Madrid, a 14 de diciembre de 2009
Que un ciudadano sea agredido por otro por el mero hecho de mostrar en público sus opiniones políticas es una muy seria aberración de la vida democrática. Lamentablemente, no es algo infrecuente en España: ahí está sobre todo el fascismo etarra, pero también el recurrente saboteo de actos en universidades, de reuniones políticas y las amenazas a políticos, intelectuales y periodistas con la estúpida excusa de que no se está de acuerdo con ellos. Esta vez le ha tocado a Hermann Tertsch, buen amigo de esta revista, que a principios del mes pasado fue golpeado brutalmente, presumimos, porque a su agresor le disgustaban las opiniones que expone en sus columnas de abc y su informativo de Telemadrid.
Las reglas del juego en democracia –las reglas de una vida civilizada– no sólo permiten la disensión, sino que se basan en ella. Pero esa disensión excluye la violencia física. Eso es matonismo. Es cierto que la discusión democrática puede calentarse: las ofensas verbales, el sarcasmo feroz o la caricatura ideológica no son nada agradables, pero forman parte de este complejo juego en que se contraponen ideas e intereses hasta que un juez decide lo contrario. Sin embargo, cruzar la línea roja que separa las palabras de las patadas es, de hecho, un intento por acabar con un modelo de sociedad abierta y democrática. Una sociedad decente.
Es de desear que policía y jueces aclaren lo que le sucedió a Hermann Tertsch y que a su agresor se le aplique lo que la ley prevé. Es de desear que Tertsch se recupere pronta y felizmente y vuelva a su trabajo, que es el de informar y opinar sobre la vida pública española. ~
Enrique Krauze, director
Ricardo Cayuela Gally, redactor jefe
Ramón González Férriz, secretario de redacción
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clío.