Francisco Icaza: recuerdos de La Farándula

A 53 años de distancia los recuerdos de esos tiempos invaden la mente de Icaza y el pintor se auto-construye ante su obra.
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Francisco Icaza (México, 1930) espera en el vestíbulo del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble a que toque su turno para entrar. La suya no es una visita normal, es un reencuentro, pues en uno de los talleres de esta dependencia del Instituto Nacional de Bellas Artes se encuentra guardado el mural que realizara hace más de medio siglo en el auditorio del Casino de la Selva en Cuernavaca. De pie, frente a la pintura, Icaza espera un momento como si su mirada no se acostumbrara aún a ver la obra en otro sitio que no fuera al interior de una de las bóvedas proyectada en ese entonces por el arquitecto Félix Candela.

Desde 1931, el Casino de la Selva funcionó como hotel y casa de juego, a partir de 1934, bajo la prohibición de juego establecida por Lázaro Cárdenas, el casino se transformó en centro vacacional de relevancia para el estado de Morelos. Años más tarde, con el arribo del exilio español, en este lugar se hospedaron algunos republicanos españoles, mismos que hicieron del conjunto un centro de reunión peculiar en el que refugiados convivían con artistas e intelectuales mexicanos. Ahí se hospedaron entre otros, el filósofo José Gaos, el pintor y líder de los artistas republicanos José Renau y el arquitecto Félix Candela. Mientras este último construía nuevas instalaciones en el conjunto, el escultor mexicano Federico Canessi realizaba piezas para los jardines, en tanto que José Reyes Meza hacía un mural en la Sala de Juego del antiguo edificio del casino.

Felix and Dorothy Candela Archive, Princeton University.

En 1959 Francisco Icaza llegó a este lugar con su familia, una estancia vacacional se convirtió en una residencia prolongada cuyo resultado permanecería en el interior del Casino de la Selva hasta su demolición, en 2001. Dedicado al teatro, elmural La farándula es un homenaje al dramaturgo alemán Bertolt Brecht, realizado tres años después de su muerte; la obra muestra como personaje central a una vedette, junto a ella una cámara que representa el cine mudo y del lado opuesto, un mimo, figura icónica del teatro. La tragedia, pintada como una mujer negra, acompaña al teatro del siglo de oro español, al arlequín y a la muerte. También aparece el carnaval  y al final, con una bolsa de dinero, el productor. Cuando Icaza  observó el auditorio donde se ubicaría el mural, el lugar estaba terminado, los trabajadores ya habían retirado la cimbra que daba estructura auxiliar a las caprichosas estructuras de concreto de Candela. Una cubierta ligera con forma de bóveda, “algo más parecido a una canasta invertida”, descansaba sobre la superficie en blanco.  A quince metros de altura Francisco Icaza, de 29 años y tal vez en un proceso expresionista, dibujó y borró tres veces todo el mural hasta que, luego de un mes, el cuarto trazo fue definitivo y la pintura quedó terminada. Realizado sobre una superficie de yute y montado sobre un bastidor de caoba desflemada, los acrílicos con los que se pintó la obra fueron desarrollados especialmente por el Departamento de Química Industrial del Instituto Politécnico Nacional.

Pero La Farándula es también motivo para ver otras cosas, a 53 años de distancia los recuerdos de esos tiempos invaden la mente de Icaza y el pintor se auto-construye ante su obra. Para el artista, hijo de diplomáticos mexicanos y constante viajero, formado en la Escuela de Bellas Artes de Bruselas, y por algún tiempo discípulo de Rufino Tamayo en Nueva York, “la pintura es la transformación de la naturaleza en algo permanente”. Tras esta afirmación se oculta una personalidad crítica y comprometida con ese proceso de cambio y evolución que rebasa lo estético: los relatos sobre su amistad con Dr. Atl. -huésped frecuente del Casino de la Selva-,  las conversaciones con José Gaos, León Felipe y Félix Candela, la convivencia con Antonio Rodríguez Luna, la comisión que le hiciera Vicente Lombardo Toledano para que representara a los pintores en la delegación de intelectuales mexicanos que irían con Cárdenas a Cuba el mismo año que pintó el mural, su trabajo como Secretario General del Comité a favor de la libertad de Siqueiros cuando este se encontraba preso en Lecumberri, entre muchos de los recuerdos de Icaza, dejan ver un panorama de cambios culturales y políticos en los que el artista participó activamente, como militante comprometido con sus ideales y como artista dispuesto a llevar ese espíritu de transformación como una huella personal papable en el ámbito de la plástica. 

Miembro fundador de movimientos significativos para la pintura mexicana como  Nueva Presencia, el Salón Independiente o Confrontación 66, y expositor en prestigiosos lugares, Icaza contempla. Después de sobrevivir a una demolición y luego de permanecer algunos meses a la intemperie sin sufrir daños considerables, La Farándula parece recordarle a su autor que no hay pasado sin testigos, bien podría decirse que la historia de Icaza, un trayecto de combates y personajes, el trazo del camino hacia una nueva manera de entender la pintura mexicana, se encuentra reflejada en cada una de las figuras del mural.  La obra no es accesible al público en general, el tema es delicado pues la compañía que compró los terrenos del Casino de la Selva asumió la propiedad de La Farándula, sin embargo,  se encuentra restaurada y custodiada por el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble. A través de la imagen o de la memoria, esta obra sigue siendo recordada por muchos de los visitantes del Casino de la Selva al tiempo que continúa generando información, ella está en espera de ser la protagonista de una historia que aún no se cuenta, los recuerdos de su autor son sólo una pequeña parte de ese posible relato.

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Maestra en historiografía e historiadora de la arquitectura.


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