Ilustraciรณn: Raรบl Arias

El terrorismo en la narcoguerra

A pesar de que los cรกrteles no son grupos esencialmente terroristas, muchas de sus acciones cumplen el propรณsito de atemorizar a la poblaciรณn civil. El debate acerca de cรณmo definir los distintos rostros de la narcoviolencia es de vital importancia en estos momentos.
Aร‘ADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

El primero de mayo de este aรฑo, mientras el mundo celebraba el Dรญa Internacional del Trabajo, los residentes de Jalisco fueron testigos del aterrador poder del crimen organizado internacional. En por lo menos 39 puntos del estado pistoleros de un cรกrtel secuestraron y prendieron fuego a camiones y autobuses, en lo que los mexicanos se han habituado a llamar “narcobloqueos”. En un despliegue aรบn mayor de fuerza, operadores del cรกrtel dispararon un lanzagranadas de fabricaciรณn rusa que derribรณ un helicรณptero militar y causรณ la muerte de ocho soldados y un oficial de policรญa en una de las peores pรฉrdidas que ha sufrido el ejรฉrcito mexicano en aรฑos recientes. Despuรฉs de que los noticieros de la tarde transmitieran imรกgenes de autobuses, gasolineras y bancos envueltos en llamas, el fiscal general de Jalisco, Luis Carlos Nรกjera Gutiรฉrrez, lanzรณ una palabra incendiaria: “terrorismo”.

El tรฉrmino terrorismo ha aparecido de manera periรณdica durante una dรฉcada de narcoguerra en Mรฉxico. Polรญticos, periodistas o fiscales lo usan cuando se producen crรญmenes especialmente brutales: en 2006, cuando miembros de La Familia arrojaron cinco cabezas a una discoteca de Uruapan; en 2008, cuando supuestos Zetas lanzaron granadas contra quienes celebraban el 15 de septiembre en Morelia (y cuando en mayo de este aรฑo un juez decidiรณ dejar en libertad a varios sospechosos del crimen porque la policรญa los habรญa torturado para que confesaran); en 2010, cuando el cรกrtel de Juรกrez hizo estallar un coche en pleno centro de la ciudad matando a dos policรญas y dos civiles; en 2011, cuando los Zetas quemaron el Casino Royale en Monterrey con un saldo de 52 muertos; o en 2013, cuando los Caballeros Templarios atacaron dieciocho subestaciones elรฉctricas, dejando sin energรญa a medio millรณn de personas. Estos crรญmenes no solo fueron atroces: tambiรฉn sembraron el terror entre la poblaciรณn mexicana.

Por otra parte, durante el conflicto, manifestantes en defensa de los derechos humanos han evocado la idea de “terrorismo de Estado”. El sintagma apareciรณ con frecuencia despuรฉs de que en septiembre policรญas y narcos secuestraran a 43 normalistas en Iguala. Tambiรฉn se empleรณ el aรฑo pasado para describir la supuesta ejecuciรณn extrajudicial de veintidรณs personas en Tlatlaya, o en Apatzingรกn el pasado enero. Esas atrocidades tambiรฉn propagan el terror a pesar de que se supone que policรญas y soldados deben mantenernos a salvo.

Tras lo sucedido el primero de mayo, en una serie de entrevistas, Luis Carlos Nรกjera hablรณ de terrorismo: “Se trata de terroristas que quieren sembrar el miedo, y con base en el miedo hacer que la gente haga cambiar al gobierno en la toma de decisiones; es un terrorismo puro.” La Procuradurรญa General de la Repรบblica lo hizo oficial al anunciar que cinco de los involucrados en los acontecimientos del primero de mayo se encontraban sujetos a investigaciรณn por su presunta responsabilidad en los delitos de delincuencia organizada y terrorismo.

Pero no todos los funcionarios se mostraron de acuerdo con los cargos. El gobernador de Jalisco, Aristรณteles Sandoval, ofreciรณ una opiniรณn que contradecรญa a la pgr e incluso a su propio fiscal. Cuando los reporteros le preguntaron si los ataques constituรญan acciones de narcoterrorismo, respondiรณ: “De ninguna manera. La gente que los cometiรณ estaba bajo el influjo de las drogas; es gente que, como lo ha confesado, por entre quinientos y mil pesos hacรญa un acto de esta naturaleza. Son actos vandรกlicos.”

