De Atenas al Zócalo

¿Qué es lo que hace tan alentador el triunfo de la coalición radical griega Syriza y la enorme popularidad de la nueva formación política Podemos en España? 
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Entre la izquierda mexicana, cada triunfo espectacular de partidos o coaliciones de izquierda en América Latina y Europa suele concitar esa terrible forma de la melancolía contra la que nos previno Joaquín Sabina: “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. ¿Por qué en otros lados sí y aquí no?  La triste constatación de nuestra aparente incapacidad frente a los éxitos de otros compañeros de causa puede expresarse de maneras simpáticas e inofensivas, como la reciente fascinación por el presidente José Mujica de Uruguay, o francamente nefastas, como el aventurerismo tirapiedras de algunos autoproclamados “anarquistas”. Menos común, sin embargo, es la reflexión sobre las posibles enseñanzas de procesos exitosos de acumulación de fuerzas de izquierda para la realidad política mexicana.

¿Qué es lo que hace tan alentador el triunfo de la coalición radical griega Syriza y la enorme popularidad de la nueva formación política Podemos en España? En primer lugar, creo yo, la claridad con la que se ha expresado su crítica a la creciente desigualdad social en el marco de la crisis económica. No hay paquete de medidas de austeridad que no implique en la práctica una transferencia de riqueza de abajo hacia arriba, vía topes salariales y recortes al gasto público, entre otras cosas. En España, por ejemplo, la proporción entre el ingreso del 20% más rico y el 20% más pobre de la población creció de 5.5 a 7.5 entre 2006 y 2011, la más alta en la Unión Europea. En segundo lugar –como ha quedado claro tras dos décadas de alarmante crecimiento de la derecha filofascista en Europa entre las bases tradicionales de la izquierda– la presencia de lo que la vieja guardia marxista llamaba “condiciones objetivas” no garantiza el apoyo social a una formación política socialista. Por ello, el mérito de Syriza en Grecia es muy significativo: logró reconstituir un discurso (y una organización) centrándose en el tema de la desigualdad y, a pesar del 6% de apoyo electoral a la organización de extrema derecha Amanecer Dorado, recuperó sustancialmente el voto de clase trabajadora para la izquierda.

Los dos aspectos para ir repensando la izquierda mexicana a la luz de los éxitos europeos son: 1)  el enorme talento político de la dirigencia de Syriza encabezada por Alexis Tsipras para revertir una larguísima historia de sectarismo y desconfianza en la izquierda griega y construir una sólida coalición electoral. 2) El hecho de que tanto el liderazgo de Tsipras en Grecia como el de Pablo Iglesias en España representan la irrupción de una nueva generación de activistas en la esfera política que está llevando a cabo un relevo generacional como no se había visto en varios años.

A diferencia de Podemos, Syriza, cuyo nombre se deriva de las siglas en griego para “Coalición de Izquierda Radical”, no es una organización recién creada. Surgió en 2004, a partir de los esfuerzos por reunir a las facciones dispersas luego de décadas de escisiones y batallas fratricidas en el seno del viejo comunismo griego, junto con viejos rivales trotskistas y maoístas, y otros grupos. El proceso que los unió no transcurrió sin contratiempos y se requirió un cambio de guardia en el socio mayoritario dentro de la coalición,Synaspismós (proveniente del tronco principal del comunismo griego), para evitar una nueva dispersión de fuerzas. Ese relevo eventualmente llevó a Alexis Tsipras, de 40 años, al máximo cargo del país.

Aunque la dirigencia de Syriza no es ajena a las movilizaciones callejeras, Podemos es la organización que mejor representa la transformación de un movimiento social en un partido político con amplias posibilidades de éxito en la arena electoral. El origen del nuevo partido está en el manifiesto elocuentemente titulado “Mover ficha: convertir la indignación en cambio político”, firmado por intelectuales, artistas y activistas. Aunque el manifiesto no lo dice explícitamente, la necesidad de encontrar un cauce organizativo al profundo malestar social expresado en el movimiento 15M –o de los “Indignados”– tiene que ver con la postura anti-electoral del movimiento que, luego de meses de protestas y ocupaciones de espacios públicos por todo el país, debió resignarse al triunfo en las urnas del Partido Popular.

¿Qué pueden enseñar esos procesos a México? De entrada, hay que insistir, nos muestran la importancia de enfocar los múltiples problemas que nos aquejan a través de los lentes de la desigualdad social. México padece niveles de violencia y corrupción que no aparecerían ni en las peores pesadillas de españoles y griegos, pero igual que en esos países con las medidas de austeridad, los pobres son los que se llevan la peor parte y son los más ricos los beneficiados por la impunidad y la debilidad de las instituciones del Estado.

Grecia nos muestra que no es imposible revertir la tendencia sectaria y centrífuga de las organizaciones de izquierda y España nos enseña que lo nuevo y lo imaginativo también puede canalizarse a través de la participación electoral. Sin embargo, lo que ambos casos dejan más en claro es que la renovación de los liderazgos y del discurso es condición indispensable para revitalizar a la izquierda y reconstruirla como un referente de lucha contra la desigualdad social y sus múltiples manifestaciones. En los últimos cuatro meses, México ha vivido jornadas de movilización inéditas, tanto por el número de participantes como por la cobertura geográfica. En el centro de estas protestas está la certeza de que la clase política del país ha perdido la legitimidad para seguir al mando. A partir de ahí, sin embargo, el movimiento no ha levantado la mirada más allá de la exigencia cortoplacista de la renuncia del presidente, una demanda que luego de casi dos meses de hibernación parece más un grito desesperado que un punto de partida.

Lo importante es tomar conciencia del devenir del movimiento y sus posibilidades de transformación. Y empezar a caminar. 

 

 

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Politólogo, egresado de la UNAM y de la New School for Social Research.


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