Solemos asociar la equidad de género con la democracia. Asumimos, por ejemplo, que mientras más equitativa sea la representación de mujeres y hombres en los órganos legislativos de un país, más democrático será su sistema político. Pero, ¿cuál es en realidad la relación entre la representación legislativa de las mujeres y el tipo de régimen político de un país? La evidencia disponible sugiere que si en algún momento la paridad de género en el ámbito legislativo fue un elemento que distinguía a las democracias de las dictaduras, esto dejó de ocurrir desde hace por lo menos tres lustros.
La gráfica que se presenta a continuación ofrece dos fotografías en el tiempo, una para 1997 (columna izquierda) y otra para 2012 (columna derecha), de la representación legislativa de las mujeres en la cámara baja o única de todos los países incluidos en la base de datos de Parline.[1]Mientras que el primer renglón –paneles (a) y (b)– presenta los histogramas correspondiente a la democracias (color naranja), el segundo renglón –paneles (c) y (d)– describe los datos de las dictaduras (color azul).[2] El último renglón –paneles (e) y (f)– permite compara en un misma imagen la distribución de escaños controlados por mujeres en ambos tipos de regímenes en cada uno de los años analizados.[3]
El primer dato que llama la atención es que aun cuando durante los últimos 16 años las mujeres han logrado incrementar su participación legislativa en varios países, el porcentaje de curules controlados por mujeres en 2012 era relativamente bajo: en promedio, solo ocupaban 1 de cada 5 asientos de las cámaras bajas o únicas del mundo[4]. Además, el incremento en la participación legislativa de las mujeres no ha sido un fenómeno universal. El año pasado las mujeres seguían controlando menos del 10% de los escaños en 16.4% de los países, incluyendo a Japón (7.9%) y Brasil (8.6%). Y la marginación absoluta de las mujeres en el parlamento no ha sido un fenómeno exclusivo de las dictaduras. Entre 1997 y 2012, las democracias de Palau, Micronesia y Nauru excluyeron totalmente a las mujeres de la vida legislativa.
Los paneles (e) y (f), muestran que la distribución del porcentaje de curules controladas por mujeres es relativamente similar en los países democráticos y autoritarios desde 1997. Si descontamos al pequeño grupo de democracias[5] que en 1997 destacaban por el alto porcentaje de mujeres que participaban en la cámara baja o única de sus parlamentos, la distribución de la representación legislativa de las mujeres en el resto de las democracias era similar al de las dictaduras.
Además, si comparamos los datos de 1997 y 2012 –especialmente los paneles (e) y (f)– vemos que la distribución del porcentaje de escaños controlados por mujeres en cada tipo de régimen ha convergido con el paso del tiempo y hoy es prácticamente igual. Mientras que el porcentaje promedio de escaños controlados por mujeres en países democráticos creció 70% entre 1997 y 2012 (pasó de 11.5% en 1997 a 19.5% en 2012), en el caso de las dictaduras este incremento fue de 107% en el mismo período (de 8.7% en 1997 a 18% en 2012). No es sorprendente entonces que en la actualidad tres de los cinco países con el mayor porcentaje de mujeres en la cámara baja o única tengan regímenes autoritarios: Ruanda, Cuba y Seychelles. De hecho, Ruanda es el único país en el que las mujeres controlan un mayor porcentaje de escaños que los hombres (56.3% vs. 43.7%).
¿Por qué ha habido este crecimiento y convergencia en la participación legislativa de las mujeres en los países democráticos y autoritarios? Autores como Lisa Baldez y Aili Mari Tripp han propuesto ya que las cuotas de género[6] son uno de los principales factores que explican el crecimiento de la participación legislativa de las mujeres alrededor del mundo en las últimas décadas. Aunque hace falta un análisis más detallado, es probable que este mismo factor –las cuotas de género– explique también por qué la representación legislativa de las mujeres es tan parecida en los países democráticos y autoritarios. Si bien podría parecer contraintuitivo el que una dictadura establezca cuotas de género para la integración de su congreso, es importante tomar en cuenta que mucho antes de que este mecanismo ecualizador se popularizara entre las democracias del mundo, diversas dictaduras contaban ya con algún tipo de cuota de género. De acuerdo con Mona Lena Krok, Taiwán (una dictadura hasta 2000) y China fueron dos de los tres primeros países en adoptar cuotas de género en las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Y a estos casos habría que agregar los diversos regímenes comunistas del centro y este de Europa. De hecho, el uso de cuotas de género en este último conjunto de dictaduras explica por qué entre 1950 y 1980 esta fue la región del mundo en la que las mujeres controlaban el mayor porcentaje de curules en la cámara baja o única, incluso por encima de los países escandinavos.