Este desacuerdo subraya la confusiรณn que los polรญticos han mostrado en su lucha contra los cรกrteles de la droga. Los presidentes de Mรฉxico han pasado de vestirse con uniforme militar y decir a los soldados que luchan contra “los enemigos de la patria” a afirmar que el crimen es un problema de imagen, que solo involucra a algunas pandillas en unos cuantos municipios. Los aliados que el paรญs tiene en Estados Unidos en su guerra contra las drogas estรกn igual de desorientados. Cuando Hillary Clinton era secretaria de Estado primero afirmรณ que Mรฉxico enfrentaba un problema similar a la violencia surgida en los guetos estadounidenses en la dรฉcada de los ochenta, y luego clamรณ que los cรกrteles se habรญan metamorfoseado para convertirse en una insurgencia comparable a la de Colombia.

El desconcierto, esencialmente, gira en torno a aquello en lo que se han convertido los cรกrteles de la droga, y el tipo de conflicto en el que combaten. ¿Un escuadrรณn de cincuenta integrantes del cรกrtel de Jalisco Nueva Generaciรณn que organiza un operativo con lanzagranadas es una milicia paramilitar? ¿O solo se trata de un grupo de pandilleros? ¿Los policรญas que trabajan para los cรกrteles representan el poder del Estado, o son una parte del Estado que ha sido capturada? ¿Existe un conflicto armado en Mรฉxico o รบnicamente se trata de crimen? En el corazรณn de este debate se encuentra una pregunta que resulta particularmente contenciosa: ¿la narcoviolencia es terrorismo?

Intentar responder a esto no es solo cuestiรณn de curiosidad intelectual. Afecta a los casos judiciales, tal y como descubrieron los sospechosos acusados de incendiar los camiones en Jalisco. Tambiรฉn tiene un impacto sobre quiรฉn persigue a los culpables y con quรฉ presupuesto lo hace. Los Zetas o el cรกrtel Nueva Generaciรณn podrรญan incluirse en la lista que tiene Estados Unidos de organizaciones terroristas al lado de Al Qaeda. Los agentes de la cia que se especializan en terrorismo podrรญan unirse a sus colegas de la dea para luchar contra esos cรกrteles.

El tรฉrmino terrorismo es incรณmodo. Cuando se reporta que hay terrorismo en el lugar en donde uno vive eso puede tener un impacto negativo en la inversiรณn y el dinero que se recibe del turismo. Mรกs que por convicciรณn intelectual, quizรกs este sea el motivo por el que el gobernador de Jalisco, Aristรณteles Sandoval, negรณ los cargos de terrorismo.

Algunos defensores de los derechos humanos temen que evocar la idea de narcoterrorismo aliente a policรญas y soldados, ya de por sรญ abusivos, a emplear aรบn mรกs fuerza. La Guerra contra el Terror que libra Estados Unidos incluye tรกcticas controvertidas que van desde matar a los sospechosos atacรกndolos con drones hasta recluirlos durante aรฑos en Guantรกnamo sin juicio alguno de por medio. Asรญ, la guerra se vuelve una cruzada contra un demonio conceptual –el terrorista– en la que debe hacerse cualquier cosa con tal de detenerlo.

El problema del narcoterror en Mรฉxico llevรณ al presidente Enrique Peรฑa Nieto a presentar una serie de reformas contra el terrorismo, aprobadas en marzo de 2014. Pero en lugar de centrarse en el ataque de los cรกrteles, las reformas mantuvieron una definiciรณn muy amplia de lo que es terrorismo. Grupos de manifestantes expresaron el temor de que, ante acciones como el daรฑo a la propiedad privada, el gobierno pudiera acusarlos de terrorismo.

El debate sobre cรณmo definir con exactitud los crรญmenes de la narcoguerra se ha vuelto vital. La incapacidad de comprender lo que ocurre ha llevado a polรญticas fallidas que se repiten una y otra vez. La sociedad necesita una definiciรณn que explique de un mejor modo los tiroteos, las masacres y las decapitaciones para encontrar una soluciรณn que detenga esta sangrรญa incesante.

De Espartaco a Bin Laden

Los seres humanos han utilizado el terror a lo largo de la historia. Los aqueos saquearon Troya, masacraron a civiles y profanaron templos para dar una lecciรณn a sus enemigos. Cuando los romanos derrotaron a Espartaco, lรญder de una revuelta de esclavos, crucificaron a seis mil de sus hombres a lo largo de un camino de doscientos kilรณmetros. Los rebeldes galos, a su vez, decapitaban a los romanos y colgaban las cabezas en sus caballos.

