…Y en cuanto a mĂ, no hay de quĂ© preocuparse:
el jugo de un hollejo a medio masticar corre por mi [barbilla
como un rĂo muy lento.
Circula por arrugas,
bordea los cañones,
cae sobre las hojas del periĂłdico.
Suena como lluvia en un techo.
Termino de sorberlo
lo mismo que si despertara de una pesadilla
o algĂșn escalofrĂo tanteara mi espinazo.
Dedos de algo o de alguien
vienen a descartar cuantas teclas no suenan.
Y me retracto
hasta escupir sobre el periĂłdico esa porquerĂa
donde se abrazan un hollejo y una mosca.
Muerta como una reina en mala colchoneta,
debiĂł meterse por un olvido mĂo.
O fue que vi ese nombre en el periĂłdico.
âDulzura de mi encĂaâ, recuerdo haberle dicho
y alguna vez sentĂ deseos de violarla.
La violé.
De ahĂ vienes tĂș.
Como fruta de injerto trajo pocas semillas,
lo suyo fue dejar pellejo y cĂĄscara.
Y ahora que aparto la basura,
vengo a dar con su nombre en estas necrolĂłgicas.
Un hollejo. Una mosca.
El nombre de una muerta al que rodean
nombres de batallas.
(La guerra hace notable a cualquier lugarejo
sin importar qué haya significado en siglos su [topónimo).
VolverĂĄs a encontrĂĄrtela
tal como yo me encuentro con la mĂa.
De noche,
zafado de toda responsabilidad,
me suelto,
orino
y unos minutos antes de despertar
navego por el curso caliente de mi madre.
Fluyo en cuna de oro.
Porque llega el momento de olvidar las continencias
aprendidas temprano.
Alguien te avisarĂĄ para que vengas.
No tienes por qué hacerlo,
a esas alturas no voy a reprochĂĄrtelo. ~
(Matanzas, Cuba, 1964) es poeta y narrador. Su libro mĂĄs reciente es Villa Marista en plata (ColibrĂ, 2010).