Hasta hace poco, el humor espaรฑol habรญa tenido una fuerte proclividad a la deformaciรณn grotesca de las pasiones humanas, en particular las que la Iglesia cataloga como pecados. La tradiciรณn que va del Libro de buen amor a los caprichos de Goya, de la poesรญa satรญrica de Quevedo a los esperpentos de Valle Inclรกn, establece un paralelo entre las flaquezas del cuerpo y la suciedad del espรญritu, con una saรฑa moral que a veces raya en la escatologรญa. Ese regodeo en la mierda, en la pus, en la carroรฑa, buscaba tender un cordรณn sanitario alrededor del alma, sobre todo en los autores de la Contrarreforma, que escarnecรญan los apetitos carnales y hasta las necesidades fisiolรณgicas en nombre de un ideal de perfecciรณn ascรฉtica. Pero es evidente que bajo el pretexto de sermonear, el Arcipreste de Hita, Fernando de Rojas, Quevedo y muchos otros talentos obscenos se deleitaban con el morbo y la procacidad como cualquier pecador. Mรกs aรบn: su actitud moralizante era un subterfugio para escribir literatura licenciosa, o en el caso de Goya, para plasmar la belleza plรกstica de la locura y el mal.
Nuestra novela picaresca naciรณ con tres siglos de retraso, en plena guerra de Independencia, cuando se aflojaron los controles inquisitoriales y Josรฉ Joaquรญn Fernรกndez de Lizardi pudo publicar El periquillo sarniento, una crรณnica novelada de la vida cotidiana en Mรฉxico a principios del XIX. Sin duda, los lรฉperos son los personajes mรกs inquietantes del Periquillo. Conocidos tambiรฉn como “gente de la chichi pelada”, llevaban “echada la sรกbana o frazada sobre el hombro izquierdo y terciada bajo el brazo derecho, dejando al descubierto la teta derecha”, pero en ocasiones podรญan compartir la sรกbana con algรบn compaรฑero de farra a quien llamaban “su valedor”. Desayunaban un jarro de pulque o un trago de aguardiente, se dedicaban al juego, al robo, a las riรฑas callejeras, a la copulaciรณn con las “leperuzcas” y escandalizaban a la buena sociedad por las obscenidades escandalosas que proferรญan. De manera que en vez de aceptar sumisamente la injusta sociedad de castas, los lรฉperos eran rebeldes marginales que libraban una guerra pasiva contra el orden colonial. Sin embargo, la menciรณn de sus “obscenidades escandalosas” refleja una ruptura con la proverbial delicadeza del indio, como si en la disyuntiva de elegir la identidad que mรกs les cuadraba, los ancestros del pelado y el naco hubieran tomado partido por el temple bravucรณn de la casta superior. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย