Fútbol y TV: la simbiosis perfecta

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Entrevista con Juan Varela

 

Existe la sensación de que la programación deportiva pesa cada vez más, tanto en las parrillas como dentro de los informativos.
¿Es cierto, o es solo una percepción?

Si tomas los últimos años, no hay ninguna duda de que es cierto, especialmente en los informativos. Estos han crecido desde que Televisión Española tomó esa medida, y ahora prácticamente todas las cadenas dedican la mitad o algo más de los informativos al deporte, básicamente al fútbol. En la programación en general, en cambio, no ocupa mucho más que antes, pero, sin duda, es lo que concentra a la audiencia. Con la fragmentación actual de la televisión, los únicos programas masivos que realmente quedan son el fútbol y los grandes espectáculos deportivos, el resto tiene audiencias mucho más fragmentadas. Ahora bien, información, lo que se dice información, no sé si hay más. Lo que sí hay más es marketing del deporte, porque es lo que concentra las audiencias.

 

Eso ha sucedido, aunque sea en grados distintos, en la televisión pública y la privada. Pero ¿está justificado que las televisiones públicas compitan con las privadas pagando grandes cantidades de dinero para retransmitir acontecimientos deportivos?

Es un problema del modelo de la televisión pública. Tenemos una televisión pública que, aunque ha perdido desde hace un año la publicidad, sigue compitiendo con las privadas con programación absolutamente comercial. Si eso ocurre en prácticamente todos los países de Europa, en España además se ve incrementado porque algunos deportes se consideran de interés público, algo que arrancó con la famosa ley Cascos y que sigue hasta hoy. Con lo cual hay una televisión pública que sigue luchando por las grandes audiencias –y ahí tiene que emplear los deportes, y especialmente el fútbol, porque son lo único que te da grandes audiencias–, y por otro lado tanto las televisiones como una gran parte del público creen que el deporte es un servicio de interés público.

 

Y a pesar de la subida de los precios de los derechos televisivos del fútbol, que ha supuesto además una guerra abierta entre canales televisivos y sus empresas, ¿sigue siendo rentable emitirlo?

Es una vieja discusión. Hace muy poco tiempo, apenas un año y medio, prácticamente todos los responsables de televisiones decían que no era rentable a los precios a los que estaba. Hoy posiblemente tampoco sea rentable si lo mides de forma directa, es decir, si solo mides el tiempo y la rentabilidad que se pueden conseguir por el espacio concreto del fútbol. Pero sí es muy rentable en términos de marca. Además, las televisiones arreglan con el fútbol las medias de audiencia: la cuota del día, la semanal y hasta la mensual. De modo que la rentabilidad indirecta, más allá de la publicidad que puedas tener por emitir el fútbol o acontecimientos deportivos de gran importancia, se produce porque te da notoriedad, te da presencia de marca, y arrastra otros negocios. Muchas veces una cadena puede tener una media de audiencia del doce por ciento y alcanzar, con un gran acontecimiento deportivo, una superior al veinte o el treinta por ciento. Por eso las cadenas que hace dos años no competían por el fútbol lo hacen hoy, a pesar de que los precios de los derechos de emisión no han dejado de subir.

 

¿El aumento de horas de información deportiva ha hecho que esta se contagie de los hábitos de la información del corazón y la social? Ya no es solo el partido y la tertulia posterior, sino muchas horas previas y posteriores que hay que llenar de contenido…

Lo que hoy llamamos información deportiva tiene muy poco de información. Si uno compara la información deportiva de hoy con la que se hacía, no solo en España, hace diez años, antes del último boom de los deportes, no tiene nada que ver. Basta con ver un programa deportivo en televisión: es el reino de la redundancia, llenan minutos y minutos diciendo las mismas cosas. A eso le tienes que sumar que no hay nada como la información deportiva para el cliché. Martin Amis podría haber llenado su libro La guerra contra el cliché solo de información deportiva: es un tópico detrás de otro. Y luego, ciertamente, no se pueden llenar todos esos minutos con información deportiva, por lo que es necesario crear todo un show alrededor de los equipos y las estrellas. De hecho, hoy, la información deportiva es otro reality más, es pura telerrealidad. Ya no se trata de saber los resultados o de conocer las cuestiones técnicas de un equipo o de otro. Quizá siga siendo así para los deportes minoritarios, pero el fútbol es un Gran Hermano constante: cuando hay liga, cuando hay competiciones internacionales… y cuando no las hay: en verano, aunque no haya competiciones, se hace exactamente lo mismo. Es otro género más de la telerrealidad.

 

¿La televisión ha devaluado al deporte?
Antes existía el deporte y la tele lo retransmitía; ahora, sin embargo, parece que el deporte vive para la televisión, que sin esta no tendría sentido.

El deporte se ha transformado para la sociedad del espectáculo, de la que naturalmente la televisión ha sido el gran motor. En ese sentido, la tele le ha demandado al fútbol una serie de cosas espectaculares y el fútbol se las ha dado. Pero eso no solo se lo pedía la televisión: también se lo pedía el marketing en general y era imprescindible para su propio negocio. Ya no existe la vieja mística de los clubes, como sucedía al menos hasta los años sesenta: todo es puro espectáculo. De modo que el interés ha sido mutuo y, en esa simbiosis que se ha desarrollado en los últimos veinte años, los dos han ido generando mutuamente las cosas que necesitaban. Pero si hay un elemento fundamental en ese proceso es la aparición de David Beckham. Beckham supone un giro de tuerca al fútbol en Europa. El futbolista no es solo una gran estrella deportiva –un gran jugador, como Messi, por ejemplo–, sino que se convierte en una estrella del espectáculo, como una estrella de Gran Hermano o del mundo de la moda. ~

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