Estudios recientes indican que los motivos por los cuales la clase política de un país decide adoptar cuotas de género están muy relacionados con su grado de desarrollo democrático y económico. Sarah Bush ha propuesto que mientras que en las democracias industrializadas las cuotas de género suelen ser incorporadas cuando los políticos responden a las demandas de grupos feministas nacionales con el fin de beneficiarse electoralmente, la implementación de esta política en los países en vías de desarrollo (grupo en el que se encuentran buena parte de las dictaduras del mundo) responde a dinámicas internacionales de dos tipos. En un primer conjunto de países las cuotas de género han sido adoptadas como resultado de la presión ejercida por diversos actores internacionales al momento de democratizarse y aprobar una nueva constitución. En muchos otros casos los líderes de países en desarrollo han implementado las cuotas de género para mandar una señal –sincera o no– a la comunidad internacional de su compromiso con la “democracia”, y con ello tratar de aumentar su legitimidad u obtener/incrementar ayuda financiera.
Mientras que la equidad y las cuotas de género han dejado de ser una característica que distingue a las democracias de las dictaduras, es momento de comenzar a preguntarnos ¿qué significa el que la representación legislativa de las mujeres sean tan similar en ambos tipos de regímenes? ¿Qué intereses representan las mujeres en cada caso? ¿Cuál es su papel en el congreso una vez electas?
[1]Esta base de datos es construida y actualizada periódicamente por la Unión Interparlamentaria, la organización internacional de parlamentos. 1997 es el primer año incluido en la base de datos y 2012 es el último completo. En ambos casos consideré el corte de diciembre del año correspondiente. Mientras que en 1997 la base de datos incluye información de 161 países, en 2012 contempla datos de 189 países.
[2]Utilizo la clasificación de regímenes democráticos y autoritarios propuesta por Alvarez, Cheibub, Limongiy Przeworski, actualizada porCheibub, Gandhi, y Vreeland. La base de datos construida por estos autores cubre el período 1946-2008, por lo que yo codifique como democrático o autoritario las observaciones correspondientes a 2009-2012. En la gran mayoría de los casos no cambió el tipo de régimen.
[3]Las curvas de densidad presentadas en los paneles (e) y (f) fueron construidas utilizando la información presentada en los paneles superiores, respectivamente. Si cada año sobrepusiéramos los histogramas de las dictaduras –paneles (c) y (d)– a los de las democracias –paneles (a) y (b)– obtendríamos una imagen parecida.
[4]Este promedio es muy parecido si las desagregamos por tipo de régimen: 19.5% en las democracias y 18% en las dictaduras.
[5]Este grupo de democracias incluye, entre otras, a Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Nueva Zelanda, Argentina, Alemania y España. En todos estos casos las mujeres controlaban 30% o más de los asientos en la cámara baja.
[6]Existen al menos tres tipos de cuota de género. En algunos casos, como Ruanda, cierto porcentaje de los escaños solo pueden ser ocupados por mujeres. En otros caso, como México y la mayor parte de los países de América Latina, la ley electoral obliga a los partidos a presentar un porcentaje mínimo de candidatos legislativos de un mismo género. Finalmente, en la mayoría de las democracias europeas los partidos políticos han adoptado voluntariamente cuotas de género para elegir candidatos y dirigentes.
Politólogo. Catedrático CONACYT y Profesor-investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas (LNPP) en el CIDE.