El síndrome del Jamaicón

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RECORDANDO AL JAMAICÓN

Una cosa es ser un notable defensa que no deje pasar ni a Garrincha, y otra estar lejos de la patria, de la birria y de la madre y no soportarlo. El síndrome del Jamaicón Villegas nos tiene hundidos, pataleando para siempre en un plato de pozole frío. Yo quiero, modestamente, desmarcarme. Todas las mañanas hago gárgaras de aceite de oliva y salgo, a ritmo semi-lento, a la calle luminosa. Cuando el efecto oleaginoso comienza a remitir, voy a lo de Pablo por un pincho de tortilla y café con leche, mientras las malas noticias que se inventa España me ensucian los dedos. A la hora de la comida, salgo a la esquina y me pregunto hamletianamente, detrás de mis lentes oscuros: ¿andaluz?, ¿gallego?, ¿vasco? Y a yantar, con abundancia de vino de Montsant o Toro, o un albariño de As Laxas. Después de las obligadas lonchas de jamón y espárragos trigueros, puede venir un arroz caldoso o un bogavante (que colma al pronunciarlo), o un platón de pescaítos fritos que se muerden la cola; o chuletillas de lechal o chipirones rellenos o alubias rojas con sacramentos; o un pulpo a la gallega o lacón con grelos. Todo ello rematado con uno o dos cafés solos y orujo de hierbas. Salgo a la calle nuevamente, con una súbita y campante papada mental. Pienso en el pobre Jamaicón (abro un paréntesis para saludar a mi mamá) y en que lo que me importa, mientras fracaso o triunfo, es macerar el minuto y libar lo que salga.

– Julio Trujillo

Nota: José “Jamaicón” Villegas, futbolista mexicano que jugó en los mundiales de 58 y 62. En sus estadías en el extranjero, padeció famosos e irreprimibles ataques de nostalgia por el terruño y su cocina que afectaron gravemente su desempeño. De ahí surge el “síndrome del Jamaicón”, que afecta a muchos mexicanos en el extranjero, no sólo deportistas.

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