La palabra “terrorismo” que usamos hoy surgiรณ durante la Revoluciรณn francesa como “terrorisme” y se empleaba para describir la forma en que Robespierre y sus jacobinos llevaron a miles de personas a la guillotina en pleno corazรณn de Parรญs. El asesinato en masa se exhibiรณ pรบblicamente e hizo temblar a los espectadores, que se lo pensaban dos veces antes de unirse a la resistencia. Mรกs tarde, el tรฉrmino se aplicรณ a los rebeldes, desde Irlanda hasta Serbia, que realizaban sus ataques con dinamita. Como fantasmas, salรญan de alguna parte sin ser vistos y detonaban grandes explosiones que causaban mรกs temor que muertes.

Los historiadores suelen fechar en 1968 la era moderna del terrorismo. Aquel aรฑo tres palestinos secuestraron un aviรณn comercial israelรญ y lo llevaron a Argelia. Pertenecรญan a un grupo comandado por George Habash, conocido como “el Doctor”: un marxista que provenรญa de una familia cristiana (no era islamista radical). ร‰l mismo describiรณ cรณmo empleรณ esa tรกctica para causar sensaciรณn en los diarios: “Secuestrar un aviรณn tiene mรกs efecto que matar a cientos de israelรญes en una batalla”, declarรณ Habash a la revista alemana Stern en 1970.

Habash entendiรณ que, como los medios difunden la violencia contra civiles por todo el mundo, cualquier persona a punto de tomar un vuelo se verรญa invadida por el temor. Habash libraba una guerra asimรฉtrica. Sus guerrilleros palestinos no podรญan derrotar el ejรฉrcito israelรญ, pero sรญ podรญan ejercer una enorme presiรณn sobre Tel Aviv a travรฉs de su violencia pรบblica contra no combatientes.

En dรฉcadas posteriores, grupos extremistas nacionalistas y comunistas llevaron a cabo un terrorismo similar. En 1970, el Ejรฉrcito Rojo Japonรฉs hizo un llamado a la revoluciรณn mundial cuando secuestrรณ un aviรณn usando espadas de samurรกi. En 1974, el Ejรฉrcito Republicano Irlandรฉs (ira) reivindicรณ una Irlanda unida mientras hacรญa estallar un pub que frecuentaban soldados britรกnicos. (La policรญa inglesa arrestรณ a los sospechosos equivocados y los torturรณ hasta extraerles una confesiรณn.)

En la dรฉcada de los noventa los radicales islamistas ya habรญan reemplazado a los revolucionarios como los actores principales y lo habรญan hecho utilizando las tรฉcnicas del terror. Con respecto a los revolucionarios, los islamistas dieron un paso adelante. Cuando secuestraron una serie de aviones para atacar el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, llevaron la idea de Habash de causar sensaciรณn en la prensa a niveles jamรกs imaginados. Esto creรณ el acontecimiento mediรกtico mรกs importante desde la Segunda Guerra Mundial. Hoy 44 de los 59 grupos que estรกn en la lista de terror de Estados Unidos son organizaciones islรกmicas radicales; treinta de ellos fueron aรฑadidos despuรฉs de 2001.

El gobierno de Estados Unidos describe su defensa contra estos ataques como una guerra contra las tรกcticas del terrorismo, mรกs que contra la ideologรญa del islam radical. Supuestamente, se opone por igual a cualquiera que aterrorice a la poblaciรณn civil, y no solo a aquellos que lo hacen por su interpretaciรณn totalitaria del Corรกn. Esto resulta problemรกtico porque es difรญcil derrotar una tรกctica. El cรณdigo penal de Estados Unidos define terrorismo como “violencia premeditada, con motivos polรญticos, perpetrada contra objetivos no combatientes por grupos subnacionales o agentes clandestinos, por lo general con intenciรณn de influir a un pรบblico”.

Esta definiciรณn legal resulta controvertida porque sostiene que solo los actores que no pertenecen al Estado cometen actos de terrorismo; estรก diseรฑada para atacar la guerra asimรฉtrica encabezada por Habash. Cuando el ejรฉrcito de Estados Unidos bombardea escuelas en Afganistรกn no estรก violando sus leyes sobre terrorismo. Tampoco lo hace el rรฉgimen sirio cuando lanza gas nervioso contra el centro de las ciudades. Esto genera muchas crรญticas. Intelectuales como Noam Chomsky replican que el terrorismo deberรญa describir la violencia de los gobiernos, en especial el de la Casa Blanca. Con este desacuerdo fundamental, no hay un consenso global acerca de cรณmo definir al terrorismo.

