Alta gradación literaria

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UN EDITOR

James Laughlin (1914-1997) fue el mejor editor independiente del siglo XX en Estados Unidos. En 1936 fundó New Directions, editorial que sigue viva y coleando y desde la cual publicó a docenas de autores que hoy ya son clásicos pero que entonces eran un puro albur: Pound –de quien fue alumno en Rapallo–, los Williams –W. C. y Tennessee–, Miller, Bowles, Thomas, Rexroth, toda la generación beat y muchísimos más; además de valiosas traducciones entre las que destacan Hesse (Siddhartha fue el libro que consolidó las finanzas de New Directions), Céline, García Lorca, Borges, Cela, Montale, Sebald, Neruda, Mishima, Paz y Parra.

Laughlin (frecuente colaborador de Vuelta) apostaba por la alta gradación literaria de sus libros y por el trato personalizado con sus autores, de muchos de los cuales fue gran amigo. Le gustaba vivir bien, era aficionado al esquí y un reconocido ladies man. Había heredado una fortuna y sabía gastarla, además de que arriesgaba mucho en su empresa editorial. Hoy llega a mis manos un hermoso libro de memorabilia titulado The Way it Wasn’t. Destaca el trazo rápido y cordial de Laughlin, su sentido del humor y su talento para retratar, en dos renglones, a sus contemporáneos. Traduzco tres viñetas:

– Sobre Djuna Barnes: “La Srita. Barnes vino a las oficinas de ND para decirme que la próxima impresión de Nightwood debía hacerse en un papel que durara 1000 años. Hablé con los comerciantes que importaban Arches y Fabriano, pero sólo me pudieron garantizar 700 años. Se disgustó mucho conmigo, me llamó idiota y me amenazó con su bastón”.

– Sobre Denise Levertov: “Así que Denise se esponjó el pelo. Me pregunto si lo hace con tubos o va al salón de belleza. Su atributo más encantador, yo nunca se lo confesaría, es el espacio entre sus dos dientes frontales. Dormesson, quien no es una fuente muy confiable, dice que esa fisura volvió loco de pasión insaciable al poeta Guillevic. Hmmm. Espero no estarle faltando al respeto a Denise; la adoro y venero. Pero ella muchas veces no me aprueba. Intenté arreglarlo con Alice Quinn, la editora de poesía del New Yorker, para que le pidiera poemas de vez en cuando. Por razones que desconozco esto fue tomado como un insulto, pensar que ella publicara en ese lugar (aunque pagan bien)… Mi primer crimen fue que en Harvard leí un poema subido de tono sobre ‘Las piernas de las chicas’, para mí un tema querido. Denise me arrebató la hoja y la quemó en los escalones de Houghton…”

– Y una carta a William Saroyan: “Lo siento pero no puedes ver las pruebas de los cuentos. Por triste experiencia he tenido que convertir esto en la norma. Si dejo que cada autor vea sus pruebas me costaría $150 dólares en correcciones. No sabes cómo son los autores porque eres uno de ellos. En primer lugar, los autores no saben que las correcciones cuestan $3.50 la hora, y en segundo lugar no se dan cuenta de que cuando cambian una palabra en linotipo tumban toda una página de plomadas, y eso se lleva dos o tres horas en arreglar. En tercer lugar, basta con que los autores le echen un vistazo a una página de pruebas para enloquecer por completo y decidir que son Jesús en lugar de Napoleón y reescribir la maldita cosa. Lo siento, sencillamente no puedo pagarlo. Ustedes los autores tendrán que darse cuenta de que los pequeños editores los podemos publicar, pero no consentir.”

– Julio Trujillo

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