Ensuciar papel

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Mi editor Juan Casamayor, un joven empresario que ha logrado la hazaรฑa de sostener contra viento y marea la editorial Pรกginas de Espuma, especializada en dos gรฉneros habitualmente menospreciados por los grandes consorcios editoriales (el cuento y el ensayo), me explicรณ el aรฑo pasado que en la jerga de su gremio, la expresiรณn “ensuciar papel” designa la obligaciรณn de publicar cada aรฑo un cierto nรบmero de tรญtulos que debe imprimir a la fuerza para no ceder espacios a la competencia en las mesas de novedades, sin esperar obtener ganancias con ellos. Los autores son los รบltimos en notar que se les ha usado para ensuciar papel, cuando advierten que la editorial hace poco o nada para promover sus libros. Correr esa suerte no demerita literariamente a nadie, aunque pueda hundir en la depresiรณn a las vรญctimas del engaรฑo, pues muchas veces los editores “ensucian papel” con obras de valรญa que a su juicio tienen pocas posibilidades de รฉxito. Despuรฉs de mandar el libro al matadero, la empresa culpa del fracaso al autor y se lava las manos. En cambio, el aparato promocional funciona de maravilla para divulgar la literatura mรกs hueca y patรณgena, digamos, la รบltima deyecciรณn mรญstica dePaulo Coelho, que no solo ensucia papel, sino el alma de muchos incautos.

En distintas รฉpocas, los avances tecnolรณgicos han ayudado a subsanar las aberraciones de la codicia, como sucediรณ en el Renacimiento, cuando la invenciรณn de la imprenta malogrรณ el placer egoรญsta de los aristรณcratas que atesoraban libros raros de gran belleza artesanal, pero con escasa utilidad prรกctica. Solo ellos podรญan pagar a los copistas de los conventos que realizaban esos artรญculos de lujo y, por lo tanto, procuraban que nadie mรกs los tuviera, pues la exclusividad aumentaba su valor. La divulgaciรณn de los clรกsicos grecolatinos en ediciones manejables les arrebatรณ el disfrute avaricioso y mezquino de sus tesoros, pues a partir de entonces llegaron a un pรบblico mucho mรกs amplio. La irrupciรณn del libro electrรณnico tambiรฉn puede tener un efecto saludable, si sabemos aprovecharla para corregir las asimetrรญas del mercado editorial. En Estados Unidos, donde el ebook representa ya mรกs del 50% de las ventas de libros, las librerรญas tienden a desaparecer y, junto con ellas, el imperativo comercial de llenar a cualquier precio las mesas de novedades.

En los paรญses de habla hispana la entrada del ebook ha sido mรกs lenta, porque los usuarios de tableta o Kindle todavรญa representan una porciรณn minรบscula del mercado y los grandes grupos editoriales no quieren abaratar el libro electrรณnico tanto como sus homรณlogos de Estados Unidos. Pero tarde o temprano, la nueva tecnologรญa se impondrรก y entonces habrรก terminado la rebatiรฑa comercial por ocupar los lugares mรกs destacados en las librerรญas, para dar paso a otra, quizรก mรกs cruenta: la pugna por los espacios publicitarios en Amazon y otros portales de venta de libros. Cada vez que abro mi Kindle veo en la pantalla uno o varios anuncios de bestsellers en inglรฉs: las apuestas fuertes de las aplanadoras editoriales del imperio. Estos avisos publicitarios son el equivalente de las pirรกmides de libros colocadas en la entrada de las librerรญas. ¿Tendrรกn el mismo efecto en el รกnimo del pรบblico? ¿Serรก mรกs fรกcil ahora cerrarle horizontes culturales? ¿El libro digital diversificarรก la oferta literaria o concentrarรก mรกs aรบn el interรฉs de los lectores en un reducido nรบmero de tรญtulos?

Como la nueva tecnologรญa abarata sustancialmente los costos de producciรณn, las ediciones de autor se multiplicarรกn al cubo y es probable que en el futuro cercano la inundaciรณn de novedades sea mucho mรกs copiosa. Esto podrรญa exacerbar el aspecto mรกs nocivo de la mercadotecnia editorial: centrar la atenciรณn del pรบblico en los libros de moda, olvidando promover la lectura de los clรกsicos. Si, por un lado, los lanzamientos de libros contemporรกneos eclipsan a las novedades de siempre, por el otro, las mafias intelectuales nacionalistas conspiran contra la difusiรณn de las literaturas extranjeras, de modo que la oferta editorial resultante va moldeando a un lector encarcelado temporal y geogrรกficamente. Pero la nueva tecnologรญa, usada sin mezquindad, puede romper este doble cerco, porque las versiones electrรณnicas de los clรกsicos son gratuitas, y ahora podemos saber con facilidad cuรกles son los libros que han llamado la atenciรณn de la crรญtica en otras partes del mundo. Dentro de poco, toda la producciรณn literaria de los paรญses de habla espaรฑola tendrรก difusiรณn global (ya la tiene, de hecho, para los lectores de libros digitales). La regla periodรญstica de no reseรฑar libros inasequibles en el lugar donde circulaba una revista o un suplemento cultural ha perdido vigencia. Pero como el ocรฉano de novedades crecerรก exponencialmente, la funciรณn orientadora de la crรญtica serรก mรกs importante que nunca y sus descubrimientos quizรก logren abolir fronteras culturales. Tenemos a nuestro favor un formidable instrumento, las redes sociales, que ha potenciado la publicidad de boca. Su eficacia dependerรก de la credibilidad que los crรญticos lleguen a conquistar en ese terreno libre de cooptaciones, pero tambiรฉn de su apertura para investigar lo que estรก sucediendo en otras repรบblicas literarias. ~

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(ciudad de Mรฉxico, 1959) es narrador y ensayista. Alfaguara acaba de publicar su novela mรกs reciente, El vendedor de silencio.ย 


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