Fiebre de partículas

Los habitantes de pequeñas islas del conocimiento lanzan sus barcos de papel rumbo a las tierras ignotas de lo inmensamente diminuto y hacia las vastedades desconocidas del cosmos.
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Luego de diez meses en la Estación Espacial Internacional, la segunda versión del detector de partículas Espectrómetro Alfa Magnético (AMS-02) ha recolectado más de 40 mil millones de datos útiles (véase este texto anterior). Eso no eleva la temperatura de Sam Ting, Premio Nobel por haber descubierto uno de los quarks fundamentales de la materia luminosa y quien probablemente se unirá al selectísimo grupo que ha pegado doblete en la Academia de Ciencias de Estocolmo. Lo que lo pone loquito es acariciar la posibilidad de ofrecer a la comunidad científica los primeros rastros de la ineluctable materia oscura.

Y es que en el flujo de rayos cósmicos captados por el AMS-02 se ha encontrado un exceso notable de positrones, lo cual es un hallazgo inesperado, que tiene que ver con otro campo muy interesante: la antimateria. Sabemos que las colisiones entre los mismos rayos provenientes del cosmos pueden generar dichos positrones (la partícula antimaterial del electrón) pero en una cantidad muy pequeña, casi insignificante, pues la aparición natural de tales partículas es rarísima en el universo conocido. La única explicación posible, hasta ahora, es que sean emitidas por otra fuente, como estrellas muy densas llamadas pulsares.

Según el profesor Ting y su grupo, la precisión de AMS-02 para dibujar un mapa de flujos de rayos cósmicos les ha permitido deducir que la distribución de estos sucesos, entre ellos 10 mil millones correspondientes solo a la aniquilación materia-antimateria (electrón-positrón), podría querer decirnos que ahí tenemos una huella de la escurridiza materia oscura.

John Ellis, Álvaro de Rújula y Luis Álvarez Gaumé, teóricos de Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN), me hablan de que, en efecto, se han planteado modelos que pronostican la posibilidad de que este comportamiento se deba a la presencia de partículas oscuras, o bien de una fuente cósmica “convencional”. Además, Ting anunció la detección de un grupo numeroso de positrones de alta energía, lo cual abre nuevas interrogantes inscritas en la pared del cosmos profundo. El director general, Rolf Heuer, me asegura que la combinación de los datos emanados de AMS-02 con los que se recopilen luego de la reapertura del Gran Colisionador de Hadrones (LHC), en los primeros meses de 2015, ofrecerá a los cazadores de partículas una nueva era apasionante, “caliente”.

La ciencia provoca fiebre en los investigadores que rondan esta Ciudad Escéptica desde hace 60 años, una calentura contagiosa por el conocimiento, abierta al mejor postor: quien puje con el modelo más sencillo y factible ganará la partida. Pero nada se da gratis. La competencia es feroz, la ironía se halla a la vuelta de la esquina, donde se cruzan las avenidas de Richard P. Feynman y Demócrito, la glorieta de James Cronin y el paseo de Wolfgang Pauli.

Así, quienes creen que aún es muy prematuro para afirmar que se han descubierto indicios de la materia oscura, también son reacios a aceptar que la clave de las ansiadas partículas supersimétricas radique en aumentar la energía del LHC, hasta alcanzar la friolera de 14 tera electrón voltios (TeV) en los próximos años, algo inimaginable para mortales como usted y yo. Para darnos una idea de lo que significa conseguir un tera electrón voltio (un millón de eV), imaginemos la energía que podría irradiar el vuelo de una mosca confinada en el espacio de un protón. Lo que sostienen algunos es que, para empezar, estamos como el borrachín que ha extraviado sus llaves y se aferra a la única lámpara de la calle larga y oscura. Un policía observa que pasan los minutos y el hombre sigue buscando alrededor de la luz. Cuando le pregunta si fue ahí donde las perdió, el tipo responde que no, que tal vez fue dos cuadras atrás pero ahí es donde hay luz.

Por su parte, lo que buscan los cazadores de partículas de experimentos como LHC-b (donde la b es la inicial de la partícula beauty) es precisión. Tal es el caso de Frederic Teubert, a quien el tema lo tiene al borde de la fiebre explosiva. A lo largo de los años, Frederic se ha convertido en un fino cazador de eventos cuánticos. He sido testigo de cómo las ideas más arriesgadas han sido formuladas de forma elegante y sencilla. Aquí las fronteras con el arte y la imaginación se diluyen.

