–Estimado Sr. Esparza, disculpe usted la molestia, perdone, espero no distraerlo de asuntos más serios, ¿le puedo quitar un momentito?, usted perdonará… ¿sí? ¡qué amable! gracias, le estoy muy reconocido. Pues, mire usted, vengo a nombre de los 20 millones de habitantes de esta capital a pedirle, con todo respeto y sin ánimo de contrariarlo, que si nos haría usted el favorcito de pedirle a su gente que si por favor sería tan amable de dejar de cerrar la avenida Insurgentes durante horas porque, usted sabe, se perjudica a muchos millones de personas inocentes, el metrobús se paraliza, la ciudad se desquicia, el comercio pierde, la contaminación se dispara porque, ¿sabe usted? Insurgentes es como la columna vertebral de esta Ciudad Capital que, dicho sea de paso, mucho me complace poner a los pies de usted.
–Pues mire usted, estimado licenciado Ebrard, de todos mis respetos, es usted muy amable y muy gentil de venir a ésta, que es la casa de usted, a poner a mis pies la ciudad –cosa que, como usted comprenderá, es algo redundante a estas alturas–, y que lo haga además para comentarme este penoso asunto, y aunque le estoy muy agradecido por tal deferencia, lamento mucho tener que informarle que la decisión de perjudicar a sus millones de gobernados es algo que seguiremos haciendo hasta que el gobierno federal nos regrese nuestra empresa, que anhelamos volver a poner al servicio de nuestra Patria, a la que tanto amamos y que, dicho sea de paso, también lo es de usted. Así que, usted sabrá disculpar que me vea yo obligado a invitarlo a usted –dicho sea con todo respeto–, y de pasada a los millones de capitalinos por los que no siento sino estimación y afecto, a que se vayan a lo que –usted perdonará– se conoce popularmente como el carajo.
–Agradezco la sinceridad de sus palabras, estimado Sr. Esparza, y las aprecio en todo lo que valen aunque, usted comprenderá, debo insistirle –y espero no parecer impertinente, de ninguna manera– que considere su postura que, por cierto, es muy viril. ¿No sería posible siquiera que sus combativas huestes, de todos mis respetos, dejasen de atacar automovilistas que se encuentran conduciendo unidades con logos de empresas que les resultan antipáticas, procediendo a destruirlas en la vía pública y tratando después de linchar a sus conductores? Y abusando de su paciencia, si me permite usted, ¿sería posible, también, que observasen la conveniencia de permitir siquiera que circule el metrobús por Insurgentes? Ya ve usted que ese sistema de transporte es popular y, si usted me lo permite, hasta proletario.
–Muy señor mío, señor licenciado, tanto usted como el metrobús merecen todos mis respetos pero, verá usted, nuestro mandato es hacer todo lo que sea necesario para triunfar en esta lucha, que es la suya (aunque, disculpará usted mi sinceridad, es más la lucha del contrincante de usted que la lucha de usted). Es por esta razón que me veo en la penosa necesidad de informarle, no sin tribulación, que nuestras manifestaciones continuarán haciendo todo lo que se pueda para poner de cabeza –como vulgarmente se dice– a esta Ciudad de los Palacios que usted preside con eficiencia y probidad, por lo que me es muy grato extenderle mi más preciado reconocimiento.
–Gracias por cubrirme con sus finezas, Sr. Esparza, que le aprecio en lo que valen, a pesar de no haber conseguido mi objetivo y de que me haya usted mandado a lo que popularmente se conoce como el carajo.
–Finezas las suyas, Lic. Ebrard, que puntualmente aprecio, mucho más que usted las mías. Y espero que en un futuro próximo, o remoto, a diferencia de hoy, podamos encontrar un terreno propicio a la conciliación. Y ahora, no sin muchísima pena, le voy a pedir que, como debo revisar cuáles avenidas bloquearemos mañana –Insurgentes incluido– y si ya están listos los cohetones, los elementos extraños a sueldo, y toda esa logística que, usted comprenderá, exige de mi atención personal y supervisión cuidadosa, le voy a pedir, digo, que pase usted a trasladarse al ya citado carajo.
–Fue, como siempre, un placer saludarle, señor y líder Esparza, y le manifiesto mi consideración más distinguida y le incito a que transmita usted a su familia, con todos mis respetos, mis parabienes mejores.
–El placer fue mío, señor licenciado Ebrard. Siempre es, y siempre será, un gusto verle y saludarle y mandarle al carajo. ¿Nos veremos el domingo en el mitin del licenciado López Obrador?
–…
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.