El presidente y el guardapuestos

Despuรฉs de la promulgaciรณn de la Ley de Precios Justos en Venezuela, como por arte de magia, surgiรณ una nueva fuente de empleo: el guardapuestos.ย 
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I

Habรญa una vez un presidente tan obsesionado con mantener el poder que pasaba los dรญas inventando formas de controlar la vida de los habitantes de su paรญs. Hacรญa y decรญa cosas tan insรณlitas que la gente pasaba dรญas distraรญda y no se ocupaba de su mal gobierno. Como la vez que contรณ que su mentor se le apareciรณ en forma de ave, le dio un mensaje y รฉl lo entendiรณ claramente. Resulta que a pocos meses de su nombramiento, el partido del presidente debรญa enfrentar unas elecciones municipales. Su reto era mantener el record de victorias de su predecesor, pero tenรญa miedo porque habรญa llegado al cargo por una triste carambola polรญtica, con un margen รญnfimo de votos (1.49 %) y las encuestas apenas favorecรญan al partido. El presidente se sentรณ a pensar quรฉ hacer ganar aquella contienda. En noviembre, a un mes de la votaciรณn, tuvo una idea: todas las tiendas privadas de electrodomรฉsticos deberรญan vender sus productos a “precio justo”.  Es decir, que no importaba cuรกnto habรญa pagado el comerciante para traer un televisor desde el exterior, el precio de venta al pรบblico lo fijarรญa el Estado con una rara fรณrmula establecida en una rara “Ley de Precios Justos”.

De la noche a la maรฑana, el comerciante que ofrecรญa un televisor de 47 pulgadas por 99,998 bolรญvares tuvo que venderlo a 22,492. En serio.

Una cadena de tiendas, Daka, fue el primer blanco del decreto. “¡He ordenado inmediatamente la ocupaciรณn de esa red y sacar los productos a la venta a precio justo. Todos los productos, todos, que no quede nada en los anaqueles!”, vociferรณ el presidente a los cuatro vientos.

Ahรญ empezรณ esta historia.

 

II

Las filas de compradores no tardaron en formarse frente Daka y otras tiendas similares. La gente acampaba en la calle durante dรญas para no perder su lugar y comprar a “precio justo”.

Fue asรญ como a un mes de la elecciรณn, la principal preocupaciรณn de los habitantes de ese paรญs era obtener un puesto en la fila de los electrodomรฉsticos. La criminalidad y la inflaciรณn pasaron a segundo plano en las conversaciones cotidianas, reducidas a las mismas indagaciones una y otra vez: ¿quรฉ nรบmero te dieron a ti? ¿a quรฉ hora empiezo a hacer la fila? ¿cuรกntas personas tengo por delante? ¿quedaban neveras cuando entraste ayer? ¿serรก que lleguรฉ muy tarde? Y como por arte de magia, surgiรณ una nueva fuente de empleo en ese singular paรญs: el guardapuestos.

Los primeros ejemplares fueron documentados en la regiรณn del sur ese mismo noviembre, cuando el salario mรญnimo era de 2,973 bolรญvares y un dรณlar no oficial se cambiaba por 60 bolรญvares. Los periodistas informaron sobre personas que vendรญan sus puestos en la fila entre 200 y 1,000 bolรญvares. “Mientras mรกs cerca de la entrada del local, mรกs garantรญa de comprar y mรกs alto el precio a pagar”, era su lema seguramente.

Las elecciones de diciembre de 2013 pasaron y el partido del presidente obtuvo 63% de las municipalidades. Un televisor, un voto; sin duda el precio justo.

 

III

En 2014, con la creciente escasez de todo lo necesario para subsistir dignamente, las filas para comprar lo que habรญa –junto con los guardapuestos– se hicieron parte del paisaje en ese paรญs increรญble.

En medio de las protestas contra el presidente que dejaron 43 muertos y mรกs de 3,000 detenidos, habรญa gente haciendo filas –y guardando puestos– para comprar cualquier producto al que el gobierno le hubiera puesto la etiqueta de “precio justo”: televisores, comida, cemento, paรฑales, medicinas y hasta baterรญas para autos.

