar tomar medidas adicionales para combatir a Teherán no sólo en Oriente Medio, sino también en otros lugares en los que su presencia y su infraestructura terrorista iraní pueda ser utilizada contra israelíes. Esto abre la puerta a, o legitima que, Israel combata a enemigos aunque estos actúen bajo el manto de un actor con el que Israel no quiere un conflicto directo.

De lo que usted ha llamado “perspectiva regional” surge el argumento más utilizado para explicar la negativa de Israel de armar a Ucrania: que Israel necesita seguir coordinándose con Rusia para que los ataques israelíes a fuerzas hostiles en Siria no se salden con encontronazos con la aviación rusa en el país árabe.

Es correcto. 

Debido a que Rusia está movilizando a tropas que tiene en Siria para desplegarlas en el frente ucraniano, la aviación israelí puede sentirse algo más confortable a la hora de actuar en Siria. Esto no gusta en Moscú, porque Rusia ofreció garantías de seguridad a Asad. Israel debe tener esto en cuenta y seguir siendo extremadamente cuidadoso. Si Israel se excede y el nivel de cooperación, de comunicación, con Rusia se reduce demasiado existe el riesgo de que se produzca una tragedia. Imaginemos que un misil lanzado por los sirios con ayuda de los rusos, o por los sistemas antiaéreos rusos en Siria, derriba un avión civil de camino al aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv. Siria desaparecería del mapa a la mañana siguiente o esa misma tarde, pero ningún ciudadano israelí perdonaría al Gobierno si eso ocurriera.

Más allá de estos equilibrios con Rusia en Siria, ¿cómo es la situación actual de Israel en la región?

Somos un país en guerra con muchos actores anti-occidentales. Israel es parte de un gran frente informal y de contornos difusos que se enfrenta a un bloque anti-occidental liderado por Irán, del que forman parte los Gobiernos de Siria y Yemen, grupos terroristas como Hezbolá y Hamás y las sucursales que la Guardia Revolucionaria Iraní tiene en otros países.

Frente a este bloque anti-occidental, anti-americano, terrorista-islamista se dibujan en realidad varios bloques complementarios. Uno de ellos es el del Mediterráneo Oriental, que incluye a Israel y a los Estados helénicos, Chipre y Grecia, y en el que podemos incluir a países de los Balcanes y el Mar Negro, como Rumanía y Bulgaria.

Está, además, el bloque de países túrquicos, liderado por Turquía, que ha pasado de apostar por una política de neo-otomanismo orientada a influir en los países árabes a pacificar sus relaciones con Israel y Occidente y mirar hacia el este. De este bloque en el que entran también las demás repúblicas exsoviéticas túrquicas es parte destacada Azerbaiyán, que se ha convertido en un excelente aliado de Israel.

Y por supuesto están los países árabes que se han sumado a los Acuerdos de Abraham y Arabia Saudí, que cooperan con Israel no porque se hayan convertido de la noche a la mañana en sionistas, sino porque se enfrentan a los mismos retos y enemigos [Irán y sus aliados] que Israel y han entendido que necesitan tecnología israelí, inteligencia israelí, armamento israelí. La seguridad de estos países no es posible sin Israel, y estos regímenes son conscientes de ello.

De una u otra forma, Israel está presente en todos estos bloques.

Como una especie de pivote.

Sí.

Además de precipitar la retirada de efectivos rusos de Siria, el curso que ha seguido el ataque ruso contra Ucrania también ha hecho que Moscú descuide el Cáucaso, donde continúa el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia, e Irán parece dispuesto a aprovechar el vacío.

Mi impresión es que los iraníes están haciendo en la frontera con Azerbaiyán exactamente lo que hizo Rusia en la de Ucrania antes de atacar el 24 de febrero. Irán ha desplegado tropas en la frontera con el exclave azerí de Najicheván, e intenta desestabilizar al régimen de Bakú mediante la promoción del separatismo étnico y religioso. Teherán piensa que Azerbaiyán se ha acercado demasiado a Israel. Azerbaiyán suministra más del cuarenta por ciento del petróleo y la energía que Israel necesita y es uno de los mercados más grandes para la tecnología militar israelí. Según algunas fuentes extranjeras [no israelíes], el territorio de Azerbaiyán es también una base de operaciones muy útil para la inteligencia israelí respecto de Irán. Teherán está interesada en hacerse con el nicho que deja Rusia. Su intención es incrementar su influencia en el sur del Cáucaso y subminar a Azerbaiyán. 

