Borealis

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I

Llega tembloroso. El ave. El incendio.

 

Un agudo oído escucha filigrana.

 

Vibra la calle. La lluvia salpica en los rostros.

 

De la mano de un hombre rubio ha caído una manzana.

 

Estela de avión sobre nubes grises.

 

Soplan dos niñas, bajo techo, un par de dientes de león.

 

Cierto tamborileo de dedos modifica la presión del aire.

 

Bajo la camiseta húmeda se yerguen los pezones rosados de una joven.

 

Botones de traje militar al suelo.

 

Grasa en comisura de boca después de asado de tira.

 

Vibración celeste al paso de aerostático.

 

Agita la coctelera: agua de ducha y lluvia con voces.

 

Sobre el escritorio una agenda roja, recibos del pago de cigarrillos.

 

Calculadora sin pilas, veinticinco fotografías de la misma mujer, frascos

 

de medicinas, hormiga subiendo el borde, colillas.

 

La mano sostiene un lápiz.

 

Satélites de Saturno en huella dactilar.

 

Hombre al piso sobre cristales aguijoneando la piel.

 

Cometa veloz en el cielo.

 

Signos.

 

Incendio.

 

Temblor.

 

II

Taza de porcelana para huevos. Servilletas de lino con bordados: flores de granada e iniciales, CE. Partículas de ola gigante sobre rostro. Crepitaciones del zorzal, articulación de nueva palabra.

 

Llegan hormigas, toma del terreno. Salvia.

 

Sombras. Desdibujadas sombras en mesa. La trama y la urdimbre sobre la flor secreta, el pulso de quien mata mintiendo. Azucenas y galletas, migas de canela, jengibre y clavo. Trampas.

 

En la mano se leen líneas, se leen ejecuciones de instrumentos

–viola. Elasticidad de la memoria:

 

“Algo justifica el dolor, algo. Mientras la leche se derrama en la estufa marca tu frente con sal. Que los cristales salinos te resguarden”;

 

flores de siete pétalos, intensidad del rojo en fluorescencia:

 

sol intenso en valle oscurecido.

 

III

A la deriva el rostro. Río y cauda de pensamientos, espejo que retiene lo cedido.

 

No importa el rebalse de la mierda, ahora la sombra, mañana trataremos los campos de trigales.

 

Abundancia de fotografías sin marco.

 

Cuerpos tras niebla, tierra arremolinada por el viento.

 

En el silencio del estudio el artista ejecuta grácilmente la caligrafía donde deposita nombre y apellido:

 

Monedas en el aire, volteretas.

 

El reflejo del reflejo en el reflejo, vicisitudes. El que mira anota densidad de luz, distancia, figura y decorado.

 

Aunque la mierda rebalse llegará el brote. Silbido y alba.

 

Borealis. ~

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