A pesar de la diversidad de opiniones, la mayorรญa de los gobiernos han aprobado leyes que siguen definiciones parecidas a las del cรณdigo legal de Estados Unidos: quieren ir tras el peligro de la guerra asimรฉtrica, no tras sรญ mismos. En lรญnea con este pensamiento, la Corte Penal Internacional, diseรฑada para combatir los crรญmenes cometidos por los gobiernos, no incluye el terrorismo dentro de su jurisdicciรณn. En vez de eso, juzga a los gobiernos por crรญmenes de guerra, genocidio y crรญmenes contra la humanidad.

Narcoterrorismo

El expresidente peruano Fernando Belaรบnde Terry acuรฑรณ la expresiรณn “narcoterrorismo” a inicios de la dรฉcada de los ochenta. La usรณ para describir la alianza entre los productores de coca y los guerrilleros de Sendero Luminoso, que pasaron a integrar la lista de organizaciones terroristas en Estados Unidos despuรฉs de bombardear objetivos civiles y masacrar campesinos. La expresiรณn activรณ las alarmas en Washington en un momento en que la Guerra contra las Drogas estaba en su punto mรกs alto. El narcoterrorismo reuniรณ a la dea –que lucha contra la parte del narco– con la cia –que lucha contra la parte del terrorismo.

Agentes norteamericanos aplicaron el concepto a Colombia cuando el rey de la cocaรญna Pablo Escobar y su cรกrtel de Medellรญn realizaban su sangrienta campaรฑa. Entre los crรญmenes mรกs espectaculares que se le atribuyen a Escobar estรก la bomba de 1989 en un vuelo de Avianca que matรณ a sus ciento siete pasajeros y tripulantes, incluidos dos estadounidenses. Al igual que Habash, Escobar libraba una guerra asimรฉtrica. No podรญa derrotar al gobierno colombiano desde el punto de vista militar, pero podรญa ejercer una presiรณn enorme sobre รฉl asesinando a los pasajeros del vuelo.

Benjamin Lessing, que desde la Universidad de Chicago estudia la violencia de los cรกrteles, llama a esto “lobby violento”. “Lo que estรกn haciendo es decirles a los funcionarios: ‘Hablo en serio, puedo causarte muchรญsimo dolor. Asรญ que mรกs te vale hacer lo que digo’”, explica Lessing. La misma lรณgica sirve para entender muchos de los ataques perpetrados hoy por los cรกrteles mexicanos.

Con su mandato de luchar contra el narcoterror colombiano, la cia, la dea e incluso agentes del Pentรกgono se unieron en su cacerรญa de Escobar, utilizando tecnologรญa de espionaje para ayudar a las fuerzas colombianas a encontrarlo y matarlo en 1993. Al aรฑo siguiente, una corte federal en Nueva York declarรณ al sicario Dandeny Muรฑoz, de Medellรญn, culpable de terrorismo por la bomba en el vuelo de Avianca.

Pero la muerte de Escobar no pudo evitar que las tรกcticas terroristas se extendieran a los traficantes de otros paรญses americanos. En Brasil, el grupo delictivo Primeiro Comando da Capital o pcc las consagrรณ efectivamente en un decreto escrito. “Revolucionaremos el paรญs desde el interior de las cรกrceles y nuestra ala armada serรก de terror”, decรญa en un estatuto hallado en varios de sus miembros. En 2006 el pcc llevรณ a cabo su promesa. Durante un fin de semana sus operativos atacaron Sรฃo Paulo, quemando 82 autobuses, once bancos, y matando a 41 policรญas y carceleros.

Durante el mismo periodo, los cรกrteles mexicanos tambiรฉn adoptaron tรกcticas de terror. Muchas se remontan a la narcoguerra en Mรฉxico, que comenzรณ el 11 de diciembre de 2006, cuando el presidente Felipe Calderรณn lanzรณ el Operativo Conjunto Michoacรกn. Pero la escalada de violencia y el uso del terror ya habรญan comenzado en 2004 cuando los Zetas atacaron con una potencia de fuego propia de un grupo paramilitar al cรกrtel de Sinaloa en Tamaulipas. Cuando la batalla se extendiรณ a Acapulco, los sicarios comenzaron a decapitar a sus vรญctimas. Esto sucediรณ en junio de 2006, seis meses antes de que Calderรณn asumiera la presidencia.