Otros se mueven convirtiéndonos en seminómadas del pensamiento, al menos invitándonos a seguir sus pasos. Eso fue lo que sucedió durante las charlas TEDxCERN del 24 de septiembre. Como parte de los festejos del sexagésimo aniversario de la Ciudad Escéptica y el viaje alucinante al interior del átomo, escudriñando la materia y visitándola en su intimidad, se invitó a un grupo de emprendedores en invención tecnológica, ciencia pura y creación artística a platicarnos sobre lo que están haciendo y a deleitarnos con su talento. El estilo dinámico de las ya famosas charlas TED (Technology, Entertainment, Design) llamó la atención de jóvenes y viejos de países tan lejanos como Jordania y Camerún.

Al fondo del escenario, un mapa traza el futuro. Los habitantes de pequeñas islas del conocimiento lanzan sus barcos de papel rumbo a las tierras ignotas de lo inmensamente diminuto y hacia las vastedades desconocidas del cosmos. Más de 1,200 personas en la carpa provisional que se armó frente al CERN y alrededor de 10 mil mediante webcast, pudimos escuchar soluciones concretas en marcha, una más ingeniosa y brillante que la otra, entremezcladas con actuaciones de talentosos artistas interesados en jugar con el híbrido arte/ciencia.

En el vertiginoso encuentro, los ponentes se dieron tiempo de platicar con curiosos como yo. Sonia Trigueros me habló de sus progresos en la manipulación de tubos nanométricos para operar ADN y conseguir un fármaco capaz de curar diversos tipos de cáncer, sin causar mayor daño a las células vivas. Danielle Fong, quien a sus 30 años de edad ya ha trabajado en los laboratorios más importantes en la búsqueda de fuentes de energía continua (a diferencia de la solar o la eólica, que son intermitentes y es oneroso almacenar), está comprometida con inventar una máquina que con aire comprimido sirva para encender focos. Julien Lesgourgues, miembro del equipo que interpreta los datos del telescopio espacial Max Planck, me habla de su entusiasmo por las ideas que sugiere el mapa de la radiación de microondas de fondo, entre ellas la posibilidad de encontrar mayores evidencias de las perturbaciones cósmicas, cuando el Universo que conocemos se hallaba en su etapa temprana de inflación.

Nina Fedoroff es una defensora a ultranza de los alimentos modificados mediante la ingeniería genética. Sus argumentos claros y contundentes sobre la tergiversación del asunto, ya sea por intereses ideológicos y/o comerciales, o bien por simple histeria oscurantista, levantaron el aplauso del público. Escuchamos con emoción el relato de Hayat Sindi, la primera mujer saudí en graduarse en biotecnología y una de las primeras en formar parte de la Asamblea Constitutiva de su país. Hoy es asesora científica de Naciones Unidas y embajadora de la UNESCO en el Medio Oriente, animando a la niñas a estudiar carreras científicas. Isis será científica o no será.

Srukumar Banerjee nos hizo decir:“¿energía nuclear?, ¡sí, gracias!”, sobre todo si vemos aparecer una nueva generación de reactores más limpios y seguros. Pero incluso hoy es más barato y limpio que seguir quemando miserablemente algo maravilloso creado durante millones de años por organismos que nos antecedieron en la evolución de las especies. Marcia Barbosa nos ofreció un delicioso relato sobre la molécula maravillosa, el agua, mientras que Topher White compartió su experiencia reciclando celulares, montados en artefactos de monitoreo forestal que operan con energía solar. Su propósito es evidenciar la tala ilegal en regiones de Sumatra, todo en tiempo real; así los guardias pueden llegar antes de que los talamontes terminen su tarea.

Finalmente se presentó el británico Jamie Edwards, un joven de 14 años de edad, quien un año antes, ante la sorpresa de sus compañeros y profesores, y con el beneplácito de las autoridades escolares, construyó un dispositivo para lograr la fusión nuclear de átomos de hidrógeno, haciendo colisionar sus núcleos mediante una técnica relativamente barata: el confinamiento electrostático inercial. No lo consiguió pero es candidato para ser visto pronto en los pasillos de CERN elucubrando acerca de un nuevo reactor nuclear.

Entre ellos apareció también Nitin Shawney, quien se presentó tocando una guitarra acústica y acompañado por la extraordinaria cantante Nicki Wells. Shawney es uno de los productores musicales más respetados del mundo. Prueba de ello fueron las piezas que interpretaron, permeadas de matices indios. Una pieza, cuyo ritmo estaba basado en cálculos matemáticos, se convirtió en un diálogo frenético entre ambos artistas. No puedo olvidar al bailarín canadiense de tap Andrew Nemr, cuyo taconeo sirvió de contrapunto a una divertida y ligera historia en busca de la creatividad. Al final los asistentes llevaron sus barcos de papel y los colgaron de ganchos de ropa en el cubo de las promesas a cumplir. Se verá.

 

 

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escritor y divulgador científico. Su libro más reciente es Nuevas ventanas al cosmos (loqueleo, 2020).


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