Pepe Rei, actual director de la revista Ardi Beltza, decidió hace poco difundir un video en el que cuarenta figuras públicas españolas, entre ellas un buen número de periodistas, son calificadas de "enemigos del pueblo vasco", entrevistadas bajo engaño y acusadas de recibir dinero del Ministerio del Interior español. El pasado 7 de noviembre, los diarios españoles difundían una serie de declaraciones de Fernando Savater, Jon Juaristi y Cristina Cuesta en las que Rei era acusado de usar su revista para señalar a futuras víctimas de la agrupación terrorista eta. El 10 de diciembre, Aurora Intxausti, redactora del diario El País, su marido Juan Francisco Palomo, de Antena 3, y su hijo de 18 meses evitaban una muerte espantosa: la bomba con que eta intentó asesinarlos falló milagrosamente. Poco después, diversas fuentes policiales informaron a los medios que es frecuente encontrar en manos de los terroristas de eta ejemplares de Ardi Beltza. Al cierre de nuestra edición, la Fiscalía del Estado había anunciado su decisión de tomar medidas judiciales contra Pepe Rei.
La intervención de la Fiscalía española no debe darnos demasiadas esperanzas: en términos legales, seguramente no será fácil vincular al director de Ardi Beltza con eta y sus actividades. Pero, más allá de consideraciones jurídicas o del grado de estupidez que estemos dispuestos a otorgarle a Rei —que no es bajo—, a todos nos queda claro que este periodista gallego reciclado en nacionalista vasco conoce perfectamente las implicaciones de sus actos: el tiro en la nuca, la bomba, la agresión pandilleresca, la amenaza anónima en el teléfono, que así es como arreglan sus diferencias con los medios de comunicación los gatilleros de eta. Es difícil que el mundo llegue a conocer un uso más repugnante de la libertad de prensa.
Rei gusta de presentarse como un héroe más de la lucha independentista vasca y un mártir de la libertad de expresión, como una víctima del Estado represor español. No es ni lo uno ni lo otro. El mayor riesgo que corre es salir derrotado de un juicio en forma en el que, diga lo que diga, sus derechos están garantizados y a raíz del cual padecerá, como mucho, el cierre de su revista. En cambio, para periodistas como Aurora Intxausti y Juan Francisco Palomo, al igual que para Fernando Savater y Jon Juaristi, vascos exiliados de su tierra a causa de la brutalidad etarra, y que para tantos periodistas o intelectuales del País Vasco, enfrentarse a eta y su entorno son actividades que pueden concluir en un destino similar al de José Luis López de Lacalle, columnista del periódico El Mundo y veterano de la lucha contra el franquismo asesinado el pasado 7 de mayo con dos tiros en la cabeza. Ellos, conviene señalarlo, son los verdaderos héroes de esta historia. –