Cuando aparecieron las primeras cabezas, Genaro Garcรญa Luna (entonces director de la Agencia Federal de Investigaciรณn) seรฑalรณ que los sicarios se habรญan inspirado en los videos de decapitaciones de Al Qaeda en Iraq. Algunos noticieros de la televisiรณn mexicana habรญan mostrado los videos en su totalidad. A medida que las decapitaciones se extendรญan, los cรกrteles mexicanos llegaron a tener mรกs videos de ejecuciones que los islamistas radicales. Ambos grupos subieron estos videos sensacionalistas a internet. Cuando en 2011 el rรฉgimen sirio quiso mostrar por primera vez las atrocidades de los rebeldes contra los que luchaba, mostrรณ un video horripilante que presentaba a los terroristas como extremadamente sรกdicos, pero el video era en realidad el de un cรกrtel mexicano. (El rรฉgimen sirio cuenta ahora con una buena cantidad de videos brutales que mostrar.)

Las oscuras similitudes continรบan. En 2012, cuando los talibanes escandalizaron al mundo decapitando a diecisiete personas en una boda, los Zetas dejaron los cadรกveres decapitados de 49 vรญctimas en un camino en las afueras de Cadereyta. Un caricaturista resumiรณ este terreno comรบn en un cartรณn tras los ataques a las oficinas de Charlie Hebdo en Parรญs. La caricatura muestra la imagen de un hombre embozado con una Kalรกshnikov. “Ahhhh. Es un terrorista islรกmico”, dice una voz. “Tranquila, tranquila –responde otra–. Nada mรกs es un sicario del cรกrtel del Golfo.”

A pesar de las tรกcticas compartidas, Estados Unidos no ha puesto a ninguno de los cรกrteles de la droga en su lista de grupos terroristas. Y desde el caso de Avianca, casi nunca ha empleado cargos de terrorismo contra miembros de los cรกrteles. En ocasiones algunos funcionarios estadounidenses llaman terroristas a los cรกrteles, y ciertos legisladores estadounidenses han solicitado que se defina como tales a los Zetas y otros cรกrteles, pero el Departamento de Estado se ha mantenido firme en su negativa de incluirlos en la lista.

Uno de los principales motivos es que los servicios de inteligencia de Estados Unidos miran hacia el este, no hacia el sur. Cuando la cia fue tras Escobar en 1993, la agencia se encontraba en un periodo de calma. La Guerra Frรญa habรญa llegado a su fin y el radicalismo islรกmico aรบn no habรญa alcanzado su punto รกlgido. La cia buscaba nuevos enemigos y Escobar cubrรญa los requisitos. Pero a partir del 11-los recursos se han canalizado a combatir a Al Qaeda y sus aliados. Es posible que el nรบmero de cuerpos decapitados que dejan los Zetas sea mรกs grande que el de los islamistas radicales, pero su ideologรญa no representa una amenaza para Estados Unidos. La Guerra contra el Terror es en realidad una guerra contra el radicalismo islรกmico.

Otro argumento para no incluir a los Zetas en esa lista es que la definiciรณn que usan los estadounidenses de terrorismo afirma que se trata de una “violencia por motivos polรญticos”. A los Zetas lo รบnico que les interesa es el dinero. Un contraargumento es que la narcoguerra no solo trata de narcรณticos. Los cรกrteles atacan a los polรญticos y tienen nexos con ellos. Controlan aspectos de un territorio, incluidas todas las extorsiones, asรญ como quiรฉn entra y sale. Su motivaciรณn para matar y aterrorizar a la gente ya no es puramente criminal, ahora tambiรฉn es polรญtica.

¿Terroristas o paramilitares?

El รบltimo secretario de Gobernaciรณn de Felipe Calderรณn, Alejandro Poirรฉ, es uno de los polรญticos que mayor esfuerzo han hecho por encontrar una lรณgica intelectual al derramamiento de sangre. Cuando le faltaba poco para abandonar el cargo en 2012, le preguntรฉ cรณmo definรญa la lucha y si los cรกrteles eran como los terroristas, los paramilitares y los insurgentes. “Hemos tenido algunos ejemplos de actos de terror, no me cabe la menor duda –respondiรณ–. No creo que haya evidencia contundente para utilizar alguna de las otras caracterizaciones.”