Irán ya tiene una enorme influencia sobre Armenia que no está haciendo más que crecer ante la progresiva retirada de una Rusia que está demasiado ocupada con Ucrania para ocuparse también de la región. Igual que los rusos dicen que la seguridad de Bielorrusia es para ellos igual de importante que la seguridad de Rusia, los iraníes consideran la seguridad de Armenia, que recordemos que tiene un conflicto abierto con Azerbaiyán, igual de importante que su propia seguridad.

De su radiografía se desprende que la guerra en Ucrania y la implicación de Irán en la agresión rusa está decantando, clarificando las políticas de alianzas tanto en Oriente Medio como en el Cáucaso. Por un lado quedan Israel y sus aliados, por los que Occidente se ve obligado a apostar ante la consolidación de la entente entre Putin e Irán (en la que Teherán gana relevancia y protagonismo). Turquía juega a dos bandas pero ha demostrado que prefiere a Ucrania en esta guerra y Azerbaiyán es una de las alternativas a la energía rusa a las que mira Europa. La retirada de efectivos rusos de Siria, además, elimina uno de los obstáculos para una mayor cooperación de Israel con Ucrania. 

Kiev está siendo muy agresiva con Israel en sus demandas de armamento a Jerusalén, y su respuesta a la negativa a israelí no ha sido precisamente diplomática. Más allá de la cuestión de las armas, Ucrania e Israel parecen encaminadas a acercarse. Parece que todo caería por su propio peso si la clase dirigente ucraniana fuera más paciente, diplomática y discreta.

Y más inteligente y seria. Ucrania tiene las puertas abiertas a sumarse a esta dinámica regional, pero necesita obrar con más inteligencia de lo que lo está haciendo ahora. Todas estas declaraciones anti-israelíes, todo este ruido, se está convirtiendo en un obstáculo para esta tendencia.

Quizá Kiev haría bien en aceptar que no recibirá el sistema Cúpula de Hierro mañana y en vez de criticar a Israel promover la colaboración con Jerusalén en todo lo que sea posible en este momento, aunque sea de forma discreta, y ofrecerle una perspectiva de amistad con el polo de poder que están llamada a formar Ucrania con Polonia y los Bálticos. Por ser más conscientes de la necesidad de utilizar la fuerza militar, estos países parecen aliados naturales de Israel frente al pacifismo del eje franco-alemán que domina ahora Europa.

Estoy completamente de acuerdo.

Un último apunte sobre los efectos de lo que estamos viendo en Ucrania. La alianza militar de Irán con Putin, que es ahora el enemigo número uno de Occidente, está forzando a Estados Unidos y a Europa a rectificar en su apuesta por Teherán como socio en Oriente Medio, lo que en principio aboca a Washington y Bruselas a rectificar y subirse al carro de Israel y sus nuevos amigos árabes.

Exactamente. 

Israel ha sufrido a lo largo de su historia numerosos momentos de peligro existencial como el que afronta Ucrania, y su pueblo ha hecho sacrificios parecidos para garantizar la supervivencia de su pueblo y del Estado. ¿Cómo ve Ucrania como israelí?

Los ucranianos deben acostumbrarse a la situación que ha vivido siempre Israel. Esto es para un largo período de tiempo. Sus hermanos rusos serán como para Israel sus hermanos árabes. Dos naciones eslavas, dos naciones semíticas.

Los ucranianos también pueden sacar del ejemplo israelí que no pueden depender de nadie. Nadie luchará por ellos.

Ucrania se está construyendo como nación política fuerte y orgullosa a un precio altísimo. Y ¿cuál es la reacción occidental? Maravilloso, todo el respeto. Hacedlo y nosotros veremos. Es exactamente lo que se le ha dicho siempre a Israel. Los ucranianos dicen que están defendiendo la civilización de un enemigo cruel. Es lo que los israelíes han dicho durante setenta años, que defendemos la civilización occidental del islamismo radical, del terrorismo islamista. Pero ¿ayuda? No. Al final, Kiev debe entender que a nadie le importa, o, al menos, que a nadie le importa tanto como a uno mismo. Un invierno frío, dos inviernos fríos, bien, pero si esto se perpetúa por qué estaría nadie dispuesto a seguir haciendo sacrificios.

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Marcel Gascón es periodista.


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