El más inesperado otro

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Como los protagonistas de Edén/Vida imaginada, usted fue también en su infancia y en su juventud un gran viajero. Nace en Italia, pasa su infancia y su adolescencia entre Argentina y Venezuela, hace sus estudios en Inglaterra y Alemania, y al final se instala, vive y escribe en México. ¿Cómo y por qué llega a este país y decide quedarse en él? ¿Cómo se inscribe una figura cosmopolita como la suya en el paisaje de la vida intelectual y literaria mexicana?

Mi padre era italiano, de Florencia, y mi madre de Venezuela. Crecí en una casa bilingüe y desde muy temprano me acostumbré al tránsito entre lenguas, culturas y países diversos. También yo nací en Florencia y en Italia pasé la infancia, cruzada de algunos viajes a Venezuela y a Francia. Viví en Venezuela y en Buenos Aires, donde llevé a cabo –años decisivos– mis estudios de bachillerato. A México llegué de Estados Unidos, atraído por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de México, que reunía entonces lo mejor de la inteligencia en lengua española. Iba en busca de una lengua literaria y me parece que fue en esos años cuando elegí el castellano. A mediados de los cincuentas conocí a Octavio Paz y con él compartí, años después, la aventura de las revistas Plural y Vuelta (de la que fui director interino) y a través de ellas tomé parte activa en la modernización del debate literario y político mexicano durante casi tres décadas.

 

Edén es un libro que transcribe y recrea varios episodios de la infancia y la adolescencia de un chico florentino, Alessandro, Alex, El Negro, en cuyos rasgos el lector ha de reconocer rápidamente los de usted, los del autor. Su libro se sitúa en ese territorio intermedio entre novela y autobiografía que algunos designan hoy con el término de “auto-ficción” y otros llaman simplemente “autobiografía novelada”. ¿Qué lo condujo a elegir este género más contemporáneo, que colinda con la ficción, en vez de las tradicionales memorias o la autobiografía?

Es difícil contestar a esta pregunta, pues los mecanismos que mueven la memoria y el deseo nunca son evidentes para aquel que escribe. Le diré que, en principio, sólo quería contar un episodio o un puñado de episodios de la vida de un niño italiano que huye con su familia de una Europa en guerra y marcha a América Latina pensando que algún día regresará a Italia, que su viaje es un viaje de ida y vuelta. Pero no es así, Alessandro no vuelve jamás porque en el transcurso del viaje entra en la adolescencia, descubre un mundo desconocido que lo fascina y también esa embriaguez del amor y del mal que nos destierra para siempre de la infancia. Contar esto en clave de autobiografía me habría privado probablemente de una libertad que hace del relato de las aventuras y desventuras de Alessandro algo, espero, bastante más atractivo e interesante.

 

La historia de Alessandro y su familia es la de una huida pero también la de una búsqueda. Dejan una Europa en llamas por un continente desconocido e incierto: esa América Latina que los acoge y hace posible que la vida de todos vuelva a empezar. Pero hay algo más en la historia de Alessandro: la búsqueda de una identidad que se lleva a cabo no sólo entre dos continentes sino entre varias lenguas, hasta el punto que uno llega a preguntarse si una de las claves de esta historia, que es la suya, no está en el hecho de que al final esté escrita en castellano y no en italiano.

Efectivamente, uno de los temas centrales de Edén, como puede verse en el texto mismo, es el paso de una cultura y de una lengua a otras. Alessandro, en el libro, no ha dejado aún de hablar italiano y algunos de los eventos más importantes de su vida de adolescente, como enamorarse, por ejemplo, los vive en italiano. Pero el hombre que cuenta la historia de este muchacho es un autor de lengua española prácticamente desde siempre y hoy no podría ni querría emplear otra lengua para contarla. Así que “el niño dicta y el hombre escribe”, sin que se sepa muy bien dónde está el punto que marca la solución de continuidad entre ambos, pero cualquiera que sea lleva la marca de un cambio de lengua.

 

En México Edén obtuvo en 2007 el premio Xavier Villaurrutia, uno de los más prestigiosos e importantes que se otorgan en su país. ¿Cómo imagina usted que será leído su libro en Francia? O, mejor, ¿cómo le gustaría que se le leyera aquí?

Quisiera que el público francés, de tanta prosapia literaria, leyera Edén sin esperar exotismos fáciles o mensajes de redención política. Me gustaría que el libro se leyera como un libre ejercicio de la memoria y la imaginación que intenta cernir ese sutil movimiento de la vida que va transformando a los seres y las cosas, y los va convirtiendo, sin que ellos lo sepan muchas veces, en una prodigiosa materia nueva, en el más inesperado “otro”. ~

 

 

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1. Entrevista realizada con motivo de la publicación en Francia de Edén (Edén / Vie imaginée, traducción de Serge Mestre, Éditions Gallimard, collection Du monde entier, 2009) en el Salón del Libro de París (marzo de 2009), inédita en español.

 

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