Disyuntivas: El brazo robado, parte II

Esta es la segunda parte del cuento interactivo: el protagonista ha decidido entrevistarse con su amigo el judicial.ย 
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La cita fue en el mercado Juรกrez. A Jorge Mondragรณn le encantan los caldos de gallina. Yo puedo comer prรกcticamente cualquier cosa; mi dieta se basa en la oferta de los puestos callejeros de dudosa reputaciรณn que se han apoderado de Balderas, asรญ que no puse objeciรณn. Ademรกs, sabรญa que la cuenta correrรญa de mi parte, y esos caldos son muy econรณmicos.

La informaciรณn que obtuve a cambio pagรณ con creces la inversiรณn.

Mientras arrojaba montaรฑas de cebolla, cilantro y chile de รกrbol en su platillo, Mondragรณn me dijo:

–El caso del asesino ritual me sacรณ canas verdes. Casi me cuesta el puesto…

Los datos fluyeron con lentitud. Mondragรณn estaba sumamente interesado en la media pechuga que nadaba en su caldo. Y si a eso le agregamos las tortillas que rebaรฑaba en abundante salsa, y devoraba como si fueran cacahuates, el asunto requerรญa de mucha paciencia.

Temรญ que se atragantara, asรญ que no lo apresurรฉ.

–Ese loco arrojรณ corazones humanos en el Templo Mayor, en el Antiguo Palacio del Arzobispado, en el metro Pino Suรกrez e incluso depositรณ un cerebro en una estatua del Chac-Mool, que se exhibรญa en una muestra temporal en el Museo Nacional de Arte. Era astuto, y tardamos mucho en detenerlo…

Entre bocado y bocado, pude sacar en claro lo siguiente: en un cateo encontraron el diario del asesino; en sus pรกginas se proclamaba como el instrumento de los antiguos dioses y aseguraba que con el baรฑo de sangre instaurarรญa un nuevo orden en la ciudad: el triunfo del mundo prehispรกnico por encima del mundo moderno.

–¿Y quรฉ fue de รฉl? –me atrevรญ a preguntar, porque ya me habรญa terminado mi caldo.

Tuve que aguardar a que Mondragรณn acabara de sacrificar a su gallina, para aproximarme a una de las dos revelaciones que me harรญa aquel dรญa.

–Muriรณ –dijo, mientras daba cuenta del รบltimo bocado–. Lo tenรญamos acorralado y se arrojรณ del tercer piso del Museo del Templo Mayor, junto con una arqueรณloga que era su rehรฉn. Cayeron sobre la lรกpida de Tlaltecuhtli.

Paguรฉ la cuenta, un tanto decepcionado por el final de la historia. Mondragรณn se limpiรณ la boca con una servilleta, y agregรณ:

–Hay algo mรกs que muy pocos saben.

Cogiรณ un palillo, y comenzรณ a hurgarse los dientes con รฉl. Como buen policรญa, sabรญa esconder la informaciรณn mรกs sustanciosa hasta el final.

–El cadรกver del asesino ritual desapareciรณ del Semefo poco despuรฉs de que le hicieran la autopsia.

–No mames.

–Asรญ como lo oyes. El caso se ocultรณ a la prensa para evitar el escรกndalo. Nunca se recuperรณ el cuerpo.

Nos despedimos afuera del mercado. El trรกfico saturaba Chapultepec, y la contaminaciรณn creaba un cielo oscuro y cercano a nuestras cabezas.

–¿Te digo la verdad?

Mondragรณn aรบn me reservaba una รบltima estocada. Una muy difรญcil de encajar.

–Vas a pensar que estoy loco, pero creo que ese hijo de puta aรบn sigue vivo.

Aquella comida con Mondragรณn me costรณ cincuenta y seis pesos y una larga noche de insomnio. Me acabรฉ una cajetilla de cigarros mientras el letrero del Palacio Chino arrojaba destellos de neรณn sobre la ventana. Tenรญa dos letras fundidas, asรญ que solamente se leรญa “lacio Chino”. Pensรฉ que era una seรฑal de su inminente desapariciรณn. Tras su desvanecido esplendor –antes las taquillas simulaban pagodas– ahora era un monumento a la ruina. El antiguo cine era probablemente uno de los edificios que mejor ejemplificaban la transformaciรณn del Centro Histรณrico: de Ciudad de los Palacios a Ciudad de Menesterosos.

Pero esta reflexiรณn no pretende ser una oda al pasado, sino a las luces de neรณn: contemplarlas como un insecto tiene sus ventajas. Antes de freรญrme las pupilas en el letrero del viejo cine tuve una revelaciรณn. Ya lo saben: quien sigue las manchas o los letreros de neรณn en esta urbe siempre llega a algรบn lado.

Y en esta ciudad –ahora lo sรฉ– todos los caminos conducen a la calle de Donceles.

Al dรญa siguiente fui a visitar a Camargo, quien tiene una librerรญa de viejo. En su juventud fue conchero y bailaba al lado de Catedral. Era experto en temas prehispรกnicos y ocultos. Lo encontrรฉ sentado en su escritorio, como de costumbre, oculto detrรกs de una pila de libro polvosos. Le resumรญ el caso que investigaba y las resonancias con el asesino ritual. Tras meditar unos segundos, Camargo fue a la parte trasera de su librerรญa y consultรณ algunos tomos. Despuรฉs regresรณ con cara de circunstancia.

–Los aztecas concedรญan una especial veneraciรณn a las mujeres muertas durante el parto –dijo, mientras encendรญa una pipa. Su rostro moreno se habรญa curtido con incontables danzas al sol, y sus manos eran enormes y callosas: un autรฉntico Caballero รguila–. Le otorgaban a sus cuerpos poderes mรกgicos. Particularmente los guerreros, que solรญan profanar sus tumbas para robarse el brazo derecho. Segรบn ellos, dicho miembro cegaba al enemigo y los volvรญa invencibles en el combate.

Imaginรฉ la noche azteca, poblada de recovecos siniestros, de sombras al acecho, y regida por antiguas supersticiones. No muy distinta a la noche de la urbe moderna.

Una ciudad en la que, por cierto, el pasado siempre estaba abriรฉndose camino hacia la superficie.

–Es un tema complejo que plantea una encrucijada –agregรณ Camargo, envuelto en una espesa nube de tabaco–. En el mundo prehispรกnico, a las mujeres muertas en parto tambiรฉn se les consideraba espectros, las llamaban cihuateteo. Tenรญan el rostro descarnado, bramaban en la noche y aparecรญan en los cruces de caminos para espantar a los incautos. Son el antecedente de la leyenda de la Llorona. Tengo un amigo antropรณlogo que hizo un libro al respecto, te puedo poner en contacto con รฉl…

Me quedรฉ estupefacto. Tras una semana en el caso, tenรญa dos sospechosos, y ambos eran fantasmas. Uno la sombra de un asesino ritual, y el otro el eco de una antigua leyenda. Magnรญfico.

¿En quรฉ clase de detective me habรญa convertido?

 

 

Asรญ terminรณ la votaciรณn para elegir el final del cuento. Muchas gracias a todos los que participaron.

 

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Su libro mรกs reciente es el volumen de relatos de terror Mar Negro (Almadรญa).


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