Poirรฉ se hallaba en una situaciรณn difรญcil. Aceptar que los cรกrteles eran actores beligerantes era conceder que Mรฉxico tenรญa un conflicto armado. Eso habrรญa abierto la puerta para que la Corte Penal Internacional entrara a juzgar la forma en que el gobierno mexicano luchaba contra ellos. En 2011 un grupo de activistas intentรณ llevar a Mรฉxico ante dicha corte por crรญmenes de guerra.

En 2011 habรญa poco apetito en La Haya de meterse en el laberinto mexicano. Pero, tras la amenaza, Calderรณn supervisรณ la reforma para que los militares pudieran ser juzgados en tribunales civiles. En el futuro, acudir a los tribunales internacionales podrรญa resultar una tรกctica efectiva para detener el uso de prรกcticas de terror por parte de policรญas y soldados mexicanos. Aun si la Corte Penal Internacional u otros tribunales no dictaran una sentencia sobre estos casos, la amenaza podrรญa obligar al gobierno mexicano a tomar medidas drรกsticas para paliar los abusos que se cometen contra los derechos humanos.

Al igual que ocurriรณ durante el gobierno de Calderรณn, el de Peรฑa Nieto no admite que estรก en un conflicto armado, pero ha fortalecido sus leyes contra el terrorismo. Las reformas al cรณdigo penal, publicadas en el Diario Oficial en marzo de 2014, contemplan una definiciรณn extremadamente amplia del terrorismo. Lo describe como “actos [intencionados] en contra de bienes o servicios, ya sea pรบblicos o privados, o bien, en contra de la integridad fรญsica, emocional, o la vida de las personas, que produzcan alarma, temor o terror en la poblaciรณn”.

Fue buena idea actualizar las leyes mexicanas contra el terrorismo (que se hallan dentro de su cรณdigo sobre el crimen organizado), pero la reforma podrรญa haberse usado para definir con mayor precisiรณn quรฉ es el terrorismo. Los cargos de terrorismo pueden usarse contra los mafiosos de Jalisco que bloquean las calles incendiando camiones o que filman horripilantes videos de decapitaciones, pero tambiรฉn pueden emplearse contra manifestantes que invadan una instalaciรณn petrolera o quemen un edificio del gobierno, o contra quienes envรญen tuits alarmistas. La ley es lo suficientemente flexible para que los fiscales hagan uso arbitrario de ella. Como resultado, desde 2006 la pgr ha empleado la acusaciรณn de terrorismo en mรกs de trescientas ocasiones. A veces, se aplica a masacres horribles; otras, a operativos de los cรกrteles para bloquear las calles.

Serรญa mejor que la ley definiera el terrorismo como violencia contra las personas (no contra la propiedad). Y deberรญa estipular, como hace en Estados Unidos, que los cargos de terrorismo se apliquen cuando las vรญctimas no sean combatientes. El gobierno necesita emplear los cargos de terrorismo para perseguir los crรญmenes mรกs brutales contra la poblaciรณn civil. Utilizar esos cargos en unos cuantos casos ejemplares resultarรญa mรกs efectivo que usarlos con demasiada frecuencia y en casos que no llevan a ninguna condena.

Uno de los ejemplos mรกs claros de un acto terrorista por parte de un cรกrtel en Mรฉxico fue el granadazo en Morelia de 2008. Los responsables mataron a vรญctimas completamente inocentes que se encontraban en el sitio mรกs pรบblico de todos. El video de un celular muestra el momento en que esto ocurriรณ. El pรบblico sigue gritando “¡Viva Mรฉxico!”, cuando de pronto se escuchan las detonaciones y los aplausos se convierten en gritos. Muchos se echan a correr y el miedo es evidente en sus rostros. Docenas se acuclillan por el dolor. Como telรณn de fondo se escucha el himno mexicano a todo volumen. Ocho personas murieron y mรกs de cien resultaron heridas.

Esto crea una psicosis que se extiende por toda la sociedad. Nos preocupa que nosotros, o cualquiera de nuestros seres queridos, podamos estar en el lugar equivocado en el momento equivocado y convertirnos en vรญctimas. Si las leyes contra el terrorismo sirven de algo es para tratar de poner fin a este temor. ~

 

________________________

Traducciรณn del inglรฉs de Laura Emilia Pacheco.

+ posts

(Brighton, Reino Unido) es periodista, escritor y productor de televisiรณn. Su libro mรกs reciente es Blood Gun Money: How America Arms Gangs and Cartels (2021).


    ×

    Selecciona el paรญs o regiรณn donde quieres recibir tu revista: