El cine que no fue

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Ulysses, por Einsenstein

Recuerdo que cuando en la adolescencia (es decir en la edad en que tal vez es más fuerte y sincera la cinefilia) me enteraba de títulos de películas que aún no había visto, y que en algunos casos nunca vería, las apuntaba en una libreta y anotaba en unas pocas líneas su posible asunto y a veces un esbozo de argumento para, ya de noche y en la cama, empezar a imaginarlas, a “ensoñarlas”, que era como una manera de filmarlas por mi cuenta y asumiendo las funciones del guionista, el director, los actores, el escenógrafo, etc. No sé qué habrá sido de esa libreta y, por dar un ejemplo, resultaba que La Edad de Oro, de Buñuel, que sí vería pero por lo menos una década más tarde, me sugería una historia muy idílica en la que hombres y mujeres de una feliz sociedad adánica, nudista y con una innata idea de justicia, habitaban en una selva benévola, se alimentaban de frutas directamente caídas a sus manos desde las ramas de los árboles y vivían en una suerte de armoniosa anarquía hasta que algo terrible, quizá una invasión de seres de una edad futura e hipermecanizada, llegaba para echar a perder todo. No puedo explicar por qué ocurría este final terrible en “mi versión” de La Edad de Oro, quizá ya intuía yo que no hay historia que contar allí donde todo es felicidad, o porque Rimbaud (por aquel entonces mi héroe literario hasta casi opacar al gran Baudelaire, qué blasfemia) me había susurrado aquello de que cualquier título, hasta el de un frívolo vodevil, podía suscitarle terrores y pesadillas.

En las biografías de los cineastas abundan los films pensados, queridos, soñados, y nunca realizados por diversas razones, principalmente la sinrazón de que el cine no sólo es un arte sino además una industria. Y uno no puede menos que ensoñar sobre lo que habrían sido Napoleón por Chaplin, el Ulysses de Joyce por Einsenstein, El proceso por Fritz Lang, Las nupcias de Fígaro por Ophuls, Las aventuras de Huck Finn por John Ford, una Vida de Moliére por Renoir, En busca del tiempo perdido por Luchino Visconti, El manuscrito hallado en Zaragoza por Buñuel, El hombre que fue jueves por Billy Wilder, El Infierno de Dante por Kurosawa, Mil novecientos ochenta y cuatro por Orson Welles, Mandrake el Mago por Fellini, La invención de Morel por Resnais y…

Ahora, gracias a un artículo de Toni García en El País, me entero de una actual lista de diez películas que brillan por su inexistencia, es decir que se quedaron en sólo proyectos más o menos esbozados por algunos grandes o siquiera famosos o exitosos cineastas. Es un cine que se quedó flotando en un abstracto limbo, pero que acaso puede hacer soñar al cinéfilo.

Esta es la decena de títulos no realizados que da Toni García, en el orden en que los enuncia:

Ronnie Rocket, de David Lynch,

Dune, de Alejandro Jodorowski,

Spiderman, de James Cameron,

Superman, de Kevin Smith,

Las Cruzadas, de Paul Verhoeven,

El Génesis, de Robert Bresson,

Proyecto sin título, de Lars Von Trier (que no sería un título, sino la indicación de que es precisamente eso: un proyecto),

Kaleidoscope, de Alfred Hitchcock,

Napoleón, de Stanley Kubrick

y the last bust no the least:

Batman, de Orson Welles.

Debo confesar que de esa lista sólo algunos proyectos harían soñar hoy a mi cinefilia, y son, en el orden de presentación: el de Lynch (¿otra vida de monstruo en la cotidianidad?), el de Bresson (¿un relato jansenista con incipit de Hágase la luz?), el de Hitchcock (¿de quien se diría que todas las películas son kalidoscopios?) y el de Orson Welles (¿qué clase de grandeza y sublimidad otorgaría al mero héroe de historieta?).

Y me acuerdo de don Luis Buñuel diciéndonos a Pérez Turrent y a mí algo como esto: “Los sueños son el mejor cine que existe, el más barato, el más disponible para cualquiera… Un verdadero cinéma d’auteur”.

[P.S: El falso poster del Ulysses de Joyce por Einsenstein apareció en el número 6 (julio de 1962) de la legendaria revista S.Nob.]

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Es escritor, cinéfilo y periodista. Fue secretario de redacción de la revista Vuelta.


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