Desde “el dakazo” hasta nuestros dรญas, el singular personaje ha mostrado capacidad de adaptaciรณn. Por ejemplo, muchos vendedores ambulantes de cafรฉ o jugos reservan puestos mientras venden su mercancรญa.

Otros estacionan sus automรณviles en fila frente al distribuidor que recibe el cargamento de baterรญas para vehรญculos y cuando comienza la venta, ceden su lugar a otro auto a cambio de 3,000 a 5,000 bolรญvares. La baterรญa costarรก entre 1,600 y 4,200 bolรญvares; en el mercado negro llega a 50,000. Y estรกn los guardapuestos del cemento, que cobran hasta 1,000 bolรญvares por un lugar en la fila para comprar los 10 sacos de cemento por persona que permite el gobierno. En esta modalidad hay que dejarle al guardapuestos un saco, que vale 55 bolรญvares, como parte del pago.

Mientras eso ocurrรญa en las filas de comprar, en varias regiones se prohibiรณ hacer filas durante las noches. El presidente ordenรณ intervenir cadenas privadas de supermercados y farmacias y apresar a sus gerentes. Restringieron la cantidad de alimentos que una persona podรญa comprar, limitaron los dรญas de la semana que se podรญa comprar, instalaron sistemas de identificaciรณn por huellas dactilares en los supermercados, y el intentar comprar un mismo producto mรกs de una vez en una semana quedรณ prohibido. Sรญ, en serio, porque allรก es el presidente quien determina cuรกnto jabรณn de baรฑarse necesita una persona para ser feliz.

 

IV

Sin saber cรณmo, el paรญs y sus habitantes llegaron a 2015. El presidente acusรณ a naciones vecinas, a empresarios, a polรญticos opositores y hasta a las amas de casa de generar desabasto para desestabilizar su gobierno. Todos pasaron a estar bajo sospecha, entre ellos el guardapuestos: unos 100 han sido detenidos desde enero acusados de “usura” y “corrupciรณn entre particulares”, delitos con penas de 2 a 6 aรฑos de prisiรณn. Pero, aunque la persecuciรณn los ha hecho escurridizos, ellos siguen allรญ, entre la gente.

 

V

Un martes de septiembre, cuando el salario mรญnimo era de 7,421 bolรญvares y el dรณlar promediaba 700 bolรญvares, unas 400 personas hacรญan la fila en el estatal Abasto Bicentenario de Palo Verde, una zona popular ubicada al este de la capital. Un hombre de jean, franela y zapatos gastados se quejaba por la situaciรณn econรณmica y hablaba de las prรณximas elecciones parlamentarias de diciembre. Estaba recostado de una pared con una pinta que decรญa: “Vota por El Potro รlvarez”, candidato a diputado por el partido del presidente.

Detrรกs del hombre, una mujer contaba que su mamรก no puede estar de pie en la fila durante 5 o 6 horas cada martes, su dรญa autorizado para comprar los alimentos regulados. Rafaela Hernรกndez (un seudรณnimo) ignorรณ las quejas del hombre pero se puso a la orden de la mujer: “Yo le hago la cola a tu mamรก; a mi me toca los martes. Eso sรญ, ella tiene que estar aquรญ antes de las siete de la maรฑana, que es cuando la policรญa recoge la cรฉdula de los primeros 50 de la fila. Yo te garantizo el puesto porque a mi me traen a las tres de la maรฑana”. El puesto costarรก 300 bolรญvares. A otros les cobra 800. Rafaela suele reservar hasta 5 puestos, pero si no le van los clientes no pierde el viaje porque entra y compra lo que haya ese dรญa.

Al otro lado de la capital, en su palacio de gobierno, el presidente revisa el mรกs reciente informe confidencial de la vicepresidencia, que para su desgracia se filtrรณ a los medios: la escasez de alimentos bรกsicos se ubicรณ en agosto en 71% y la de productos de higiene personal llegรณ a 88%. “¿Cuรกl serรก el precio justo por un diputado?”, se pregunta.

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Periodista venezolana. Especializada en la cobertura de la fuente parlamentaria. Actualmente parte de la plantilla del diario El Nacional.


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