“El periodismo cultural ha renunciado a la crítica severa”

AÑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

La creación cultural es el lenguaje de la imaginación y el sustento de nuestra conciencia (la ignorancia consiste en desconocer cómo pensamos), en suma: la columna vertebral de la sociedad. Como observadores –intermediarios entre los creadores y el público– a los periodistas culturales nos corresponde proporcionar información pero también las claves para educar el gusto y el criterio”, dice Basilio Baltasar, director de la Fundación Santillana, que organizó el pasado abril en Santander el i Congreso de Periodismo Cultural, donde representantes de numerosos medios analizaron la situación del sector en nuestro país. “Este momento es quizá el más ridículo de nuestra historia reciente. El maltrato a la cultura por parte de las instancias gubernamentales es incomprensible. Necesitamos renovar el pacto cultural. Conciliar a todas las fuerzas parlamentarias en una promesa. El fundamento de esta alianza será reconocer la contribución de la cultura a la educación permanente de la ciudadanía. Hay que declarar la excepción cultural en España, implicar a todas las instituciones en un inconmovible pacto de Estado, dar protección integral a la producción cultural y reconocerla como la mejor inversión que puede hacer un país culto y civilizado en favor de su prosperidad moral y material."

¿Cuáles son los grandes problemas del periodismo cultural?

Urge una primera aclaración de carácter editorial y hacer lo posible para no confundir la cultura con los espectáculos, la divulgación con la vulgarización. Y contribuir a hacer más nítida una diferencia esencial: evitar la confusión entre la cultura del conocimiento y la industria del entretenimiento.

El periodismo y la cultura han sufrido especialmente el cambio digital. La cultura y la información son más accesibles que nunca, y al mismo tiempo han cambiado la forma de producción y de consumo. Es más difícil ser rentable y los gustos se han fragmentado.

Sin duda, un día resolveremos los desafíos de la innovación: sabremos dominar las herramientas tecnológicas y ponerlas al servicio de la inteligencia. Por el momento, sin embargo, puede decirse que hemos ido corriendo y con la lengua fuera detrás de la novedad digital. Como editor de El Boomeran(g), un portal creado en 2005, conozco la compatibilidad posible entre la galaxia Gutenberg y la galaxia Google. Podemos sacar sumo provecho de la comunicación instantánea, sin fronteras, inmediata, pues posibilita una presencia global simultánea. Pero la pantalla no es el sustituto del libro, sino una aliada subordinada. Depende de nuestra estrategia y astucia impedir que lo digital se coma al papel.

Una de las características y conflictos del periodismo cultural es su cercanía hacia el sector. A veces parece blando o demasiado influido por la industria.

Siendo tan necesarias las aportaciones que reclamamos al periodismo cultural, le corresponde sin embargo la responsabilidad de haber cometido un agravio inaceptable: domeñar la crítica cultural a cambio de una audiencia pobremente ilustrada. La crítica ha sido tratada como una invitada impertinente. Sobornado por la resonancia “mediática” de los iconos de la industria, el periodismo cultural ha renunciado a la crítica severa. Ha practicado una especie de equidad benévola: algo que desde el punto de vista cultural es tanto como un embuste. Sin crítica no hay criterio.

¿El periodismo cultural debe limitarse a informar o debe establecer criterios de calidad?

Cuando informamos acerca de una novedad, estamos haciendo pública una opinión. Quizá sea el único espacio de los medios en donde se ha disuelto el dilema clásico entre información y opinión. Nadie entrevista a un autor que aborrece. Se da por descontado que en el ámbito cultural solo aparece lo que parece bueno. De esta manera es muy difícil evitar la desconfianza de los lectores (aunque la mayoría de ellos transige con estas prácticas). Esta inercia, en parte inevitable, puede encauzarla una crítica consciente del gran juego abierto entre información y opinión, novedad y criterio, curiosidad y conocimiento. Una crítica comprometida con la excelencia, con la calidad impecable que la cultura elabora para el mundo.

Otra cuestión es la divisoria que hay entre la popularidad y el elitismo. Cuando uno hace un suplemento, una revista cultural, o un programa de libros, ¿a qué público debe aspirar a llegar? Si quiere gustar a todos, ¿no corre el riesgo de no gustar a los que no estaban interesados desde el principio, y tampoco a su público potencial?

“Gustar a todos”: ¡cuánto peligro en esta frase! Ni en la vida ni en el arte es posible. ¿Por qué habría de serlo en el periodismo cultural? Es terrible pensar que los perezosos son los que van a marcar el grado máximo de dificultad aceptable. Y que a nosotros nos toca evitarles el doloroso trance de esforzarse en “comprender”. ¿Qué complejo nos hace temer la acusación de elitismo? Ciertamente, nos debemos a la claridad y la precisión conceptual, pero esto no significa satisfacer la pereza de los indolentes. La cultura es excelencia, esfuerzo, empeño. Y más aún: rompecabezas intelectual. No demos nuestro brazo a torcer –o acabaremos haciendo chistes en Gran Hermano.

Ha reivindicado “liberar a la cultura de cargas y gravámenes”. ¿Propone una imposición reducida, como la que hay en algunos productos culturales en España, y como la que hay en la cultura en otros países europeos, o la eliminación? ¿No parece un poco difícil defender que una novela o una película no tenga iva y una barra de pan sí?

Las comparaciones pueden ser odiosas, pero deben ser pertinentes. No debemos contrastar el iva cultural con el precio de los alimentos sino con el iva de la pornografía. ¿Qué nos quiere decir el gobierno cuando grava la pornografía con un 4% y el teatro con un 21%? Es una medida política muy elocuente, pero ¿qué significa? No tengo ni idea ni se me ocurre nada, salvo que forme parte de una campaña en pro del onanismo. Que Letras Libres pague el mismo iva que una revista pornografica expresa incapacidad de discernir; que una obra de teatro sobre Santa Teresa de Jesús pague más iva que una revista porno expresa la habilidad política de jerarquizar valores.

Aunque se lee más que nunca, la cultura literaria parece estar en retroceso. Lo que era central ahora es solo una parte. ¿Es un proceso irreversible?

Como periodistas culturales nos corresponde contribuir a frenar el deterioro cultural: si la lectura se presenta como entretenimiento, ganarán la partida las series televisivas. Exigen menos esfuerzo: ¡hasta es posible verlas cuando uno duerme! La conciencia y el umbral de atención bajan hasta límites en que el gasto de energía es prácticamente igual a cero. La lectura, sin embargo, requiere inteligencia, atención, esfuerzo, concentración, memoria, el despliegue de una capacidad cognitiva que está siendo atrofiada por el abuso de las pantallas. La cultura literaria solo podrá consolidarse si asumimos lo que cuesta la excelencia, la calidad. El arte es fuerza y revelación.

¿Cuál debe ser la relación entre la ciencia y la cultura en un periódico?

En las páginas de los buenos periódicos hay espacios admirables dedicados a la ciencia. Hay programas de radio y televisión de un estupendo nivel divulgativo. Otra cosa es la vieja relación entre la gente de ciencias y la de letras. A veces parece que compiten en su respectivo desdén. Hay que propiciar el encuentro y es una labor que podrán llevar a cabo los filósofos. Ellos pueden manejar con solvencia las dos tradiciones y realizar estimulantes ejercicios de síntesis. El caudal de conocimiento que las dos tradiciones poseen es formidable y necesitamos que dejen de darse la espalda. Hay además excelentes periodistas culturales que han hecho de la divulgación científica un dominio profesional muy eficaz.

¿Qué admira del periodismo cultural en otros países y qué podríamos incorporar?

Nos ofrecen muy buenos ejemplos de suplementos literarios. Yo importaría el modelo anglosajón, donde la crítica de cada libro la hacen los grandes especialistas de cada asunto. ~

+ posts

Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) es escritor y editor de Letras Libres. Su libro más reciente es 'El padre de tus hijos' (Literatura Random House, 2023).


    ×  

    Selecciona el país o región donde quieres recibir tu revista: